«Próximo Prójimo»

Pierre Simon Assouline , The Times of Israel, 28 de mayo de 2017

Bernard Henri-Levy, “filósofo y humanista”. Esta es la forma en la que los afiches a la entrada de la Universidad de Tel Aviv, donde el inteclectual se presentó el 15 de mayo, presentan a “BHL”. Personalidad emblemática de los “nuevos filósofos” de los años 70, hombre de grandes causas, que se dice que susurra al oído de los presidentes, recibió allí el título de Doctor Honoris Causa. Lejos del Barrio Latino, ese que se ve a sí mismo como un Jonás moderno, a veces objeto de burlas, vilipendiado, pero siempre escuchado, en Israel disfruta de un aura siempre poderoso, considerando la cantidad de personas que vinieron a escuchar la presentación de su libro “El espíritu del judaísmo”.

En la misma noche, en el festival DocAviv de Tel Aviv, presentaba “La batalla de Mosul”, su último documental en zona de guerra. Times of Israel se reunió con el intelectual antes de su conferencia para hablar de su apoyo a Emmanuel Macron, de las turbulencias de la presidencia de Trump, de su reportaje en Irak, y de su vínculo – nuevo – con el estudio de los textos del judaísmo, tema central de su último libro.

¿Por qué razones la figura paradójica del profeta Jonás, un profeta que no quiere obedecer las órdenes de Dios, está omnipresente en el espíritu del judaísmo?

Es una figura que me ha fascinado desde siempre. La peculiaridad de Jonás, como usted sabe, es que lleva una profecía que no está dirigida a los miembros del reino de Israel, sino a un pueblo idólatra, ¡e incluso enemigo! Se trata de Nínive, la capital de Asiria. Y siempre me pareció muy enigmática, muy escandalosa para la mente, muy bella, esta idea de ir a hablar con el enemigo. Ese que sabemos que no hablaría con nosotros. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir querer contribuir a la redención del otro radical. Es una situación límite en la historia judía, que para mí es apasionante. Yo lo digo en el libro, ha habido momentos importantes de mi vida en los que tenía conmigo el libro de Jonás. Cuando hace 15 años seguí los pasos de Daniel Pearl, y pasé tantos meses en Pakistán: tuve la sensación de estar en Nínive. Cuando fui, en nombre del gobierno francés, a realizar una misión de evaluación de la reconstrucción de Afganistán, después de la muerte del comandante Massoud, tuve la sensación de estar en una especie de Nínive. En Libia, había una especie de Nínive también.

La figura de Jonás es ambivalente, porque se niega a aceptar su misión…

No es que no tuviera ganas de ir allí, es que no puede creer en esa orden. Encuentra que su sentido literal es escandaloso. Y se esconde, porque siente que Dios lo pone a prueba; porque siente que es una trampa que le pone el Todopoderoso; porque se encuentra frente a una encrucijada, entre la necesidad de obedecer y la de salvar a su propio pueblo. Para él, lo importante es que Nínive dedicará un día para destruir a su pueblo. Y, sin embargo, termina por comprender que allí hay una orden sin réplica. Ayudar a tu prójimo es una orden incondicional.

En el mismo libro, usted defiende “la judeidad de afirmación”, una manera más orgullosa de llevar su identidad judía. Algunos detractores lo acusan de abandonar el universalismo, el humanismo, por el particularismo judío. Para promover este libro, usted ha ido a numerosas comunidades judías de París y las provincias. ¿Hoy en día se está volviendo hacia la comunidad judía con un propósito específico?

No se trata de un repliegue comunitario. Cuando uno ha pasado su vida ocupándose del resto del mundo, me parece legítimo, en algún momento, con motivo de este libro, hablar también, en Francia, a los judíos.

¿No se trata sólo de una etapa entre el Kurdistán, Pakistán, y su próximo viaje?

No, este libro es muy importante para mí, eso es cierto. Es un libro en el que me expreso totalmente, doy las claves de mi recorrido, donde también doy las claves de lo que vendrá. Pero no es un repliegue.

¿Por qué evocar la idea del repliegue? ¿Podría tratarse de un diálogo especial, en ocasión de un retorno hacia la comunidad judía?

No se trata de un retorno. Este retorno al judaísmo, lo hice en 1979. Mi teshuvá [retorno al judaísmo y al respeto de la práctica de la ley judía] comenzó en 1979. Este libro, trabajo en él desde esa fecha, paralelamente a todo lo demás que haya podido hacer. Mientras escribía sobre Sartre, sobre el arte, sobre Libia, etc., existía un trabajo permanente y subterráneo que me condujo al “Espíritu del judaísmo”. Después, este libro es un cara-a-cara con los maestros del judaísmo; ahora estoy más avanzado en el estudio que hace 10 o 20 años. No con la comunidad, de la que siempre he estado cerca.

¿Con quién estudia los textos de la Torá?

Nadie sabe con quién estudio, nadie lo conoce. Puedo decirle que es un estadounidense de la corriente, digamos que liberal, en el sentido estadounidense.

Después de haber recorrido las diferentes comunidades judías francesas, y gracias a la cercanía que tiene con ellas, ¿qué conclusión saca del estado actual de la comunidad judía francesa?

Preocupada. Después de los asesinatos de Toulouse en 2012, después del ataque del Hyper-Kasher, está preocupada.

¿La encuentra abierta a los debates del mundo contemporáneo, en diálogo con las otras áreas del conocimiento, de la universidad o de otros lugares? ¿Especialmente considerando la vivacidad, los debates contradictorios, los puntos de vista diferentes presentes en la vida judía estadounidense o israelí?

Sí. Al contrario, la encuentro de buena calidad, más intensa que hace 20 o 30 años, e incomparable con lo que podría ser antes de la Segunda Guerra Mundial, ya que es con este período que a menudo se hace la comparación. Es incomparablemente más viva, más eficiente. Estoy fascinado por el brío y el progreso en el estudio de la juventud judía francesa. Entre los judíos, incluyendo los más más profanos, los más comprometidos con las disciplinas no judías, hay una preocupación por el estudio que no existía entre sus padres y abuelos, y que no existía en mi tiempo. Cuando escribí “El testamento de Dios”, en 1979, estaba casi solo.

Después de la guerra, la Escuela de Orsay marcó, sin embargo, una renovación importante del pensamiento judío. Gordin, Neher, Ashkenazi, entre otros, mantuvieron un diálogo muy rico entre la tradición judía y la cultura “profana” … ¿No hay una falta de este tipo de diálogo en Francia?

No, porque creo que, aunque no hay una figura tan brillante como Chouchani, Manitou o Levinas, es posible. Nunca se sabe, sin retrospectiva. Sin embargo, los jóvenes judíos que avanzan sobre sus dos piernas en el estudio y conocimiento son más numerosos que ayer.

Esta noche, usted presentará “La batalla de Mosul” en el festival de documentales DocAviv, después de haber hecho un documental previo en la región sobre los Peshmerga. Usted está familiarizado con la cuestión kurda, por lo que le hago esta pregunta: Hoy en día, los kurdos se encuentran dispersos en cuatro países, Irak, Siria, Irán, Turquía y parecen estar más divididos que nunca entre facciones políticas y milicias que a veces chocan entre sí. En estas circunstancias, ¿cuáles son sus posibilidades de lograr la independencia?

En primer lugar, hay diferentes corrientes, políticas, ideológicas, lo que me parece una buena cosa. Que un pueblo no esté reducido a su etnia es un signo de salud. La división sobre estas bases no me molesta. En cuanto a la independencia, hay que hablar de dos Kurdistanes que están en bastante buen camino. Los kurdos sirios hoy se encuentran en un estado de casi independencia. En el Kurdistán iraquí, son autónomos desde hace mucho tiempo y espero que, en reconocimiento de los sacrificios que han hecho para la defensa de la civilización mundial, espero que la comunidad internacional terminará por transformar su autonomía en una independencia.

¿Cómo concibió la película “La batalla de Mosul”?

Es una película cuya acción se centra alrededor de la batalla por la toma de Mosul. Es una película donde muestro lo que es la guerra, lo que es esa guerra y lo que es una operación decisiva para liberar al mundo del Daesh. La idea es mostrar la batalla de Mosul.

¿Fue recibido de una manera particular debido a sus orígenes judíos?

En Kurdistán, el hecho de que yo soy judío, esto quizá le sorprenda, no sólo no creó ningún problema, sino que generó entre mis interlocutores una amistad adicional. Porque en el Kurdistán iraquí sentí a cada paso esa nostalgia y orgullo por los tiempos en que los kurdos y los judíos vivían allí en simbiosis. El Kurdistán iraquí es el único país de la región en el que se muestra como un lugar de recuerdo, incluso de orgullo, la casa natal de un ex ministro israelí, que se llama ItzjakMordejai. En Akré, es un lugar de orgullo local. Conozco bien al mundo árabe-musulmán, y no conozco muchos otros ejemplos en los que se ve esto. Para los iraquíes, es más complicado. Las fuerzas especiales contra el terrorismo me recibieron como un periodista más, pero, en todo caso, en la primera fase de los combates querían mostrar su batalla, su contribución a la causa de la defensa de la civilización contra el Daesh. Como no había tantos periodistas, estuve entre los que “incrustaron” [incorporaron]. Hasta que dejé de filmar a fines de enero, pude acompañarlos a cualquier lugar que quisiera, siempre en las primeras líneas del frente.

En un artículo publicado sobre la “Regla del juego”, usted escribe que a Emmanuel Macron hoy le incumbe la carga de escribir “la verdadera novela nacional”, a él, que encarna una Francia salvada de sus “pasiones tristes” y su “declinismo”. Pero esta “novela” se escribirá también por la influencia que Francia tendrá en el exterior, frente a Rusia, a los Estados Unidos. Su posicionamiento sobre el conflicto palestino-israelí también será muy esperado por quienes querrán medir su competencia en lo internacional. Según usted, ¿aportará algo nuevo para hacer progresar este asunto?

Macron tiene una ventaja, y es que no promete la luna. Es una mezcla de energía y de modestia. Energía, para decir que hará lo mejor que pueda; modestia, para decir que no hará milagros. Quizá haya buenas sorpresas, pero no habrá ningún milagro. Espero, sobre todo que sea un presidente amable, amigo de Israel y amigo de la paz, pero yo lo creo.

En el lado opuesto del espectro, Donald Trump dijo en su última reunión con Mahmoud Abbas, que no pensaba que la resolución del conflicto “sea algo tan difícil como lo que la gente ha pensado en los últimos años”. Las señales son contradictorias: la mudanza de la embajada estadounidense a Jerusalem, la visita oficial al Kotel, a la vez que se negaba a ser acompañado por representantes israelíes…

Estoy bastante preocupado cuando veo que el presidente de la primera potencia mundial dice: “no es tan difícil”. Esto no es cierto, es extremadamente difícil. Si fuera tan fácil, se habría resuelto hace 50 años. Por lo tanto, es absurdo, es uno de los conflictos más difíciles de resolver, donde se mezclan consideraciones políticas, geopolíticas, religiosas, el antisemitismo; hay tantos factores, ¿cómo se puede decir que esto no es tan difícil? Es absurdo. Soy muy escéptico.

Última pregunta: ¿cómo se siente encarnando este personaje de filósofo famoso, intelectual estrella? Un pensador no sólo en el campo, sino también en los periódicos, en la televisión, consultado por los políticos…

Lo vivo con absoluta normalidad (risas). Hay otros intelectuales en Francia que comparten estas características. Puedo citar a varios: Alain Finkielkraut, RégisDebray, Pascal Bruckner, por ejemplo. He aquí tres que son muy diferentes a mí. Algunos son adversarios. Dos de ellos, Finkielkraut y Debray son personas con las que estoy casi siempre en desacuerdo. Pero siento consideración por ellos.

Traducción (del francés original): Daniel Rosenthal