5734-Iom Kipur-5784

Estamos a apenas menos de un mes de Iom Kipur, a dos semanas de Rosh Hashaná, y a un mes de Sucot. Dicen que Elul es un mes de preparación para Tishrei, en los hechos es un intenso sprint de judaísmo; por eso en Elul se acostumbra tocar el Shofar cada día (excepto Shabat), para que estemos alertas, que la falta de aviso no sea excusa.

No por repetida la frase “este Iom Kipur es muy especial” deja de ser cierta. Casi con certeza, una vez al año podemos sentir, sea colectiva o individualmente, la singularidad potenciada de un día creado para ese fin: ser singular y único y obligarnos a vernos, colectiva o individualmente, como tales. Es un día en que no hay otra cosa que no seamos mi prójimo y yo. No hay comida, no hay programas alternativos, en Israel no hay transporte ni comunicación. No hay nada que no sea reflexivo, introspectivo o simplemente, quietud.

Lo que hace especial este Iom Kipur 5783 son dos circunstancias que no sólo coinciden; se potencian. Por un lado, la actualidad de Israel y el pueblo judío sumido en una crisis existencial, y por otro lado el 50º aniversario de la Guerra de Iom Kipur en 1973. Ambas circunstancias nos obligan a una introspección adicional. Como cada año, en Kol Nidre nos dispondremos a anular todos los votos y promesas incumplidas, ubicándonos humildemente ante el juicio divino. También será momento de enfrentarnos a nuestros grandes dilemas y postergaciones, a nuestra naturaleza como pueblo, al futuro que queremos, y sobre todo al pasado que nos constituye.

El recogimiento y la humildad que demandan Iom Kipur quedó marcado en la piel en aquella guerra cuando se cortó de cuajo el triunfalismo israelí que imperaba desde 1967. Excepto Entebbe en 1976, las operaciones militares de Israel, si bien siempre fueron exitosas, dejaron de ser aquellos éxitos contundentes para convertirse en una laboriosa prevalencia. Sobre todo, se instalaron conversaciones éticas en torno al Sionismo vigentes hasta hoy.

Un reciente libro del periodista y escritor canadiense, residente en Israel, Matti Friedman, es una buena lectura para estos días: “Who by Fire, Leonard Cohen in The Sinai” oscila entro lo biográfico, lo histórico, lo periodístico, y lo anecdótico. Sobre todo, en un soberbio inglés (por ahora el libro no está en español) digno de la mejor literatura, no escapa a una profunda introspección colectiva, nacional, israelí y judía.

De la helada y gris Montreal y su barrio “La Puerta del Cielo” al horno incandescente del Sharm-el-Sheik en el Sinaí, de la bohemia beatnik a la bohemia de Tel-Aviv, de las soledades del protagonista a las soledades que enfrentaron soldados casi anónimos en aquellos primeros fatales ataques, es un libro que este año debería ocupar un lugar al lado del Majzor en Iom Kipur.

Si Iom Kipur es siempre demandante y deja planteados desafíos para el año que comienza, nunca tanto como en esta oportunidad. Nunca, por lo tanto, fue tan necesario el mes de Elul para tocar el Shofar, mantenernos alerta, sintiendo la atmósfera de esos días. Tal vez un Iom Kipur especialmente movilizador sea la respuesta a muchas incógnitas.