Serrat Revisitado

Dalia Silberstein desde Israel, especial para TuMeser

Colgado de un barranco
Duerme mi pueblo blanco
Bajo un cielo que a fuerza
De no ver nunca el mar
Se olvidó de llorar

…Sólo el olvido camina lento
Bordeando la cañada
Donde no crece una flor
Ni trashuma un pastor

…Escapad gente tierna que esta tierra está enferma
Y no esperes mañana lo que no te dio ayer
Que no hay nada que hacer

… Busca otra luna
Tal vez mañana sonría la fortuna
Y si te toca llorar es mejor frente al mar

…Y me pregunto ¿por qué nacerá gente si nacer o morir es indiferente?

(Extraído de «Pueblo Blanco», J.M. Serrat)

Letra de acero, dura y fría.  Letra de fuego, que hiere y quema.  Escrita sobre paisajes remotos y gentes lejanas… ¿Cómo es que al leerla hoy, ésta y también las que siguen, ya no imaginamos aquellos paisajes y aquellas gentes de libro, de poesía, de novela? ¿Cómo sucede que al volverlas a leer o a escuchar, se dibuja en nuestra mente nuestro barrio, nuestra ciudad, nuestro propio país?  Tal vez porque son letras que se forjaron en otro rincón de un mismo Mediterráneo.  Quizás por eso se ajustan – casi sin esfuerzo y a la casi perfección – a esto tan estropeado, hundido y acotado, a este hueco vacío, en lo que se ha convertido aquello a lo que devenimos en llamar – nuestra vida aquí.

Por la manchega llanura
Se vuelve a ver la figura
De Don Quijote, pasar
Va cargado de amargura

Va vencido el caballero
Que retornó a su lugar

…Hazme un sitio en tu montura
Caballero derrotado
Hazme un sitio en tu montura
Que yo también, voy cargado de amargura
Y no puedo batallar       

(Extraído de «Vencidos», J.M. Serrat)

Lejos, desde fuera de este Israel abatido y sombrío, unos cuantos millones de ojos otean desesperados la llanura.  Desean rescatar, ver en nosotros, siquiera un atisbo de sus anhelos e ideales más antiguos y profundos. Desde muy dentro de este Israel lacerado y desfigurado, algunos nos doblegamos bajo el peso de semejante responsabilidad. Cargados de amargura y sin poder ya más batallar, buscamos acaso un sitio en la montura donde se nos permita lamer nuestras heridas, revisar nuestros ideales, aprehender el dolor.  Y dejarlo todo estar. Sin más.

Harto ya de estar harto, ya me cansé
De preguntar al mundo por qué y por qué
La rosa de los vientos me ha de ayudar
Y desde ahora vais a verme vagabundear
Entre el cielo y el mar, vagabundear

…No me siento extranjero en ningún lugar
Donde haya lumbre y vino tengo mi hogar
Y para no olvidarme de lo que fui
Mi patria y mi guitarra las llevo en mí

…Qué más da, qué más da, aquí o allá
Qué más da, qué más da, aquí o allá      

(Extraído de “Vagabundear”, J. M. Serrat)

¿Y si pudiésemos unirnos «a un vuelo de palomas, y atravesando lomas» (“Vagabundear”, J.M. Serrat) dejar la herida atrás? ¿Y si lo que necesitamos para vivir armoniosamente nuestras vidas lo llevamos dentro – como nos enseñan tantas corrientes filosóficas? ¿Y si la patria y la guitarra, la lumbre y el vino, van a cuestas y siempre dentro de nosotros?

Entonces… ¿qué más daría, qué más da – aquí o allá?