Shimon Peres y el Antisemitismo

Gideon Levy, Haaretz 2 de octubre de 2016

El antisemitismo murió el viernes, o al menos, su uso como una excusa por parte de Israel. En la víspera de Rosh Hashaná 5777, el mundo demostró que, si bien sigue habiendo antisemitismo en algunos círculos limitados, ya no se puede acusar de él a la mayoría de los gobiernos del mundo. Por otra parte, el odio a Israel no es lo que se dice que es, o lo que Israel dice que es.

El viernes, el mundo formuló una declaración muy clara y decidida: amamos a Israel y odiamos a la ocupación; amamos a Israel y odiamos a su política; nos encanta amar a Israel, deseamos darle un abrazo y admirarlo: simplemente dennos un indicio, una señal. Demuestren que se están dirigiendo hacia la paz, que por lo menos está haciendo algo para poner fin a la ocupación: un discurso, negociaciones, una conferencia, palabras bonitas, cualquier cosa, y los colmaremos con todo nuestro amor, incluso más que lo que se merecen. No serán parias.

En este momento ustedes son parias, no porque sean judíos y no porque sean israelíes. No les crean a sus demagógicos líderes que les dicen esto para absolverse a sí mismos y a ustedes de la gran responsabilidad y culpa. Ustedes son parias por ser brutales ocupantes. Ustedes son parias porque se burlan del mundo y de sus instituciones, de una forma que casi ningún otro país se atrevería a hacer. ¿El mundo entero está contra nosotros? ¡Tonterías! Es Israel el que está contra el mundo. ¿No importa lo que haga Israel? Es lo único que importa. El fin de la ocupación acabará con la condición de paria de Israel.

No hay otra forma de interpretar la increíble vista en el funeral de Shimon Peres. Muchos de los líderes que concurrieron al funeral nunca lo conocieron personalmente; otros son duros críticos de Israel. La mayoría sabe que la verdadera contribución de Peres a la paz y la justicia fue mucho menor que la descrita en los poéticos panegíricos, y que en realidad no fue un Nelson Mandela israelí.

Y, sin embargo, vinieron, como lo hicieron en el funeral de Mandela en 2013. Vinieron para honrar al fallecido, pero también para decirle algo a su pueblo y a sus sucesores. El presidente de los EE.UU., Barack Obama, dio la señal y el resto del mundo lo siguió: incluso lo que Peres brindó – movimientos limitados y la semblanza de avance – fue suficientes para honrarlo, y a ustedes. Eso fue suficiente para convertir a su funeral en un evento global, para hacer que reyes y nobles vinieran al estado paria.

No hay otro estado paria al que el mundo otorgue tanto honor. El mundo no concurre al funeral de ninguno de los líderes de ningún otro estado así. Peres no era un disidente que luchó contra el régimen y pagó un precio por ello. Él era el régimen. Y, sin embargo, el mundo lo admiraba porque el mundo está deseando admirar a Israel, debido a la culpa por el pasado y porque el mundo considera que Israel es parte de él: occidental, desarrollado, ilustrado, blanco.

Y así, el mundo es tan extremo y errático con respecto a Israel: alternativamente lo admira y lo desprecia, a veces más que lo que Israel se merece. Pero el viernes el mundo demostró que lo que realmente quiere es abrazar a Israel. Oslo, la desconexión y Peres fueron suficientes para que el mundo alzara a Israel en andas. Nada de antisemitismo, nada de odio, sino un deseo de amar. Sin embargo, Israel repetidamente muerde la mano extendida, hace que el mundo lo deteste, después de cada ataque en Gaza o de la construcción de un nuevo asentamiento.

Un país razonable escucharía al mundo. Eso es algo que a veces se hace en el concierto de las naciones, sobre todo cuando uno no es una potencia mundial. Es cierto que Israel ya es una de las naciones más mimadas; el mundo lo inunda con más dinero y más indulgencias que a cualquier otro estado y le permite que enloquezca todo lo que quiera. Sin embargo, Israel opta por escupirle en la cara al mundo, y luego se queja porque el mundo lo odia.

En el Monte Herzl, el mundo volvió a demostrar lo fácil que es retornar a una situación en la que todos los israelíes podrían estar orgullosos de ser israelíes y no tener que ocultarlo por miedo y vergüenza. El grado en que el destino de Israel está en sus propias manos depende de su comportamiento. Si quiere, puede ser admirado. Y si quiere, puede ser un paria.

Shimon Peres fue suficiente para que el mundo lleve a Israel en andas: ese mundo antisemita y que odia a Israel que nosotros mismos inventamos.

Traducción: Daniel Rosenthal