Mis palabras en IK 5784 en NCI Montevideo

Siempre me ha parecido poco verosímil la solemnidad del español usado en el Majzor. Que pierde la fuerza concisa y contundente del original en hebreo. Permítanme una aproximación interpretativa de la tradicional invocación previa a Kol Nidre:

Entre el reino de los cielos y el plano terrenal, con pleno conocimiento de las circunstancias, esta congregación asume rezar entre transgresores.

Es muy fácil suponer que los “avarianim”, en la liturgia “transgresores”, son otros y que nosotros nos dignamos a rezar con ellos, asumiendo la ficción de que somos todos iguales y todos pasibles de perdón.

La palabra en hebreo que mejor aplicaría a este acto colectivo, y que todos conocemos en otro contexto, es “arevim” más que “avarianim”. Que quiere decir garantes. Quiero creer que nos congregamos para hacernos cargo de nuestros errores u omisiones: los de unos hacia los otros, y colectivamente, como congregación.

Este Iom Kipur 5784 está especialmente marcado por una invocación colectiva que excede lo comunitario. La invocación este año es de carácter nacional.

Hace cincuenta años, en IK 5734, nadie imaginaba el dramatismo que unas horas más tarde devoraría nuestra liturgia y nuestro ayuno. A esta hora, aquel día, nadie sabía que no habría ni Minjá ni Neilá, nadie imaginó que Ioná no llegaría a ser vomitado por la ballena para así tener su epifanía personal. “Ioná”, un texto que habla de hacerse cargo a pesar de uno mismo y a pesar de todo. Aquel año IK fue, sin ambages, una guerra por la supervivencia.

Asumir los errores y reparar las heridas abiertas por la guerra de Iom Kipur y la crisis que trajo consigo no precisó esperar al IK siguiente. El Estado de Israel nunca fue perfecto, su realidad era muy dura, pero todavía eran tiempos de ideales: los responsables se hacían cargo. Así sería por muchos años más, cualquiera fuera el gobierno.

¿Por qué traigo a esta bimá, la noche de Kol Nidre, el quincuagésimo aniversario de aquella guerra?

Porque estamos muy acostumbrados a conmemorar dos tipos de eventos: aquellos en que fuimos perseguidos y asesinados y aquellos que supusieron grandes victorias y logros. La Shoá y la Unificación de Jerusalém, respectivamente, son un ejemplo de cada situación.

La Guerra de Iom Kipur de 1973 nos propone conmemorar un momento de toma de consciencia.

Este año nos regalaron un libro conmovedor: “Who by Fire”, del periodista Matti Friedman, sobre Leonard Cohen en el Sinaí durante la Guerra de Iom Kipur.

¿Cómo se combina la poesía y la búsqueda personal de un judío canadiense de clase media aislado a sus treinta y nueve años en una perdida isla griega, agotada su inspiración artística, con una guerra que súbitamente jaquea Israel?

A pocos meses de regresar del Sinaí, donde deambuló y cantó para las tropas durante el tiempo que duró la batalla, unas tres semanas, Leonard Cohen escribe en su cuaderno de apuntes:

¿Quién por el fuego, quién por el agua, quién al amanecer, quién durante la noche, quién por una orden, quién por su propias manos, quién en medio del amor, quién por la multitud furiosa, ¿a quién debo anunciar?

Es su primer aproximación a su canción “Who by Fire”. De todas las canciones de Cohen, esta me cautivó desde tomé contacto con su obra hace cuarenta años. Muchos años más tarde supe que era su versión de Unetané Tokef.

Iniciamos estos IN con pleno conocimiento de lo que está sucediendo. No hay sorpresas. Estamos ante una crisis sin precedentes en la historia del Israel moderno. Hace cuarenta semanas Israel y el pueblo judío sabemos de exactamente de qué estamos hablando. Algunos prefieren no hablar, otros prefieren no hablar mucho, otros quieren que el tema sea excluyente. Está claro que nadie puede hacerse el distraído.

Si la invocación de Kol Nidre nos desafía a hacernos cargo, la invocación de Unetane Tokef, también en una traducción interpretativa, simplemente nos dice: demos vigencia a la santidad del día. Hagámonos las preguntas que merecen hacerse en este día único en el Luaj. Como hicieran nuestros sabios de bendita memoria en el tratado talmúdico de Iomá, dedicado exclusivamente a IK. Como hizo Leonard Cohen cuando anduvo en el desierto. Mediante un puñado de canciones plasmó sus grandes interrogantes como judío y las brindó a la Humanidad.

Desde que todo esto empezó he sostenido, inequívocamente y en forma personal, tres cosas: donde estoy parado respecto a este conflicto; que está en juego nuestra identidad; y que esto nos está pasando a todos; es Historia con mayúscula y somos sus protagonistas, querámoslo o no, callemos o hablemos.

Leonard Cohen salió de su ostracismo y silencio, se sumó a las tropas en el Sinaí, volcó su sensibilidad en almas en pena y cuerpos exhaustos, y emergió no como el imponente Moisés de Cesar B. De Mille desde la zarza ardiente sino como el humilde arameo errante que fuera nuestro patriarca. Leonard Cohen se refundó después de aquella experiencia.

Sumó sensibilidad y hondura al legado judío que traía consigo desde “Las Puertas del Cielo”, su barrio y su sinagoga en Montreal. “Who by Fire”, “Haleluya”, y “You Want It Darker”, con su tenaz “hineni”, casi en vísperas de su desaparición física, nos muestran como una crisis, por trágica que sea, puede transformarnos. Leonard Eliezer Hacohen hizo honor a su nombre; cumplió su rol como nación de sacerdotes y fue luz para las naciones.

Nos toca a nosotros, y nada mejor que empezar por la comunidad que nos une, decir “hineni” y aspirar a ser un pueblo santo. Hace cincuenta años la justicia y misericordia del Avinu Malkenu se perdió en el caos del desierto. Seamos justos y misericordiosos con nosotros mismos, seamos garantes unos de los otros, y hagámonos cargo.

Si no soy yo, quién. Si no es hoy, cuándo.

Gmar Jatimá Tová!