Eclesiastés y los dilemas morales
Donniel Hartman, The Forward, 23 de febrero de 2024
Estamos viviendo desde hace meses en un tiempo de matar: los horrendos y bárbaros asesinatos cometidos por Hamás el 7 de octubre, seguidos por las muertes en Gaza con la esperanza de que nunca más volveremos a ser víctimas de tal maldad.
Según el Eclesiastés, hay un tiempo y una estación para todo. Un tiempo para nacer y un tiempo para morir. Un tiempo para plantar y un tiempo para cosechar. Un tiempo para rasgar y un tiempo para coser. Un tiempo para callar y un tiempo para hablar. Un tiempo para la guerra y un tiempo para la paz. Y sí, también un tiempo para matar. Pero también un tiempo para sanar.
Algunos eruditos consideran que el Eclesiastés representa una visión del mundo moralmente relativista, desprovista de las categorías del bien y del mal, de lo correcto y de lo incorrecto. Un mundo en el que las elecciones humanas son simplemente hechos. Naceremos. Moriremos. En algún momento de nuestras vidas probablemente elegiremos plantar y procrearnos, movidos por nuestra predisposición a buscar nuestra supervivencia. Y en algún momento es probable que elijamos matar.
Como la historia lo ha demostrado una y otra vez, matar no es una aberración. Thomas Hobbes, el filósofo del siglo XVII, consideraba que matar es algo intrínseco a la condición natural del hombre, a medida que los seres humanos nos esforzamos por reclamar nuestra parte. En este contexto, matar no es moralmente reprensible, y no existe un concepto de guerra justa o injusta. Matar y la guerra son simplemente hechos de la vida, guiados por el imperativo de sobrevivir y ganar.
Nosotros, que condenamos inequívocamente la barbarie de Hamás, rechazamos esta visión relativista del mundo. El terrorismo es una afrenta contra la Humanidad para aquellos de nosotros que nos vemos como seres morales obligados a vivir éticamente.
En Israel hay relativistas morales, especialmente en el campo ultranacionalista, pero no son la norma. La mayoría de los judíos israelíes se enorgullecen de tener, como nos gusta decirlo, “el ejército más moral del mundo”. Pero durante gran parte de los 75 años transcurridos desde la fundación del estado judío, nos hemos visto obligados a vivir en un tiempo de matar. Esta realidad ha dado origen a la ideología moralmente preocupante de “sobrevivir en la jungla regional”, es decir, en un Medio Oriente en el que estamos rodeados de enemigos. Los partidarios de esta cosmovisión consideran que nuestro vecindario está habitado por individuos, grupos y naciones desprovistos de principios morales y que consideran que matar judíos es su derecho y su deber. Por lo tanto, argumentan, nuestra supervivencia requiere suspender las aspiraciones morales y hacer cualquier cosa que sea necesaria para seguir existiendo en un vecindario tan brutal.
Este enfoque es aún más peligroso que el relativismo moral de Hobbes, porque sus partidarios pueden engañarse a sí mismos creyendo que están manteniendo su pureza moral y sus normas morales, considerando que todo fracaso moral es la responsabilidad del otro. Cuando los árabes depongan las armas, esta gente dirá: Israel puede volver a su misión de diseminar la justicia. Pero hasta el momento en que el “lobo se acueste con el cordero”, como dice el refrán, deberemos ser el lobo.
Esta idea representa un peligro mayor para la supervivencia de Israel que cualquier enemigo árabe, porque amenaza nuestra fibra moral y nuestra credibilidad en la comunidad internacional.
Los israelíes también tenemos el derecho moral y la responsabilidad moral de defendernos contra el mal que nos amenaza. Pero la idea de una guerra justa incluye la responsabilidad de luchar esa guerra con justicia. Hacer todo lo que esté a nuestro alcance para evitar y limitar las bajas civiles. Matar solamente para defender la seguridad de nuestra nación y no por venganza. Utilizar la guerra como último medio y detenerla en el momento en que nuestros derechos estén asegurados, o cuando el hecho de luchar un día más no conduzca a la consecución de estos derechos. O cuando el costo para los civiles sea mayor que los beneficios proyectados en materia de seguridad.
No sé si el alcance de la muerte y la destrucción en Gaza son desproporcionados con respecto a los objetivos de la guerra, y tampoco estoy argumentando que ahora es el momento de un alto el fuego. Estoy argumentando la necesidad de cuestionarnos constantemente, de alentar la crítica interna y de abrazar el imperativo de librar una guerra justa con justicia. Y hacer esto requiere cambios significativos en las políticas de Israel.
Vivimos en un tiempo de matar, pero es nuestra responsabilidad sagrada nunca sucumbir al relativismo moral. El Eclesiastés nos habla tanto de un tiempo para matar como de un tiempo para sanar. Para tener éxito debemos comprometernos siempre con la búsqueda paralela de la sanación, incluso durante el tiempo de matar. Eso significa que debemos construir hospitales de campaña para los civiles en Gaza cuyos hospitales tuvimos que destruir. No es suficiente que Israel proporcione corredores humanitarios para que las personas escapen de los campos de batalla. Depende de nosotros construir ciudades de tiendas de campaña donde los residentes de Gaza puedan vivir seguros hasta que se les permita volver a sus hogares.
Como acto de autodefensa, la guerra y el hecho de matar que invariablemente conlleva pueden ser una manifestación de principios morales. Como personas que matamos solo buscando defender la vida, nunca puede haber un momento en que se suspenda nuestra obligación de sanar. El compromiso con la vida humana y los derechos humanos nunca se puede agotar por un compromiso con el derecho a la legítima defensa.
Como pueblo comprometido con los derechos humanos, también es nuestra responsabilidad, y no solo la de otros países, proporcionar alimentos, agua y otros elementos esenciales a los no combatientes para que puedan sobrevivir a este tiempo de matar engendrado por Hamás. Entramos en Gaza y destruimos gran parte de ella solo para poder vivir. También es nuestra responsabilidad permitir que los palestinos en Gaza vivan y ayudarlos a sanar.
La guerra en Gaza llegará a su fin. Algunos de sus objetivos habrán sido alcanzados. Ahora ya sabemos que algunos no se lograrán. Se acerca el mañana, un día en el que será hora de volver a la tarea de construir una sociedad digna de un pueblo que se ha definido por la búsqueda de la justicia y la rectitud.
Es posible que nuestro destino sea que el tiempo para matar nunca se termine por completo. Puede que nuestro destino sea vivir siempre entre el tiempo para matar y el tiempo para sanar. Si es así, debemos aceptar la totalidad de sus desafíos y responsabilidades morales.
Traducción: Daniel Rosenthal