Sholem Aleijem, sin traiciones

A 150 años de su nacimiento, una editorial argentina publica la compilación “Cuentos escogidos”, de Sholem Aleijem, el escritor que narró como nadie la vida en los shtetls de finales del siglo XIX. El poeta e investigador Eliahu Toker asume con vigor la compleja tarea de traducir del idish los textos de este gran autor popular judío.
    
“Traducción, traición”, reza un refrán italiano criticado en alguna oportunidad por Umberto Eco (quien por el contrario, considera al traductor como un “artesano”). Esta equivalencia arbitraria planteada por aquel refrán difícilmente se aplique a “Cuentos escogidos”, la reciente compilación de textos de Sholem Aleijem a cargo del investigador argentino Eliahu Toker.

Precisamente en la introducción del libro Toker se refiere al desafío retórico que implica “sacar” a un autor de su idioma original. Y cita a Bialik: “Leer un texto literario en una traducción es como besar a la amada a través del velo”. Toker se propone volver “imperceptible” ese velo, mediante el empeño de su “oficio, amor y trabajo”.

En esta obra, la ingeniería de volver “imperceptible” el acto de traducción se vislumbra, por caso, en la inclusión de sutiles aposiciones ubicadas después de los términos en ídish. El recurso le permite a Toker dar cuenta de la riqueza idiomática del texto original, sin perder por eso continuidad en el relato.  

También suman, en este sentido, la inclusión de notas al pie con referencias históricas o terminológicas que ayudan a la comprensión de los textos a la vez que los enriquecen, como son, entre otras, las alusiones al caso Dreyfus; Hertzl, Max Nordau y los inicios del sionismo; Jmelnitzky y los feroces pogroms en Rusia.

La compilación contiene textos de los libros “Pequeñas personitas con pequeñas ambiciones”, “Cuentos para chicos judíos”, “Kasrílevke”, “Celebrando las festividades”, “Pobres y alegres”, “Relatos ferroviarios”, “Monólogos” y “Volviendo de la feria”.
¿FICCIONES?

Sholem Rabinovich nació en 1859 en un pueblito de Ucrania, Pereiaslav. Su infancia transcurrió en Voronka, otro pueblito vecino. Si bien comenzó escribiendo en ruso y en hebreo, adoptó al idish como el idioma que marcaría su extensa obra. El humor pesó incluso en la elección del seudónimo, Sholem Aleijem, un juego de palabras entre su nombre y el tradicional saludo hebreo, “Shalom Aleijem”, “La paz esté contigo”.

Falleció en 1916, en Nueva York, a los 57 años, tras recorrer una prolífica carrera literaria que incluye más de cuarenta volúmenes, entre novelas, cuentos y obras de teatro. “El violinista en el tejado”, también conocida como “Tevie, el lechero”, acaso su obra más reconocida mundialmente, fue llevada al cine y al teatro.

Sus textos pertenecen al mundo de la ficción. Sin embargo, se tratan de ficciones que muestran la cotidianeidad del shtetl de fines del siglo XIX y principios del XX, en donde la tradición y la modernidad comienzan a mezclarse. Muchos emprendieron camino hacia las pujantes metrópolis (“América” en especial Nueva York aparecen como los íconos de lo moderno y símbolo de una “otredad” mirada con curiosidad pero sin demasiado desvelo).

En ese sentido podemos destacar en Sholem el carácter de cronista de su época, que despliega con una singular ironía a todos ¿sus? personajes en Kasrílevke, el Shtetl imaginario ubicado en la rusia zarista, prototipo de tantas pequeñas aldeas judías que existieron en Europa.

El shnorer (mendigo), el rebe, el shadjn (casamentero), son personajes que Sholem observa con una mirada humorística; los captura y los reubica en sus relatos. En cuanto a la labor de traducción de la compilación, destacar éstos y otros términos del idish, genera un efecto casi caricaturesco, sobre todo para el que desconoce ese idioma. Así, aparecen, entre otros, términos como peisej en lugar de pésaj; Metushelaj, por Matusalén; Koisl Marovi por Kotel Hamaaravi; jeider por jeder; Shvues por Shavuot.

En Sholem Aleijem se combinan el carácter popular con lo masivo. Dicho carácter popular se expresa en ese diálogo con el lector, “ustedes”, que aparece a menudo en sus relatos. Esa inclusión no es poca cosa para los judíos de la Europa de fines de siglo XIX. Sholem contribuyó a la consolidación de la identidad de esas “pequeñas personitas” que sufrían la persecución, la ignorancia y que, condenados a vivir en la pobreza del Shtetl, soñaban con retornar algún día a su tierra, “Eretz Isroel” (sic).   


Ficha:

“Cuentos escogidos”, selección y traducción del idish de Eliahu Toker. Ediciones del Zorzal, 220 páginas.
(En 2010 se distribuirá en Uruguay).  

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