Amalec

Desde que amanecimos el pasado sábado 7 de octubre y supimos (bendito, maldito Twitter) lo que estaba sucediendo hacía ya horas en el sur de Israel (que es en todo Israel), además de muchos otros pensamientos, asociaciones, flashes, recuerdos, angustias, y comentarios aislados, sorprendidos, incrédulos, me he preguntado cómo empezar a escribir algo sobre el asunto. Mientras la incredulidad cedía, al tiempo que el desastre cobraba números y forma, cuando ya supimos que habían diezmado el Kibutz Beeri y asolado otros tantos kibutzim, ciudades, e incluso el parque donde se desarrollaba una fiesta de jóvenes, mi sensación de impotencia, incluida la impotencia creativa, iba en aumento.

Hasta que vinieron por mí. El algún momento sobre el fin de semana, y desvergonzadamente durante el mismo, el lente de la opinión pública mundial focalizó en la enésima tragedia de los palestinos en Gaza, la consecuencia lógica e inevitable del atentado terrorista de Hamas de proporciones inéditas del sábado 7 de octubre. No sé qué esperaba esa opinión pública: hablan de “proporcionalidad” con la liviandad que hablan de la realeza en el Reino Unido. ¿Qué parte fue “proporcional” a qué cuando bajaron en alas delta, cruzaron con maquinaria pesada, motos, jeeps, para matar, secuestrar, violar, y asolar toda la zona del “envoltorio de Gaza”, la primera línea de kibutzim y ciudades que protegen al resto del país de aquel infierno?

No pasó una semana y ya las víctimas palestinas son el doble de las israelíes. Es cierto. La proporción seguirá subiendo, debe decirse. El Ejército de Defensa de Israel habrá estado omiso en la invasión palestina de ese fatídico shabat de Simjat Torá, pero sigue siendo contundente, poderoso, y letal. A menos que todos los civiles abandonen la zona objetivo de la IDF, habrá daños colaterales, víctimas civiles. Las víctimas son todas vidas humanas, todas iguales ante la creación. La diferencia, entiéndase bien, es que nadie desde Israel entró en Gaza a matar, violar, secuestrar; nadie, nunca. Una operación militar en zonas civiles supone víctimas civiles. Una operación terrorista en zonas civiles apunta directa e inequívocamente, a víctimas civiles. Esa es la diferencia.

Ahora Gaza es víctima porque Israel corta agua, energía, y abastecimiento. Por unas horas, suficientes para ser victimizados. ¿Alguien esperaba lo contrario? Si es así no entiende lo básico: Israel es un Estado Judío para los judíos y otras minorías que han elegido permanecer y vivir allí: desde dos millones de árabes, que no son refugiados sino ciudadanos, así como ciudadanos druzos, beduinos, y miles de trabajadores temporarios. Por no mencionar los refugiados africanos de cuyos hijos se hace cargo el Estado, más allá de su status legal. La obligación de Israel es para con los suyos, no para con el entorno. Si desde Gaza lo atacan, usa los recursos a su alcance a sabiendas que haga lo que haga será condenado por la opinión pública.

Atacar el sur o el norte de Israel es atacar Israel entero. No sólo simbólicamente, sino en los hechos. Por un lado, las tropas que se reúnen para preparar una eventual invasión vienen de todos los puntos cardinales, de kibutzim, moshavim, ciudades; son el “primer”, el “segundo”, y hasta el “tercer” Israel. Por otro lado, el centro del país, la franja del Gran Tel-Aviv a Ierushalaim acoge a todos quienes abandonan sus hogares procurando ser menos vulnerables. No sólo todos conocen un muerto o un secuestrado; todos se hacen cargo de alguna familia movilizada. Metula, al borde del Líbano, quedó desierta. Todo Israel es Metula.

Esta mañana son 199 los secuestrados (¿desaparecidos? Dios quiera que no), y los muertos superan el millar, y aumentando. Pero la prensa, la política, la opinión pública internacional, exceptuando dignos y lúcidos defensores de Israel y la causa sionista, hoy habla de los palestinos de Gaza, muestran sus hospitales, hacen de sus niños su recurso retórico más eficiente. Hoy nadie quiere recordar el sábado 7 de octubre y el pogrom desatado en las llanuras del sur de Israel, el asesinato a sangre fría, las violaciones, los secuestros. Aunque sigan muriendo civiles palestinos en Gaza, inevitable, ellos han vuelto a ganar la batalla en la opinión pública y en la diplomacia. Israel por ahora no ha invadido y nadie puede prever cómo seguirá esta historia. El golpe de Hamas a Israel fue premeditado y letal; tarde o temprano todos ellos pagarán con su vida; pero mientras tanto Israel está en un brete difícil e inmerso en el círculo vicioso de la violencia.

Durante siglos los pogromos y matanza de judíos por ser judíos no tenían respuesta. Nadie respondía por lo judíos y los judíos no podían ni estaban preparados para responder. Sean las Cruzadas entre los siglos XII y XIII o los pogromos en Europa Oriental o en Palestina en los siglos XVIII y XIX, incluso en el siglo XX, sea la Inquisición o, finalmente, la Shoá, los judíos estaban indefensos (el Levantamiento del Gueto de Varsovia y otros similares fue la primer señal de respuesta a la barbarie). Hoy ya no. Israel es protector y justiciero. El problema de Gaza el pasado 7 de octubre es que la protección falló estrepitosamente; veremos cuánta justicia por mano propia Israel está habilitado a hacer sin romper sus alianzas más estratégicas.

De modo que de aquí en más Israel-Estado y sus ciudadanos, los que votan, sirven en el ejército, los que viven allí, tendrán que ir resolviendo cómo sigue todo esto. Eso implica cómo se maneja el Gobierno, la interna política, la movida social, y otros cientos de factores. Quien sostenga que la política es para después, no está entendiendo lo que ha sucedido. Hay quienes piden la cabeza de Netanyahu YA, hay quienes dicen que se haga cargo, hay de todo. Creo que hacer caer un gobierno en esta coyuntura es un error. Pero que no quepa duda: esto es, en gran medida consecuencia de las políticas llevadas adelante por Netanyahu, su Likud, y sus aliados, no en el último año, sino en el último lustro. El que duerme con niños amanece mojado.

El resto de los judíos en el mundo debemos prepararnos para un avance antisemita de proporciones y consecuencias insospechables. No será sólo una cuestión retórica, habrá que actuar en el terreno, buscar alianzas, usar los recursos disponibles para protegernos. Sobre todo, ser al mismo tiempo muy firmes, muy claros, y muy sabios. Victimizarnos no es la respuesta; comparar las bajas, tampoco. Se trata de explicar, una vez más, hasta que quede claro, que los judíos estamos sobre la faz de la tierra más de tres mil años para quedarnos, fieles a una idea, y ahora fieles a un Estado, cualquiera sea su Gobierno.

Comparado con la crisis antisemita de 2014 en Uruguay, esto podría ser de proporciones aún mayores. La consecuencia de esa crisis tuvo coletazos hasta dieciocho meses más tarde. Hoy vuelve a resurgir el discurso antisemita, parcial, sesgado, ignorante, e ideológico por el cual los palestinos se han apropiado del rol de víctimas y el resto, los judíos e Israel a la cabeza, somos los victimarios. Ironía histórica si las hay. Como cierre, permítanme citar nuestra Torá en Deuteronomio 25:17-18: “Recuerda lo que te hizo Amalec en el camino, a la salida de Egipto; cómo te acometió sin temor de Dios, matando a los rezagados cuando ibas cansado y debilitado, oh Israel.” Bueno, esto sucedió el pasado sábado 7 de octubre; imposible olvidar.