Elul III

El humor de Alejandra Abulafia es buen humor porque es profundo. No se concentra en la mera anécdota sino que nos dispara hacia niveles más sensibles de nuestra lectura. Por eso la nota “Rosh Hashaná” (http://www.tumeser.com/-/2-judios-3-opiniones/1211-rosh-hashana), con su contraste entre lo costumbrista y lo ancestral me llevó a reflexiones que tal vez valga la pena compartir. Está claro que de la mesa festiva al toque de Shofar hay una gran distancia; una cosa es intercambio de recetas, discusiones familiares, y largas sobremesas, y una muy otra es el silencio casi sepulcral que precede y acompaña el toque del Shofar en la sinagoga. Cuando Alejandra Abulafia nos cuenta acerca de esta experiencia el humor queda relegado a otro lugar para dar entrada a emociones más solemnes. Tal vez el contraste entre una y otra experiencia realza aun más el significado de cada una.

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Elul II

Me ha causado especial simpatía la serie de avisos publicitarios sobre el vino uruguayo en que se encuentran Carlos Gardel (muerto en 1935) y Ruben Rada, cantante y compositor uruguayo contemporáneo, sumamente popular y querido. Si Gardel es “EL” mito icónico y tanguero del Río de la Plata, con seguridad el tiempo pondrá a Rada en el pedestal de los mitos. Sea como sea, que Rada viva hasta los ciento veinte años y sigamos disfrutando su música y su humor. Volviendo a los avisos en cuestión, me pareció sumamente creativo poner a dialogar, en el marco de una Montevideo atemporal, a estos dos grandes símbolos de la música popular uruguaya, el tango y el candombe respectivamente. Rada, como uruguayo de nuestro tiempo que de alguna manera nos representa a todos los uruguayos, tiene la insólita oportunidad de dialogar con un mito, si se quiere un mito fundador. Rada, en nombre de todos, dialoga con nuestro pasado (no reciente). Más aun: todos somos testigos del diálogo vivo, pícaro, de dos entrañables figuras del acervo popular. A través de una campaña publicitaria en radio y televisión entran en nuestros hogares y lo imposible se hace absolutamente verosímil.

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Elul

A tres semanas de comenzar una vez más el período tal vez más intenso del calendario hebreo me pregunto, como lo hago últimamente, cómo he llegado hasta aquí. Qué caminos he recorrido, qué desvíos, curvas, atajos, me han conducido hasta estos días piadosos o terribles o, como prefiero llamarlos, introspectivos. Si de perdones se trata, qué quisiera que se me perdonara este año; si de ser inscriptos en el libro de la vida se trata, cuál es el propósito de esta rúbrica. Como bien decimos en el otro gran momento culminante de nuestra tradición, qué ha cambiado este año de todos los años. Como bien contesta la compositora y cantante Java Alberstein en su versión del Jad Gadiá, “yo he cambiado este año.” Si no reconocemos este cambio de un año a otro, poco sentido tiene embarcarnos en diez días de “retorno” o “respuestas” o “reconciliación”. Después de todo, se trata de ajustar los desajustes y darnos una oportunidad de un nuevo comienzo: un nuevo año.

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Sinagogas

Alguna vez leí en un sitio web sobre conversiones al judaísmo que uno es tan judío como la comunidad en la que (o a la que) se convierte; dicho esto tanto en referencia a los reconocimientos mutuos entre corrientes o denominaciones como a los ritos, usos, costumbres e ideologías que constituyen cada comunidad o grupo de comunidades. En realidad, constituía una suerte de “advertencia” previa al inicio de cualquier proceso de conversión acerca de qué esperar y qué no al final del mismo, si finalmente se concretaba. La frase me quedó resonando mucho tiempo no sólo en referencia a conversiones, sino en referencia a ser judío en general. Uno es tan judío como la comunidad a la que pertenece. Tan judío como la sinagoga en que reza. Tan judío como la sinagoga en que no reza.

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Festival

Nuestra capacidad de mirar, observar, focalizar la atención en objetos o acciones es una de nuestras características más notorias como seres humanos. Desde detenerse a mirar un partido de fútbol improvisado y callejero hasta recorrer un museo, pasando por el cine y el teatro. Sea dónde y cómo sea en el momento que nos convertimos en observadores descartamos la opción de ser protagonistas. Elegimos mirar, no hacer. Por medio de la identificación nos involucramos – o no – con la acción que es objeto de nuestra atención. Generalmente, tendemos a contemplar aquello que nos identifica y nos provoca, de alguna manera, catarsis. El principio básico del teatro griego, por aquello de “lo clásico”, aplica en cualquier disciplina.

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Tisha B'eav

Ser judío supone haber nacido como tal (sin entrar en consideraciones de madre o padre judío) o haber elegido serlo. En el segundo caso la incorporación al pueblo judío supone un compromiso y un estudio: “no hagas al prójimo lo que no quieras que te hagan a ti; el resto es comentario, ve y estudia” (Talmud: Tratado de Shabat 31a). En el primer caso podemos reconocer que el precepto moral se cumple como parte de nuestra educación; la gran pregunta es si cumplimos con el precepto de estudiar. Precepto no como mandato divino sino como simple curiosidad: saber qué y por qué somos lo que somos y cómo eso que somos ha moldeado nuestras vidas. Si la famosa frase de Hilel responde a la pregunta “¿qué es el judaísmo?”, bien puede responder a una pregunta más amplia: “qué es la vida, qué es vivir”. Después de todo, el judaísmo no es más (ni menos) que una respuesta a cómo y para qué vivimos. Por cierto no la única, pero sí la que algunos eligen y otros adoptan por herencia. La propuesta es por un lado ética, de la conducta; y por otro lado es acerca del desarrollo intelectual.

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Homosexualidad

El jueves pasado, como miles de uruguayos, leo en la contratapa de Búsqueda la entrevista con la Prof. Mercedes Rovira, Rectora designada de la Universidad de Montevideo donde habla explícitamente del tema de la homosexualidad. Junto a este episodio, que constituyó un shock de tipo escándalo público en torno a un tema ya muy manido, me voy enterando que el Presidente Mujica ha propuesto, hace unas semanas, legalizar el consumo de marihuana en el Uruguay; el tema está en el tapete o por lo menos en tapa de los diarios. El tema de la marihuana ha salpicado la prensa a lo largo de la semana y seguirá haciéndolo hasta tanto se legisle, o no; en ese caso, como tantas iniciativas, morirá ahogada en su propia esencia controversial. Sobre la homosexualidad el asunto no es en este momento normativo sino de opinión pública: el viernes 13 de julio monopolizó los medios a causa de las declaraciones de Mercedes Rovira. También podemos recordar la no aprobada ley de Despenalización del Aborto durante el gobierno de Tabaré Vázquez, ante la amenaza de un inminente veto del Presidente. Si bien Mujica aseguró que no vetaría una ley sobre el aborto si fuera aprobada, el tema no parece estar en la agenda pública hoy por hoy.

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Contrastes IV

¿Cuántas veces uno vuelve? Creo que es una buena pregunta para un judío. A veces me ha ocurrido de contar cuántas veces he “vuelto” a Israel en mi vida; no digo “ido”, sino “vuelto”. Así como todos somos judíos “por elección” (todos estuvimos en la revelación en Sinaí, todos renovamos el pacto), alguna vez “dejamos” Israel y por tanto siempre estamos volviendo. Cuento las veces reales que aterricé en Ben-Gurión y por cierto me dan un número finito y real. Pero no puedo contar los regresos interiores o simbólicos, aquellos que han ido construyendo mi identidad como judío en mis cincuenta y cinco años de vida; esos son inabarcables, inasibles, como toda vivencia. Una cosa cierta sé: mi amor a la tierra de Israel tal como lo heredé de mis padres es el pilar fundamental de mí ser judío; el resto no es menor, pero se construyó sobre esa base. A su vez, como padres no enseñamos a nuestros hijos a cuidar el Shabat ni la kashrut, sino a amar Israel como patria. Tal vez no única, pero patria al fin. Cada uno enseña aquello que puede; el resto se lo confía a una escuela…

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Contraste III: dos ciudades

It was the best of times; it was the worst of times.” Charles Dickens, “A Tale of Two Cities.”

El contraste más obvio y más representativo de Israel es el que existe entre Tel-Aviv y Jerusalem. A diferencia de las historias mínimas o las impresiones personales que tratamos de compartir en las semanas anteriores, en vísperas de nuestro regreso a casa vale la pena detenerse en esta dicotomía que atraviesa Israel de un extremo a otro, pero que se expresa concretamente entre estas dos ciudades unidas por la simbólica y pertinentemente llamada “Ruta 1”. Como en tantos casos en Israel, si el tránsito fluye, en no más de treinta minutos uno cambia de paisaje y clima. Apenas descendido de la zona montañosa en Shaar Hagai se puede contemplar la llanura que se extiende hacia el mar. Son momentos breves y únicos de captación y comprensión de las historias bíblicas, de la dimensión de los espacios y geografías de esta tierra; pero el intenso tráfico obliga a avanzar.

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Contrastes II

El tránsito en Israel nos ofrece dos vivencias: una agobiante, claustrofóbica, tensa; otra relajada, paisajista, horizontal. No hay duda que la primera vivencia es la prevalente. La segunda se da en contados momentos y en pocas geografías de esta pequeña gran tierra. En Israel no puede usarse la tan manida y uruguaya expresión “a lo largo y ancho del país”, porque en términos reales, el “ancho” es técnico, pero no real. En su punto más ancho, entre la frontera con la Franja de Gaza y la frontera jordana Israel a duras penas alcanza los cien kilómetros de ancho. En su punto más angosto Israel no mide más de veinte kilómetros, entre el Mar Mediterráneo y la Autoridad Palestina. A lo largo, Israel mide algo más de cuatrocientos kilómetros desde Metula a Eilat.

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