Estado de Situación

Así dice Elesiastés 2:13: Y vi que la sabiduría sobrepuja a la ignorancia como la luz a las tinieblas.

Intentemos dejar atrás la desolación y el vacío, las tinieblas y el abismo, y refugiémonos en el espíritu de Dios que sobrevuela la faz de la tierra. Pero seamos nosotros quienes digamos: “haya luz”, asumamos la responsabilidad. Sólo nos resta saber si nuestra palabra, a diferencia aquella del Génesis, basta. Intentémoslo.

Cuando publique estas líneas estaremos en ciento treinta días de guerra en Gaza, más o menos. Cada día nos llegan más noticias de las que podemos digerir. Al principio no podíamos asimilar la tragedia; pasados cuatro meses queremos seguir creyendo que los rehenes son moneda de cambio, pero al mismo tiempo hemos aceptado que liberarlos y destruir a Hamas no es, nunca fue, una combinación razonablemente posible. Entre tanto han muerto rehenes en cautiverio, Gaza está destruida, y Sinwar sigue prófugo. En suma: reaccionamos al 7 de octubre pero estamos llegando al final del camino. En ese sentido, Rafah, en la frontera con Egipto, el último bastión de Hamas, no puede ser geográficamente más gráfico y simbólico.

Es difícil decir cómo saldremos de esto. No cómo “terminará”, sino cómo empezamos a salir de modo que algún día esta pesadilla tan temida llamada “Gaza” quede atrás (por algo durante veinte años nunca había sido invadida de este modo por Israel); o si quedará a espaldas de Israel como una espada de Damocles para siempre.

Hay muchas propuestas circulando: las que conocemos y las que no. Las primeras son de periodistas y editores, las otras son de los gobiernos involucrados. Como explicó en forma brillante Thomas Friedman en un artículo de opinión el 25 de enero pasado, el mundo está librando dos guerras simultáneas e interconectadas (Ucrania y Gaza) que se reducen a una confrontación binaria entre “la red de resistencia” y “la red de inclusión”; recomiendo leer el extenso artículo (https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/por-que-las-guerras-de-ucrania-y-gaza-estan-interconectadas-y-como-pueden-cambiar-para-siempre-el-nid25012024/).

Así como Friedman no ve la guerra en Gaza en forma aislada, puntual, o reduccionista, y salvando las enormes distancias que me separan de él en cuanto a capacidad, conocimiento, y puntos de vista (o sea, el lugar desde el cual miramos la realidad), creo que es momento de afrontar algunas verdades que muchos entre nosotros (la opinión pública judía, sionista, pro-Israel) se han negado a ver.

No hay una realidad “Oct6” y otra realidad “Oct7”, sino un continuo quebrado por el mayor atentado perpetrado en territorio israelí en toda su historia, sólo comparable a los pogromos en Rusia y Polonia previos a la Shoá.

Cuando amanecimos el 7 de octubre desconcertados y aterrados por el desastre, Israel vivía en un contexto político y civil determinado. Hamas mató, violó, secuestró, y arrasó pero la realidad interna de Israel quedó, a lo sumo, en suspenso. Tan es así, que durante días parecía que el gobierno no actuaba: una mezcla de shock y una buena dosis de prudencia ante la rapidísima movida de los EEUU en la zona. Los ataques aéreos eran, desde hacía mucho, casi rutinarios; preparar las tropas llevó tres semanas y recién entonces comenzó una operación que ni siquiera estaba, hasta ese momento, demasiado preparada.

Hasta pasado el primer alto al fuego e intercambio de rehenes por prisioneros, el mundo dio “carta blanca” a Israel; desde entonces, en la medida que la guerra se hizo más real, profunda, y difícil, el mundo esgrimió su versión de un “libro blanco”. La pulseada entre Israel y la opinión pública mundial es cada día más dura. En la medida en que “ganar”, “desmantelar a Hamas”, y “rescatar a los rehenes” no ha sido posible, el calendario de Israel también ha vuelto al 6 de octubre. Había temas sobre la mesa, una interna civil feroz, y valores existenciales en juego. Nada de eso ha desaparecido después del 7 de octubre; más bien, es su telón de fondo, las bambalinas donde transcurre todo aquello que queríamos ignorar durante estos cuatro meses. ¿Cómo vamos a hablar de cambiar un PM, un gobierno, en medio de una guerra?, decían.

Hubo quien lo hizo, como señaló @EinatWilf respecto de los británicos cuando se desató la 2ª Guerra Mundial y cambiaron a Chamberlain por Churchill; era posible, era legal, pero no se hizo. Tímidamente se sumaron Gantz y Eisenkot al gabinete de guerra junto al ya ministro Gallant, el más sensato entre sus pares. En otras palabras: la hora exigía “gobernabilidad” y se obtuvo. En los hechos, “la interna” nunca dejó de estar en la agenda. La guerra ha disimulado o llanamente tapado maniobras presupuestales y otras decisiones de tipo político interno, no vinculadas a la guerra. La baja de la calificación de la agencia Moody’s ha sido otra señal clara que la guerra se lucha en el frente pero sus consecuencias afectan la retaguardia: el estilo de vida israelí.

Las FDI han avanzado hacia el sur de Gaza y el gobierno se plantea el dilema de Rafah. Así como se está llegando un punto culminante en la guerra, Netanyahu está llegando a un punto culminante en su mandato: si cede a las demandas de Hamas, su gobierno cae; si no cede, su país sigue pagando con vidas (rehenes, soldados, y la calidad de vida de sus ciudadanos). En definitiva, Israel está hoy tan embretado en lo interno como estaba hasta el 6 de octubre: el avance de la Reforma Judicial se había enlentecido o detenido, pero la coalición fascista con su mayoría de sesenta y cinco bancas seguía intacta; hoy nada ha cambiado, excepto que el país recibió el peor golpe terrorista de su historia, tiene sus heridas abiertas, y se desangra. Como hasta Oct6, no aparecen los cinco políticos que dejen a Netanyahu en minoría.

Muchos han censurado la crítica reflexiva en tiempo de guerra en aras de la unidad de Israel; lo sé y lo digo con propiedad. Más difícil es admitir que la confrontación civil debilitó al Estado y desgastó las instituciones. De hecho, la única unidad probada en estos cuatro meses ha sido la de los soldados y el pueblo de a pie.

A nivel político electoral, nada ha cambiado. Todos postergan la caída de Netanyahu, pero tal como leo la realidad hoy, me temo que, pagando precios altísimos, conseguirá mantenerse en el poder. Le basta con matar a Sinwar y rescatar algunos rehenes y volverá a ser el rey de Israel, el mago que saca conejos de la galera, el político de la foto oportuna con Gilad Shalit. Nunca subestimemos a Netanyahu.

(Al momento de esta publicación, han sido liberados dos rehenes en una exitosa operación militar en Rafah; en buena hora. No cambia mi tesis)

Por todo esto, creo que Nov1, 2022, cuando Netanyahu gana las elecciones y se perfila a formar el gobierno fascista que finalmente formó, es el punto de arranque de la mayor desgracia en la historia de Israel en la modernidad. Si uno quiere ser todavía más fatalistamente exacto, el momento se remonta al 30 de junio de 2022 cuando la diputada Idit Silman traiciona al interesante, experimental, y plural gobierno de Bennet-Lapid-Gantz obligando a elecciones anticipadas.

Israel no caerá, no en este milenio, pero su naturaleza habrá cambiado para siempre y la era habrá parido una criatura que como judíos tendremos que volver a conocer. La que amábamos late muy tenue.