Millones de ojos que miran

No pocas veces, ciertas desgracias humanas sólo cobran dimensión cuando una catástrofe “natural” las pone de manifiesto de manera impersonal. Tal el caso de Haití. Un ejemplo de abandono, desidia y vergüenza, donde la condición humana ha acumulado casi todas sus miserias.
 
Casi una frase dicha “como al pasar” por los profesores de geografía, los de historia, los economistas e incluso los periodistas, asegura que Haití es uno de los países más pobres del mundo, sin objeciones el más pauperizado de América, y que sólo podría encontrar un desventurado compañero de ruta en algún país perdido de Africa, uno de esos cuyo nombre ni siquiera los expertos pronuncian correctamente. Por ejemplo, Zimbabue. O Kenia, donde en el distrito de Turkana, el 74% de la población sufre de inseguridad alimentaria, es decir, no alcanza los niveles mínimos de alimentos, sufren de hambre, es decir, desnutrición. Aún así, la expectativa de vida es de 57 años. Cosas extrañas de la condición humana.

En el mundo, más de mil millones de personas viven actualmente en condiciones de pobreza extrema, es decir, con menos de un dólar al día. El 70% de ellos, son mujeres.
Parecen pocos comparados con los 1.800 millones de seres humanos que no tienen acceso a agua potable. Un poco menos de los 2 mil millones de personas que carecen de acceso a medicamentos esenciales para alcanzar y sostener una cierta calidad de vida.
En Bangladesh el 84% de la población vive con menos de dos dólares diarios. En Benín el 73,7%. En Burkina Faso el 71,8%. En República Centroafricana el 84%. En Gambia el 82,9% En Ghana el 78,5%. En Etiopía el 77,8%. En la India el 88,4%. En Tanzania el 89,9%.En Zimbabue, que referíamos antes, el 83%. Todos estos datos corresponden al Reporte de Desarrollo Humano 2008 del PNUD, Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.

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El brazo más largo de Israel

En operativos poco comunes, propios de libros de aventuras, efectivos israelíes han llegado en diferentes circunstancias a sitios alejados de sus fronteras, en lo que oficialmente se presenta como “misiones de seguridad”.  Desde la liberación en julio de 1976  de los rehenes en Entebbe, Uganda (capturados por terroristas que tomaron control de un vuelo de Air France en dirección a Tel Aviv), hasta el ataque al reactor nuclear de Irak (junio 1981), pasando por ataques a bases de grupos armados y a sus líderes en distintas partes de Oriente Medio, Israel actuó en ocasiones diversas, militarmente, fuera de su territorio.

“Es el largo brazo de Israel”, se dijo repetidamente. Algunos usaban el término en tono elogioso , otros, como dura crítica.

Pero Israel tiene otro brazo mucho más largo , alejado de la polémica: una disposición casi automática  a  enviar ayuda al exterior, a cualquier parte del mundo, en ocasiones de desastres , accidentes de gran envergadura o catástrofes naturales. Haití no ha sido la excepción.

Apenas empezaban a correr las noticias sobre la imponencia de la tragedia en el pequeño país caribeño, en Israel ya comenzaba a hablarse de la ayuda que iba a salir. La reacción parece casi un reflejo. La unidad de rescate de las Fuerzas de Defensa de Israel, con altísima experiencia en  salvamento en situaciones acúticas, se organizaba para partir hacia Haití con una rapidez que chocaba a la propia Cancilleria en Jerusalem. A tal punto fue así, que uno de los funcionarios del ministerio nos comentó: “¡Ellos ya se van! ¡Todavía no nos dijeron de Haití qué necesitan, pero la unidad de rescate ya está pronta para salir!”.

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La silla de Sevilla

No estaba perdida, sino sepultada bajo los escombros que devinieron de la distancia y del olvido. Hoy con nuevos lustres, aguarda el retorno de los que alguna vez debieron, por fuerza, abandonarla. El que regresa a Sevilla encontrará su silla.


Hay una escena dentro de la filmografía "Spielbergiana"  que me conmueve profundamente. La he visto decenas de veces y la he recordado otras tantas. Es aquella dentro del film "La lista de Schindler" en la que un judío obligado a marcharse de su hogar, remueve -a fuerza de palanca- la mezuzá, tras lo cual la besa y se la lleva a un destino incierto. Junto a su corazón guarda (todos guardamos junto a él) ese bastión material e espiritual. En ese pequeño objeto se esconde el secreto deseo de encontrar otro portal donde pueda lucir, sin prejuicio, ese símbolo inequívoco de libertad.

Desde el antiguo Egipto, (pasando por la Europa Medieval, la Era Hitleriana, los progroms, etc.) hasta la creación del Estado de Israel, el  periplo del pueblo judío ha sido un sendero errante y a veces vagabundo. Sobre el mapamundi nuestras huellas han marcado un deambular incierto, algunas veces demasiado sumiso a la voluntad de los gobiernos de turno. Seremos de cerviz dura pero siempre fuimos poco adeptos a la espada… hasta hoy. El mundo no está preparado para observar a un pueblo de Israel que se revela y que busca defender su territorio. Es más aceptable verle padecer y temblar bajo el yugo de los tiranos. Así fue durante mucho tiempo. Nuestro destino ha estado a la merced de cómo se despertaban una mañana histórica los pueblos que nos persiguieron;  y de la buena voluntad de aquellos que posteriormente nos recibieron. ¿Qué al rey de Castilla y Aragón se le canta enviarnos a ver si llueve afuera de la península ibérica? Pues entonces el Sultán nos manda unos barcos preciosos para llevarnos al Imperio Otomano. ¿Qué al señor del bigote antiestético y cruel se le da por querer convertirnos a todos en ceniza? Pues entonces el Tío Sam y todas las manos todas y todas las voces todas, de los hermanos latinoamericanos, nos reciben con un grito de libertad en la voz… con Mercedes
Sosa cantando al fondo, por supuesto.

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Amor sin escalas

“Amor sin Escalas” es una traducción pobre para un título original muy sugestivo: “Up in the Air”. En este caso, no entender inglés en una forma sutil sin duda detrae de la riqueza semántica de la película, que está pautada ya desde el título. Las traducciones al español siempre han tenido una dosis de interpretación demasiado sesgada y orientada comercialmente; generalmente el espectador se encuentra con una brecha difícil de cubrir entre el título que anuncia la película y lo que efectivamente ve en la pantalla. Tal es el caso con este film.

Tal vez la traducción más adecuada hubiera sido “En el Aire”, con lo cual se cubren dos niveles: el hecho de que el protagonista vive la mayor parte de su vida (literalmente) volando; y la falta de raíces, de ataduras, filosofía de vida que el protagonista profesa. También se cubre un tercer nivel de significado: “en el aire” quedan todas las personas despedidas a lo largo de la película. De modo que una pobre traducción no es una cosa menor. Por cierto, predispone a ver una película de un tipo u otro. La película genera, más allá de la versión del título que usemos, una expectativa que se va quebrando a lo largo de su desarrollo, del mismo modo que se va quebrando el personaje principal, Ryan Bingham, George Clooney.




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La autobiografía como memoria y proceso de decantación

Parece ser que en un determinado momento de nuestra vida sentimos la necesidad de testimoniar, de hacer memoria, de recapitular. La vida es una continua metamorfosis y un lento proceso de decantación. Almacenamos en la memoria, reordenamos, pero siempre algo queda desdibujado. Sin duda un lugar privilegiado lo ocupan aquellos recuerdos que marcaron nuestra vida y que de alguna manera forman parte de nuestra identidad. La memoria es selectiva, para bien y para mal. Recordarlo todo sería insano e imposible: “…por otra parte, lo que es recordado es diferente por naturaleza de lo que “era” la cosa que será recordada. El recuerdo advierte que hubo alguna cosa diferente de la representación actual: en eso consiste precisamente la esencia de la memoria. Es la conservación atenuada de algo.” (Giorgio Colli). La niñez es la clave en la formación de nuestra personalidad, experiencia y recuerdo de la experiencia, van modelando nuestro ser y nuestra manera de relacionarnos con el entorno. A partir de la psicología de las profundidades, sabemos que no es demasiado importante lo que tradicionalmente llamamos “verdad” o “mentira”, en la “mentira” existen elementos de verdad que de manera conciente o inconsciente no queremos expresar directamente. En el proceso terapéutico no se le exige al paciente que diga la “verdad”, si no que se exprese, que verbalice. Será la habilidad del terapeuta en la gestión de los datos y de los lenguajes verbales y no verbales a dar sentido al proceso, un trabajo mayeutico dirigido y compartido. Algo similar sucede en las autobiografías y en las memorias escritas o dibujadas: “Lo mas difícil en la configuración de una autobiografía consiste en que no se posee ninguna medida, ningún terreno objetivo desde el cual juzgar. No hay posibilidad de comparación. Yo sé que en muchas cosas no soy como los demás, pero no sé, sin embargo, como soy yo realmente. El hombre no puede compararse con nada: no es un mono, ni una vaca, ni un árbol. Soy una persona ¿pero qué es esto? Como todo ente, también yo me separé de la divinidad infinita, pero no puedo confrontarme con ningún animal, con ninguna planta y con ninguna piedra ¿Cómo se puede tener una opinión definitiva acerca de uno mismo? Una persona es un proceso psíquico al cual no domina, o solo parcialmente…La vida se me ha aparecido siempre como una planta que vive de su rizoma. Su vida propia no es perceptible, se esconde en el rizoma. Lo que se ve es la flor, y ésta perece. El rizoma permanece.” (Gustav Jung)

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100 años de presencia institucional judía en Uruguay

Artículo cedido por el Departamento de Estudios Judaicos de Universidad ORT.

El año 2009 que se termina en estos días, marca los 100 años de presencia institucional judía en el Uruguay. Lo cierto es que esto ha pasado casi inadvertido en la comunidad judía local, cosa que en lo personal lamentamos, pero que no vamos a criticar, dado que nos incluimos al menos entre
los que no hicimos el esfuerzo suficiente como para que fuera de otra forma.

También es cierto que el tema genera una cierta polémica. Sabemos que hubo quienes quisieron celebrarlo en el 2008, arrastrando lo que creemos es un error de concepto,generado a raíz de una publicación que se hizo tiempo atrás, que celebraba una cosapero para algunos dio a entender otra.

Está claro que en el Uruguay hay presencia judía desde hace bastante más de un siglo. Algunos autores la han registrado por lo menos desde 1896, aunque está claro para la
mayoría de los investigadores que debieron pasar entre ocho y doce años más para poder decir que comienza una corriente inmigratoria de judíos al Uruguay. Al principio casi exclusivamente sefaradí y proveniente en su mayoría de la Argentina.

El punto – que estaría generando esta polémica entre si la primer institución judía se
creó en 1908 o en 1909 – es si consideramos al minián (se le denomina así la conjunción de diez hombres mayores de 13 años necesaria para la realización de un rezo formal) una institución comunitaria o no.
Tal parece que en 1908, en la casa del señor Acher Soriano, se fundó el Templo Shalom, que además funcionaba allí mismo. Pero de él no tenemos más que el recuerdo de quienes por allí pasaron. Aquellos que periódicamente se juntaban para rezar. No hay actas ni documentos que certifiquen su existencia, y si bien eso para nada quiere decir que el templo no haya existido, dificulta desde el punto de vista historiográfico, registrarlo como la primer institución formal judía comunitaria que existió en Uruguay.

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La Nakba de los judíos en los países árabes

No habrá de pasar demasiado tiempo, y tarde o temprano la Autoridad Nacional Palestina conducida por Abu Mazen dará por concluida la presente etapa de cargar contra Israel en los distintos foros internacionales –por cierto, estrategia preferible infinidad de veces a los cruentos métodos de su predecesor, Yaser Arafat– y se avendrá a sentarse nuevamente a la mesa de negociaciones. Uno de los temas más ríspidos sobre la mesa, quizá el último en abordarse, será la solución al problema de los refugiados palestinos, que reclaman su llamado "derecho al retorno". Lo que nos lleva indefectiblemente a la historia de los refugiados judíos que huyeron de los países árabes.

El establecimiento del Estado de Israel en 1948 trajo aparejados dos movimientos migratorios encontrados: la denominada Nakba ("tragedia") del pueblo palestino, durante la cual unos 650.000 palestinos según datos de UNRWA abandonaron sus propiedades y sus tierras en el que pudo ser el Estado palestino, rumbo al exilio; y el éxodo no menos trágico de 850.000 judíos que habitaban hasta ese momento en el mundo árabe, y que debieron abandonarlo todo en su huida rumbo al Estado judío.

Por publicitado, manido y machacado que haya sido el exilio palestino a lo largo de los 62 años transcurridos, eso no lo convierte en un evento histórico más trágico, o su solución más justa, que el exilio forzoso sufrido por los judíos del mundo árabe.

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Sholem Aleijem, sin traiciones

A 150 años de su nacimiento, una editorial argentina publica la compilación “Cuentos escogidos”, de Sholem Aleijem, el escritor que narró como nadie la vida en los shtetls de finales del siglo XIX. El poeta e investigador Eliahu Toker asume con vigor la compleja tarea de traducir del idish los textos de este gran autor popular judío.
    
“Traducción, traición”, reza un refrán italiano criticado en alguna oportunidad por Umberto Eco (quien por el contrario, considera al traductor como un “artesano”). Esta equivalencia arbitraria planteada por aquel refrán difícilmente se aplique a “Cuentos escogidos”, la reciente compilación de textos de Sholem Aleijem a cargo del investigador argentino Eliahu Toker.

Precisamente en la introducción del libro Toker se refiere al desafío retórico que implica “sacar” a un autor de su idioma original. Y cita a Bialik: “Leer un texto literario en una traducción es como besar a la amada a través del velo”. Toker se propone volver “imperceptible” ese velo, mediante el empeño de su “oficio, amor y trabajo”.

En esta obra, la ingeniería de volver “imperceptible” el acto de traducción se vislumbra, por caso, en la inclusión de sutiles aposiciones ubicadas después de los términos en ídish. El recurso le permite a Toker dar cuenta de la riqueza idiomática del texto original, sin perder por eso continuidad en el relato.  

También suman, en este sentido, la inclusión de notas al pie con referencias históricas o terminológicas que ayudan a la comprensión de los textos a la vez que los enriquecen, como son, entre otras, las alusiones al caso Dreyfus; Hertzl, Max Nordau y los inicios del sionismo; Jmelnitzky y los feroces pogroms en Rusia.

La compilación contiene textos de los libros “Pequeñas personitas con pequeñas ambiciones”, “Cuentos para chicos judíos”, “Kasrílevke”, “Celebrando las festividades”, “Pobres y alegres”, “Relatos ferroviarios”, “Monólogos” y “Volviendo de la feria”.

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Posjudaísmo, debolismo y mixtura

Pensar lo judío argentino es pensar algo molesto, algo que molesta, que es mole, carga, peso, algo pendiente, algo que, por ello, exige una definición. Definir es circunscribir los fines, los límites, establecer un apartheid entre lo propio y lo ajeno, lo que corresponde y lo que sobra, lo que es esencial y lo que contamina. La pretendida naturaleza argentina solo admite a las diferencias subsumiéndolas en un todo integrado, según la fórmula democrática, republicana y liberal que promueve la unidad de la diversidad. Si hay una naturaleza argentina, debe haber un todo integrado, y si hay unidad de lo diverso, hay un orden. Pero si hay un orden, ¿a quién responde? Aristóteles, por ejemplo, caracterizaba a la amistad como una relación de semejanza; incluso Montaigne llegó a pensarla como la fusión de dos espíritus en una unidad moral superior. Pero si hay fusión, si hay unidad, si hay integración, si hay semejanza, ¿quién fusiona a quién?, ¿cuál de los amigos determina la semejanza? ¿Cuál faceta de lo argentino finalmente se posiciona como argentinidad? ¿Cuál perspectiva de la diversidad finalmente se establece como unidad, como unicidad, como unicato? ¿Quién habla en nombre de la esencia? No se puede ser judío argentino bajo un paradigma esencialista. Si hay esencia, si hay lo que es, hay lo que es falso, hay lo que no es. Ser argentino supone convertir a lo judío en un adjetivo más, y para ello, supone, por sobre todo, convertir a lo argentino en un sustantivo. Hipostasiarlo. Un fragmento en busca de la totalidad: ser argentino. 

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¿Hombre madre?

• ¿Por qué encerrar y tapar a las mujeres, que no hacen ningún daño y dejar sueltos y descubiertos a los hombres? ¿Acaso se encierra a los sanos y se suelta a los locos?

• En 1905, ésa es la interrogación que abre la feminista bengalí Rokeya Sakhawat Hussain en su relato “El sueño de la sultana”. El mismo se considera, hoy, un símbolo en la literatura musulmana de habla femenina.

• El cuento se inicia con una imagen tradicional. Bajo su velo, una princesa duerme en su zenana. (La palabra persa zenana significa espacio de las mujeres). En medio de su sueño, aparece una dama de identidad incierta, quien la guía a lo largo de un país utópico.

• Al modo socrático, las dos mujeres pasean dialogando. Connotan, así, que un mundo de influjo femenino sería horizontal, sin jerarquías. A través de esa conversación, desembocan en las imágenes culturales de los sexos. Aunque hasta cierto punto ingenuo, el proyecto de género que plantea Rokeya se está discutiendo hoy.

• Las interrogantes emergen cuando la sultana se da cuenta que está afuera con la cabeza descubierta. En seguida observa que, por la ciudad, transitan únicamente mujeres, todas destapadas. De ese modo, los cabellos al aire se yerguen en signo del predominio femenino. 

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