Pesaj 5784

Como nunca este Seder de Pesaj ha sido merecedor de pensamiento, planificación, y dedicación. No me refiero al guefilte-fish o los kneidalaj. Me refiero a los nutrientes espirituales. Concretamente, al relato de la Hagadá, que ocupa y pauta la reunión familiar o comunitaria. Uno es tan judío como el marco judío en el que se mueve; sé con certeza que en mi círculo ha habido mucho esfuerzo en torno a los contenidos que elijamos relatar este año.

Quienes venimos usando la Hagadá Latina desde su primer edición en 2013, que ya de por sí suma textos al texto canónico, hemos tenido la oportunidad este año de considerar textos adicionales pos 7 de octubre a través de un suplemento preparado por los autores originales, Mishael y Noam Zion, y traído al español por nuestros amigos Helen y David Raij. Confrontar, elegir, asimilar, y pensarnos en la noche del Seder ha sido un desafío. Como dice la Hagadá, daieinu, o como dijera el poeta, “con eso tengo bastante”.

En la NCI de Montevideo se convocó a una actividad para pensar este Pesaj. De ella surgieron dos disyuntivas claras: una, seguir un seder (orden) priorizando el nuevo material a la luz de la realidad que nos confronta este año; o dejar el discurso más libre y espontáneo a cargo de los participantes, acaso con algunos disparadores.

Como dijo alguien, “este año quiero escuchar”. Está claro que cualquier texto, sea canónico o una propuesta para un nuevo canon, tiene un fin didáctico (ese es el fin último de la Hagadá y la ceremonia del Seder de Pesaj). Escuchar se asemeja más a una libre asociación de tipo psicoanalítico; lo cual está muy bien considerando que ha sido un año de trauma.

Si bien uno es tan judío como el marco judío en que se mueve, no desconocemos que hay muchos marcos judíos. Nunca son demasiados y nunca son suficientes si pensamos en que cada judío encuentre su lugar; son redundantes si pensamos en cómo sustentarlos, pero ese no es el tema que nos ocupa. Tal vez algunos o muchos judíos prefieran pensar menos y adherirse a las tradiciones más arraigadas, a los textos más conocidos y abstraerse, no sin consciencia, de los tiempos que corren. Por aquello de que “también esto pasará”.

O no. Desde este espacio hemos dicho muchas veces en los últimos dieciocho meses que lo que está sucediendo es Historia Judía y nosotros somos sus protagonistas. No la leemos en libros o documentos ni en sagas heroicas ni en leyendas o mitos: lo que ha sucedido está documentado en tiempo real. Lo sabrán nuestros nietos y futuras generaciones, pero ya lo sabemos nosotros ahora, hoy.

Como pocas veces se cumple la exhortación de la Hagadá: en cada generación debe uno verse como si uno hubiera salido de Egipto. Como escribió Fania Oz-Salzberger en un posteo @X, tal vez todavía “estemos en lo profundo del desierto”, pero nadie tiene duda que hemos sido movilizados. Más que ningún otro Pesaj, esta noche marcará la diferencia entre un tiempo que fue y otro que vendrá, como sucedió en aquella noche fundacional.

Por lo tanto, y como una suerte de equilibrio, por precario y frágil que resulte, tal vez una opción sea seguir el orden del Seder pautado por la Hagadá pero abreviar la alegría, no dar lugar al odio, pensar cuidadosamente algunas tradiciones, sumar algunos textos actuales, e incluir signos y señales que representen la nueva realidad. Seguramente “esto también pasará”, pero no podemos saber qué secuelas dejará.

Probablemente queden plasmadas en las mesas de Pesaj por generaciones.

El año próximo en Ierushalaim. En paz. Amén.