Pluralismo en acción

Decidí compartir en TuMeser el artículo de Oscar Zwaig en la publicación de su movimiento, “Identidad”, porque con una ponderación y empatía características en él, bajó a tierra y calmó las aguas de una confrontación ideológica en la comarca en la que se puso mucho en juego y se dijeron muchas cosas pero en la que, a mi criterio, quedaron cosas sin decir. Por eso me permito abrir estas líneas con el final de Oscar: ¿yo también tengo razón? ¿Podría ese rabino que él cita conformarnos a cuatro? Los judíos, ¿somos binarios, o somos múltiples? Porque sucede que, en lo personal, no me siento identificado con ninguna de las partes.

No que no condene las atrocidades del 7 de octubre; tampoco celebro los muertos palestinos. Yo me paro de un solo lado de la línea divisoria y no pongo un solo pie del otro lado, ni por un momento. No celebro ninguna muerte, pero definitivamente no creo que haya “razones” ni “contexto” que expliquen, mucho menos justifiquen, lo que sucedió aquel día; aquello fue odio puro y duro. Como judío, yo puedo estar en un solo lugar.

Al mismo tiempo, no creo que haya mucho más que explicarle a nadie. La necesidad casi compulsiva que tenemos muchos judíos de explicar y justificar es, a esta altura, irrelevante (me incluyo no porque yo lo haga sino porque quienes sí lo hacen me representan): sea un presidente de un país vecino o un cantautor compatriota. Todo ellos saben. Si no saben LA verdad, saben los hechos. Su discurso es pura retórica ideológica. Así como ellos saben, nosotros también sabemos, y la gente más o menos informada en el mundo, sabe. Nos odian o no nos odian, pero saben.

Razonar con ideologías es un esfuerzo estéril. Las ideologías cambian, si alguna vez lo hacen, por las vivencias, pero nunca por el discurso, y menos aún por el discurso de uno que es parte. Cuando razonamos y hablamos en realidad nos hablamos a nosotros mismos, que todavía tenemos miedo de estar equivocados. Que no lo estamos: desde el patriarca Abraham en adelante, no estamos equivocados, estamos en un camino. Somos lo que somos, lo hemos defendido durante milenios, y ahora toca esta etapa. Todo un desafío.

Por eso, usando la imagen de Pesaj, yo soy el quinto hijo: no me auto-excluyo, no me considero erudito, ni inocentón, y por cierto que sé preguntar; soy el quinto hijo porque creo que el relato es nuestro y el problema surge cuando ya no lo contamos o cuando nos lo arrebatan con una versión poco fiel. Porque sí, fuimos esclavos en Egipto, pero en ningún lado dice que exterminemos a nadie o que otros son inferiores a nosotros; porque fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Eso, nuestros enemigos, no lo han tomado prestado: se quedaron en aquello de ser eternos refugiados.

Entre uno que se auto-denomina “moro-judío” (oxímoron si los hay) y otra que, según Oscar, viene de la sacrificada tradición del “shtetl” y el Sionismo redentor, yo me percibo, en estos tiempos que corren, como un sionista frustrado (porque me fui de Israel) pero sobre todo desilusionado (porque realmente nunca me fui y padezco esta situación desde el 1-11-2022), y como un judío imperfecto pero cabal e inequívocamente tal. Sin adjetivos ni denominaciones. Me preocupa que se discuta entre un judío que abusa de un escenario y su fama para dar un mensaje que perjudica a su pueblo y una judía tenaz que se empecina en defender la causa hasta el agotamiento. En definitiva reducimos la vivencia judía a la descalificación o la justificación permanente.

Siempre sostuve que ser plural es mucho más difícil que practicarlo. De las declaraciones de Drexler, las explicaciones de Ana, y la conciliación de Oscar, esto se confirma. Que “estas y aquellas son las palabras del Dios viviente” (Eruvin, 13b), como cita Martín Kalenberg en https://tumeser.com/2022/08/17/no-seamos-rinocerontes/, nos obliga. Ser judíos supone no cancelar sino escuchar; al mismo tiempo, supone que, como explica Martín en el artículo de referencia, el judío sigue a la mayoría. En estos tiempos que corren, trágicos, duros, y frágiles si los hay (los hubo antes, pero no nos tocó), el sutil equilibrio entre escucharnos a todos y seguir un liderazgo consensuado parece ser más difícil que superar el enemigo y combatir el antisemitismo que tanto nos desvela. ¿Acaso podemos dormir tranquilos en relación a nosotros mismos como judíos?

Gracias Oscar, Ana, Jorge, y Martín por darme la oportunidad de elaborar sobre vuestras palabras.