El Día Después de Trump

A casi una semana de los acontecimientos en el Congreso de los EEUU, más allá de las consecuencias concretas del episodio (para mí comparable, como mojón histórico, al “9/11”), creo que son ineludibles las reflexiones, opiniones, y posturas en relación no tanto sobre el hecho sino sobre su influencia en nuestras vidas y las “burbujas” de las que somos parte. Las redes sociales nos compelen a ello en la medida en que siempre las hemos usado con el fin de sumar nuestra voz, plantear nuestra inquietud, o aventurar una posición. Si uno nunca fue mero espectador de la realidad que lo circunda, son precisamente acontecimientos como los del “1/6 (2021)” los que nos convocan a dar el paso al frente.

Quiero declarar inequívocamente que nunca apoyé ni mucho menos celebré la elección de Donald Trump como Presidente de los EEUU, mucho menos su gestión. Su hija y yerno judíos, su explícito apoyo a Israel, su amistad con Netanyahu, el traslado de la Embajada de su país a Jerusalém, y los Acuerdos de Abraham, nada de eso es suficiente para justificar el elogio a una personalidad que desde el primer día de la campaña electoral de 2016 demostró su calibre moral y su falta de valores. Como judío, eso prevalece por sobre la coyuntura político-económica que permitió los logros antes mencionados.

La elección de Trump Presidente de los EEUU (“Commander in Chief” como gustan llamarlo los estadounidenses, acentuando el desproporcional poder que ostenta el cargo) es responsabilidad del pueblo estadounidense; pero sus consecuencias son mundiales. Si finalmente los cuatro años de Trump en la Casa Blanca fueron favorables a Israel, más vale que Israel esté a la altura de los acontecimientos en el futuro inmediato con una administración que será menos complaciente. A mí no me molesta que la principal potencia aliada e incondicional de mi otro país ponga límites y condiciones a su apoyo; más me preocupa que su Presidente represente los peores valores de la humanidad.

Lo sucedido el miércoles 6 en el Congreso en Washington DC obedece a la regla literaria llamada “la pistola de Chejov”: si hay un arma en el primer acto, seguramente se habrá disparado en el último. La Presidencia de Trump no podía terminar de otra manera que como está sucediendo, y todavía falta una semana. No sólo él ha sido incompetente, como tantos Presidentes en todo el mundo (todos los pueblos cometemos errores), sino que no ha dado tiempo suficiente a ningún asesor a sostener una línea de gobierno razonable a lo largo de los cuatro años.

El suyo ha sido el ego-trip de un narcisista feroz (como en “lobo feroz”, devorador) con algunas medidas oportunas y algunos logros contados. Nada de eso da para aplaudir; nadie puede pasar por la Casa Blanca y no hacer nada cuando tiene todo el poder del mundo. Uno espera que además de gobernar, el Presidente de los EEUU tenga estatura moral e inspire. No en vano Nixon renunció simplemente por mentir. Nadie puede negarle a Nixon sus méritos.

Trump será el primer presidente que se irá por la puerta de atrás: no importa en qué status esté, el próximo 20 de enero no asistirá a la ceremonia de asunción de Joe Biden. Por suerte ellos no tienen la formalidad del “traspaso de poder” que tanto dolor de cabeza le dio al Presidente Sanguinetti en 1985 en Uruguay o al Presidente Macri en 2015 en Argentina. Ellos simplemente asumen;  Biden quiere hacerlo rápido y sin ruido de modo de ponerse a trabajar. Otro hábito del que el actual presidente estadounidense carece; otro desvalor que lo adorna.

Yo creo que Trump ganó en 2016 porque su oponente fue Hillary Clinton, y no ganó en 2020 por la pandemia. Como dijera el periodista y analista de TN Nelson Castro, el Partido Demócrata tiene una crisis profunda de liderazgo y deben pensar en un futuro no muy lejano. Si los Demócratas están complicados, qué decir del Partido Republicano: muy pocos se desmarcaron de Trump; el hecho que ganara la nominación en 2016 y que votará tan bien en 2020 dice algo del electorado estadounidense.

Con esta coyuntura, el fenómeno Trump, en la versión que sea, puede estar vivo y coleando. Todos sabemos de grandes ideologías, populistas en mayor o menor grado, que se instalan a raíz de la gestión o carisma de un presidente específico; se instalan por generaciones y dibujan el perfil y el reverso de un país. Que los EEUU se debatan entre una “izquierda” demócrata y un “populismo” republicano no parece ser alentador para la humanidad. Nunca el futuro fue tan incierto.

Por último, corresponde opinar sobre las medidas tomadas por las empresas Facebook y Twitter cancelando o suspendiendo las cuentas de Donald Trump “persona”, no de la Presidencia de los EEUU. Muchos han visto esta medida como acto de censura. Creo que es una percepción equivocada: la censura la ejercen los Estados, supone la falta de alternativas, y una persecución por razones ideológicas. En este caso se trata de empresas privadas que ejercen su derecho a brindar el servicio, o no; no están obligadas. Pasadas pocas horas, han surgido varias alternativas a Twitter; tal vez alguna de estas empresas tenga su oportunidad de quebrar el aparente monopolio de los gigantes de las redes sociales. Todos sabemos de miles de cuentas que han sido cerradas por mucho menos que incitar a la violencia por parte de… ¡el Presidente de los EEUU! Concedo el derecho de odiar el imperialismo yanqui, pero seamos realistas: Trump fue demasiado lejos, y no (con)cede.

Por último, sesgados por una profunda ideología anti-EEUU, muchos han sostenido que de suceder en otro país los EEUU hubiera invadido sin mayores miramientos. En primer lugar, ya no es así, si alguna vez lo fue (probablemente sí, pero en contextos muy especiales como la Guerra Fría, por ejemplo). En segundo lugar, los EEUU ya han sido invadidos y atacados en su territorio como parte de una guerra ideológica, el famoso y perimido “choque de civilizaciones”. Sucedió en 2001 en los ataques a las Torres Gemelas, el Pentágono, y la Casa Blanca o el Congreso, nunca sabremos cuál era el tercer objetivo; sucedió en sucesivos atentados dentro de los EEUU. Sucedió finalmente en 2016 con la invasión cibernética rusa incidiendo en los resultados de las elecciones. Sin hablar de la teoría conspirativa del virus chino porque no creo en la misma, pero algunos millones de personas, en EEUU, sí lo creen; acaso los millones que votaron, votarían otra vez, a Trump.

En suma: EEUU ha sido jaqueado ya mucho tiempo, y con él el mundo occidental. Lo mismo, aunque en forma diferente, ha sucedido en Europa. Sumados a estas amenazas externas, elegir gobernantes como Trump no aporta sino que dificulta. Salirse de la UE, como ha hecho Inglaterra, tampoco es buena señal. Por eso me preocupa la elección que como votantes ejercemos los pueblos; porque sólo eso está en nuestras manos cuando hablamos de la Democracia como el mejor sistema de gobierno. Claudicar respecto a principios éticos y morales y privilegiar la coyuntura temporal es mirar a muy corto plazo y no cuidar el mayor tesoro de la cultura occidental.