La silla de Sevilla

No estaba perdida, sino sepultada bajo los escombros que devinieron de la distancia y del olvido. Hoy con nuevos lustres, aguarda el retorno de los que alguna vez debieron, por fuerza, abandonarla. El que regresa a Sevilla encontrará su silla.


Hay una escena dentro de la filmografía "Spielbergiana"  que me conmueve profundamente. La he visto decenas de veces y la he recordado otras tantas. Es aquella dentro del film "La lista de Schindler" en la que un judío obligado a marcharse de su hogar, remueve -a fuerza de palanca- la mezuzá, tras lo cual la besa y se la lleva a un destino incierto. Junto a su corazón guarda (todos guardamos junto a él) ese bastión material e espiritual. En ese pequeño objeto se esconde el secreto deseo de encontrar otro portal donde pueda lucir, sin prejuicio, ese símbolo inequívoco de libertad.

Desde el antiguo Egipto, (pasando por la Europa Medieval, la Era Hitleriana, los progroms, etc.) hasta la creación del Estado de Israel, el  periplo del pueblo judío ha sido un sendero errante y a veces vagabundo. Sobre el mapamundi nuestras huellas han marcado un deambular incierto, algunas veces demasiado sumiso a la voluntad de los gobiernos de turno. Seremos de cerviz dura pero siempre fuimos poco adeptos a la espada… hasta hoy. El mundo no está preparado para observar a un pueblo de Israel que se revela y que busca defender su territorio. Es más aceptable verle padecer y temblar bajo el yugo de los tiranos. Así fue durante mucho tiempo. Nuestro destino ha estado a la merced de cómo se despertaban una mañana histórica los pueblos que nos persiguieron;  y de la buena voluntad de aquellos que posteriormente nos recibieron. ¿Qué al rey de Castilla y Aragón se le canta enviarnos a ver si llueve afuera de la península ibérica? Pues entonces el Sultán nos manda unos barcos preciosos para llevarnos al Imperio Otomano. ¿Qué al señor del bigote antiestético y cruel se le da por querer convertirnos a todos en ceniza? Pues entonces el Tío Sam y todas las manos todas y todas las voces todas, de los hermanos latinoamericanos, nos reciben con un grito de libertad en la voz… con Mercedes
Sosa cantando al fondo, por supuesto.
Entre arribos y partidas, nuestro pasaporte da muestras de muchas fronteras traspasadas. Algo está claro: nuestra travesía por los territorios extranjeros no ha pasado desapercibida.
La presencia de los judíos en España fue fundamental para el desarrollo de la cultura, la filosofía, la literatura, la economía y la ciencia. Expertos en astrología colaboraron con la navegación e incluso hay quienes afirman que astrólogos judíos asesoraron y viajaron junto a Colón (ver lecturas recomendadas al final de este artículo). Los judíos sefardíes respetaban sus tradiciones pero estaban totalmente integrados a la sociedad, sin asimilarse. Esto les permitió a muchos de ellos tener altos cargos en el gobierno,  ser asesores comerciales de reyes y ministros, realizar traducciones de libros de filosofía y ciencia, generar una prolífica literatura y poesía, dejar un legado moral, espiritual y cabalístico;  y por supuesto ayudar en el desarrollo de la medicina, con Maimónides a la cabeza (cuya ídem se alza orgullosa en la judería de Córdoba y todos los turistas foto, foto, foto).

Si su curiosidad, querido lector,  lo impulsa a investigar puede buscar en Google los nombres de: Hasdai Ibn Shaprut, Joseph Ibn Nagrella, Abraham Abulafia (ejem, no puedo dejar de nombrar a mi "tío")  Isaac Ben Baruch Albalia, Yehuda Ha-Levi, Moisés de León, Abraham ben Samuel Zacut, Salomón Ben Gabirol, Josef ibn Paquda, Isaac Abravanel, entre una lista interminable de personalidades  que colaboraron con la prosperidad de España hasta finales del siglo XIV.

Al partir, a lo Nino Bravo.

"Me voy pero te juro que mañana volveré"…canta Nino Bravo desde los parlantes de mi ordenador y agrega algo así como, " es ligero equipaje para tan largo viaje, las penas pesan en el corazón, más allá del mar habrá un lugar donde el sol cada mañana brille más, forjaran mi destino las piedras del camino, lo que nos es querido siempre queda atrás…". Nino no estuvo en aquellos tiempos, pero de haber sido un trovador medieval , de seguro este tema hubiese sido un hit.  La punta de la madeja que llevaría al edicto redactado en Granada en 1492 comenzó una primavera de 1391, fecha en la que tuvo lugar el sangriento asalto de la judería de la ciudad de Sevilla, promovida por el arcediano  Ferrán Martínez  (¿no tenía nada mejor que hacer,  este señor?). Allí cientos de judíos murieron bajo el cuchillo de una horda enardecida que asaltó la aljama sevillana. Sólo la promesa desesperada de recibir el bautismo salvó la vida de aquellos que prefirieron convertirse al cristianismo antes de sufrir una muerte violenta. Estos ataques se extendieron en otras juderías del terreno español. Muertes, conversiones y exilios hasta llegar, como mencionamos anteriormente, al edicto de expulsión un siglo después. La silla que tuvimos que abandonar en Sevilla, Córdoba, Barcelona, Tudela, Jaén, Granada, Gerona, Palma de Mallorca, Segovia, Oviedo, Toledo, etc., etc., etc. y muchos más etc.…, aún reclama el regreso de los expulsados. Esta silla no la hemos perdido al marcharnos, sólo ha sido sepultada bajo los escombros que devienen del olvido y la distancia. Tampoco los siglos han podido borrar el testimonio que aún se conserva en las antiguas poblaciones sefardí; y que hoy el gobierno español felizmente se esfuerza por recuperar y difundir (sobre todo de la mano de dos instituciones gubernamentales: La Red de Juderías  www.redjuderias.org   y Casa Sefarad – Israel  www.casasefarad-israel.es).

Quienes recorran estos "caminos de sefarad" se maravillarán con las sinagogas, los Call de Cataluña, el Maguen David que aún se vislumbra en la fachada de la Iglesia de Palma de Mallorca, con las sinagogas y la magnífica judería de Toledo, con la pequeña pero deliciosa sinagoga de Córdoba y con todos los vestigios que aún laten bajo vírgenes que lloran, mezquitas hebraizadas y muros que se lamentan.
Sin embargo en mi opinión la metáfora edilicia más notable de nuestra huella por España- por su poder de síntesis- es el hueco que han dejado las mezuzot en las puertas de las antiguas casas. De pie, frente a ese vacío en la piedra no puedo evitar evocar a mis ancestros y redimirlos con mi presencia soberana en la tierra de la que nos alejamos hace más de cinco siglos. Imagino al ángel bíblico sobrevolando este umbral en el que confluyen todos los tiempos y la piel se me pone de gallina (a la plancha).
Una vez más, el violín de la banda sonora de la lista de Schindler suena en mi mente y  aparece ese judío (que representa siempre a cada judío y judía de nuestro pueblo) ora colocando la mezuza en la puerta,  ora quitándola para llevarla, junto a su corazón, a un nuevo destino.

El llavero solitario

Las sillas de Sevilla, de Málaga, de Palma de Mallorca, de Valencia, de Madrid, de Barcelona, etc., etc., han comenzado ha recibir a los judíos que regresan a lugar que alguna vez fue su hogar. Pero también invitan al descanso a aquellos que han estado aquí siempre, escondidos bajos las máscaras de una identidad ajena: los Bnei Anusim  .
Así como en la geografía existen pistas del legado sefardí, dentro de los Anusim existió en sus familias trazas de su ascendencia judía. Una llave que colgaba en el llavero de la tradición pero que nadie sabía para qué puerta servía. Ellos relatan que ignoraban la razón de muchas costumbres familiares. No sabían que descendían de judíos, sin embargo cumplían con algunas mitzvot ignorando su origen. Diversos ejemplos dan prueba de esto, desde el hecho de no comer cerdo, o en cierta época del año no comer pan, o "tomar una sopa con unas bolas extrañas" que luego descubrieron eran de harina de matza. Existen hogares donde encienden dos velas los viernes por la noche e incluso muchos conservan hasta el día de hoy la vajilla separada para la carne y la leche. 

Los aires democráticos ibéricos y las redes de comunicación del nuevo milenio han logrado que muchos Anusim descubran su pasado hebreo, retornen a sus raíces y coloquen en las puertas de sus casas el regreso a la libertad. La puerta está abierta y el gobierno de España ha colocado en el porche un felpudo que reza "Bienvenidos". (No se puede decir lo mismo de la mayoría de los medios de comunicación españoles y de cierta ignorancia popular, pero esto es arena de otro costal).

Con una maleta gastada a cuestas y mucho polvo del camino hemos avanzado desde la destrucción del primer templo  por los senderos de la diáspora,  ejerciendo como pudimos nuestro derecho y nuestro privilegio de SER JUDÍOS.  No es esta sentencia fruto de un proselitismo religioso ni de un patriotismo devenido de tanto ostracismo.  Cuando el hogar no está dado por la casa, el país, o la nacionalidad, el único espejo que nos devuelve la imagen de nuestra identidad es la pertenencia a un pueblo, sin importar de qué lado del abanico religioso soplen nuestros vientos.  

Lecturas recomendadas:  
•    Responsa Rabínicos y Cartas Reales. Autor Yom Tov Assis.
•    Una síntesis del legado sefardí en España. Publicado por el Centro Virtual Cervantes.
•    Los judíos y el descubrimiento de América. Publicado por la Academia Antioqueña de Historia.

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