Inimputable

La palabra despierta tanta controversia que ni siquiera la definición del diccionario de la Real Academia Española (www.rae.es) arroja mayor luz sobre el tema:

inimputable

  1. Der. Dicho de una persona: Eximida de responsabilidad penal por no poder comprender la ilicitud de un hecho punible o por actuar conforme a dicha comprensión.

Vale aclarar que no hay un ítem 2. Esto es todo. Con esta claridad, “eximida de responsabilidad penal”, está todo entendido; sin embargo, “por actuar conforme a dicha comprensión” genera perplejidad. Tal vez uno sea torpe para la lectura, pero si la definición hubiera terminado en la palabra “punible” nos ahorraba el esfuerzo de entender cómo alguien puede a la vez no comprender algo y actuar conforme a aquello que sí comprende. Alguien ya lo explicará.

Lo que está claro que no se entiende es cómo aplica la primera parte de la definición de “inimputable” al asesino de David Fremd Z’L, Omar Peralta. Si aplicara la segunda parte, no se entiende cómo se lo declaro inimputable. En suma: perplejidad, estupor, y sobre todo impotencia. Porque falló la justicia: dio un fallo, pero falló. Mérito de los abogados defensores de Peralta: con este tipo de recursos seguramente él esté libre más temprano que tarde.

Lo irónico es que, imputable o no, todos sabemos en Uruguay que Omar Peralta es culpable inequívoco de haber asesinado a David Fremd Z’L el 8 de marzo de 2016 por el mero hecho de ser judío, producto de un auto-adoctrinamiento antisemita cuya consecuencia previsible era un crimen de esta naturaleza. Está larga e históricamente probado y demostrado que las pancartas, las pintadas, y cualquier tipo de literatura o comunicación conduce tarde o temprano a la violencia y ésta a la muerte. Basta ver superficialmente el fenómeno “ISIS”.

La inimputabilidad de Omar Peralta prueba una vez más que “en Uruguay no pasa nada”. Mejor dicho: pasa de todo, la violencia campea, pero la represión y la justicia hacen una alianza perversa que preserva un sistema fallido, obsoleto, corrupto, y perverso. Llegar a preso no es fácil, pero si ya el sujeto llega, lo que le espera es un infierno cierto de hacinamiento y miseria. Así como a los ciudadanos no  nos genera consuelo saber de las condiciones infra-humanas de los presos, tampoco nos consuela a los judíos, a los sanduceros, y mucho menos supongo a la familia, saber que el asesino de David Fremd Z’L tendrá su infierno personal en el Hospital “Vilardebó” u otro antro estatal dedicado a la salud mental.

La inimputabilidad de Peralta está conectada en forma directa a la inimputabilidad de Mujica y Almagro como gobernantes y tantos legisladores y periodistas que demonizaron impunemente una confrontación bélica cuya complejidad desconocían y elegían desconocer. El uso de un adjetivo como “genocida” es como tirar una granada y ocultarse para no recibir las esquirlas: habrán heridos y muertos alrededor. Todo el que redujo, o aún reduce, el conflicto palestino-israelí a una situación de David y Goliat está simplificando la coyuntura hasta el absurdo. Pasados solamente dos años hemos aprendido todos que para hablar de Oriente Medio hay que ser no ya sabio sino sobre todo prudente.

Por lo tanto la inimputabilidad de Peralta se inscribe en el decadente panorama de valores a nivel nacional. Dónde no funciona ni siquiera un reparto de garrafas de supergás no va a funcionar adecuadamente la justicia. Dónde no llegamos al fondo de la situación en Ancap, difícilmente lleguemos al fondo del tema antisemita, o racista, u homofóbico. Dónde todo colapsa, poca cosa funciona, los errores están a la orden del día, no podemos decir mucho si la justicia declara inimputable a Omar Peralta. Cuando ésto se sugirió, hace unos meses, ya era cosa juzgada.

La imputabilidad de Omar Peralta no hubiera cambiado los hechos: no hubiera traído a la vida a David Fremd Z’L. La imputabilidad hubiera afirmado, inequívocamente, que en el Uruguay el crimen xenófobo se lo denomina como tal, y se castiga. Con la sentencia de inimputabilidad ese mismo crimen se confunde en la nebulosa de la locura, su sombra se pierde en los oscuros laberintos del sistema. Sí, mató, pero era loco. Bien distinto a decir: Sí, mató por antisemita, y fue preso.

La inimputabilidad borra el crimen no en el hecho, pero sí en su naturaleza.

Ianai Silberstein