Qué queremos escuchar: entre Drexler y la Rahola

Durante el fin de semana pasado, entre Colonia del Sacramento y “el Este” del país (Punta del Este, balnearios oceánicos de Rocha), Montevideo incluido, se escucharon en Uruguay voces divergentes en torno a la guerra en Gaza.

Sin tener consciencia de ello, sus protagonistas (no necesariamente los que originaron el run-run sino la opinión pública en general) replicaron la guerra pero sólo a nivel retórico, sin verdaderas consecuencias en la vida de la gente; al menos, que yo sepa. Como siempre he sostenido, las redes sociales, el periodismo de opinión, los influencers, los analistas o pensadores (tal vez, sin falsa modestia, me incluya entre estos últimos), sólo ejercen una función retórica.

Los resultados que modifiquen la realidad son la excepción a la norma. Sucedió con Roger Waters. Por el contrario, en las arenas de Gaza o en las estribaciones del norte de Israel, la gente muere y la vida no sólo cambió para siempre, sigue cambiando diariamente para cientos de individuos y familias.

Esta introducción viene al caso porque, intentando no ser parte de esta dinámica, aunque ocuparme de ella me involucra, me surge la siguiente pregunta: ¿qué queremos, realmente, escuchar sobre la situación?

La opción está entre mantenernos en el nivel de la retórica (convencernos, convencer al otro, justificar, explicar) o desafiarnos en al nivel de la introspección, el análisis, la auto-crítica, y la adopción de nuevos paradigmas. Si alguien piensa que pos Oct7 las cosas volverán a su cauce, está minimizando aquel día trágico y está ignorando los diez meses previos, un enfrentamiento civil de una magnitud que Israel no conoció en su historia moderna.

La polémica en cuestión puede resumirse en dos voces concretas que coincidieron estos días en la comarca: por un lado Pilar Rahola, frecuente visitante de estas costas (estuvo en noviembre 2023 en Montevideo para el congreso de CAM), cuyo discurso los judíos amamos escuchar; y por otro lado el cantautor uruguayo radicado en España Jorge Drexler, que suele desembarcar aquí en enero.

A diferencia de la Rahola, los judíos uruguayos nos hemos sentido bastante incómodos con las declaraciones de Drexler desde el escenario, una costumbre del género que él cultiva, la canción de autor; como si cantar, disponer de un público y una fama bien ganada, de pronto otorgara una sabiduría y sensibilidad que, como las canciones, merece ser compartida.

Tal vez no sea así: porque el lenguaje artístico puede permitirse ser ambiguo y como tal lo entendemos, pero el lenguaje retórico no lo es. Hace muchos años me pasó con Serrat en el Estadio Centenario y no fui a verlo más hasta su reciente despedida, cuarenta años más tarde, en el mismo lugar. Quiero creer que en el futuro Drexler pensará dos veces que dice o qué no dice entre canción y canción; o, como los grandes artistas, se limitará a cantar, que eso lo hace muy bien.

Pilar Rahola tiene tres virtudes: es una oradora magistral y pasional, aborrece el fundamentalismo islámico, y es aliada incondicional de la causa judía e Israel. No falla, nunca. Su discurso está garantizado. No habrá sorpresas; en todo caso, habrá renovación, información, datos vinculados y vinculantes, pero en definitiva nos dejará tranquilos con nuestra consciencia: he ahí una “extranjera entre nosotros” que nos dice, “estáis bien”. Casi como una madre.

Yo no soy fan ni de Drexler ni de la Rahola. A ambos les reconozco sus enormes méritos en lo suyo, pero nunca me movilizaron, ni desde su arte ni desde su discurso, respectivamente. Lo interesante estos días ha sido el contraste entre la difusión masiva “positiva” de la catalana y la cuasi “excomunión” (jerem) del uruguayo por parte de la comunidad en que creció. No preciso que me palmeen la espalda, por un lado, ni mucho menos que me recuerden el sufrimiento de otros cuando mi nación está, literalmente, destrozada y quebrada, por mejor espíritu y esperanza en que los judíos hemos sido educados.

Por eso, más allá de la anécdota, más allá del discurso amparado en un micrófono y su amplificación, y más bien hacia nuestro interior judío, sionista, y comprometido, me surge la pregunta: ¿qué queremos escuchar, qué no queremos escuchar, y por qué? A diferencia de los discursos de referencia, la pregunta no es retórica: el desafío es que cada uno se la pueda contestar. Porque en definitiva eso nos ubica en la coyuntura, en la historia, y en nuestra propia identidad. Ni más, ni menos.

de mi columna en Radio Jai el pasado miércoles 31 de enero de 2024.