Sobre Líneas Paralelas

Seguramente por las discrepancias, los textos del Rabino Eliezer Shemtov de Jabad Uruguay siempre me resultan al mismo tiempo inspiradores y desafiantes. “El arte de tejer líneas paralelas”, su editorial en Kesher 82 (Rosh Hashana 5784), me despertó curiosidad ya desde el título. Será porque siento que en los años que nos conocemos y compartimos inquietudes y diferencias, al mismo tiempo estamos empeñados en entender de qué va, en términos de judaísmo, esto de las líneas paralelas.

Leyendo el texto más de una vez, y en especial su cierre, me doy cuenta que sólo puedo responder por mí mismo porque yo sí creo en las líneas paralelas dentro del Judaísmo (el desvelo que compartimos), pero Eliezer siempre desemboca en la doctrina de Jabad y su Rebe. En ese punto las líneas no se cruzan, sino que, según él sugiere, la mía debería converger en la suya. El problema nos excede a ambos: si las líneas son de verdad paralelas, ni se cruzan ni convergen jamás.

Dicho esto, ¿por qué yo leo a Shemtov y él me lee a mí? Aunque más no sea para discrepar, corregir, o lisa y llanamente, enfrentarnos en torno a algún asunto. La razón es que las líneas paralelas suponen como mínimo dos líneas, aunque puede haber, en teoría, infinitas. No sé si soy geométricamente correcto, pero ambas líneas están en un mismo plano.

Si las líneas paralelas, por definición, nunca se cruzan, ¿por qué plantear la hipótesis de “tejer” con ellas? Probablemente porque esa sea una aspiración del Rab Shemtov: generar un entramado (cuán apretado o cuán abierto, no los sé) que configure una unidad regida por un criterio determinado (el “punto” en términos de tejedores). Probablemente, y como confirma al final del texto, el suyo: Jabad.

El texto es muy rico en metáforas, ejemplos, kabalá, y Torá. Imposible no reconocerle eso al Rab Shemtov; siempre aprendo algo más. Sin embargo, la aspiración de “tejer” como imagen de lo armonioso y útil se da de bruces con sus reflexiones acerca del concepto de “verdad”. Me consta que es un tema que le ocupa y preocupa: la relatividad versus la “verdad” de las ideas.

No está solo. El historiador Paul Johnson acusa a la Teoría de la Relatividad de Einstein o all Psicoanálisis de Freud de haber banalizado ciertos valores superiores, permanentes. El caso es que Johnson también es juez de la historia que elige contarnos; toma posición; pone en juego sus valores. Sus críticos lo condenan por ello, al tiempo que pierden de vista su prodigiosa capacidad de contar la historia. Ser parte y juez no es sencillo.

En su editorial Shemtov pierde el punto del tejido cuando, en aras de valorar las “particularidades” (o sea, la diversidad), con el fin de “combinarlas” para ganar “valor agregado”, incursiona en la diferenciación de “verdades”. Nombra tres: casi que inadvertidamente habla de una “verdad más trascendente”; y nombra y define la “verdad única” (aquella que descalifica al otro) y la “verdad absoluta” (aquella que encontraremos si nos “zambullimos”, en Jabad, en las enseñanzas del Rebe).

La única forma que una metáfora como “tejer líneas paralelas” funciona es si el único sentido de “verdad” que tomemos en cuenta sea el de la verdad “trascendente”. Si es tal, nos trasciende a todos, de modo que nadie puede poseerla en exclusividad. No puede ser ni única ni absoluta; más bien, es el plano sobre el cual dibujamos las líneas paralelas. Sobre el plano, todos nos movemos. Algunos en líneas paralelas, otros en líneas divergentes, otros convergentes.

Estoy seguro que el desvelo último, el que nos une a Eliezer Shemtov y a mí, es que en cierto momento a nadie le interese o importe dibujar líneas en el plano. El desafío de los líderes comunitarios es que la gente dibuje sus líneas sobre el plano judío. Como cuando se enseñaba a escribir con palotes: líneas que construyen significado. El arte es otra cosa; en el arte nunca hay verdades. Tejer es unir. Las líneas paralelas no se unen, pero una no es tal sin la otra. Mi título alternativo hubiera sido “El arte de dibujar líneas paralelas”. Claro: hubiera sido otro editorial.

Gracias por obligarme a pensar. Que seamos líneas paralelas en el libro de la vida.

Shaná Tová!