El Espanto
Escribe Borges en un soneto memorable: “No nos une el amor sino el espanto”.
Gaza no es querida por nosotros. Tal vez alguna vez alguien soñó con que sea parte de Israel, un balneario de lujo, mano de obra, pero lo que único que nos unió fue el espanto. Al punto que un guerrero de todas las horas, un hombre que creía en actuar en el terreno (léase, ocupar y colonizar) como Ariel Sharon Z’L, cuando fue Primer Ministro, instrumentó la desanexión total y unilateral de Gaza. Nunca imaginó lo que sucedió el pasado Shabat de Simjat Torá; nadie lo imaginó. Mirado desde Israel, ese es parte del problema. EL problema central es la invasión, la barbarie, y los secuestrados. El problema es la momentánea fragilidad de Israel.
La mitad más grande del problema es Hamas. Hamas no se irá nunca, tendrá que ser eliminado de cuajo. Los gazatíes pagarán el precio, del mismo modo que cientos de israelíes pagaron el precio de no saber lo que se avecinaba. Israel pagará el precio en la opinión pública mundial cuando avance en sus drásticas medidas. Es de esperar que alguien, algunos, paguen eventualmente el precio de su irresponsabilidad e inoperancia en las cúpulas militares y políticas. En pocas palabras, esto no es gratis; es carísimo: en vidas humanas, en humillación, en impotencia, y eventualmente, en medidas de reacción y, más adelante aún, punitivas.
Hace un año que Israel está sumido en una crisis institucional. Hay quienes dirían que mucho más, cuatro o cinco años, desgastados en remover a Netanyahu sin lograrlo. La composición del último gabinete, sin embargo, supera lo imaginable. Hay un consenso generalizado de que el Gobierno no estaba ni está funcionando. La razón no eran los pilotos, como muchos quisieron endilgarles; ahí están todos ellos prontos, dispuestos, atacando Gaza. Ayer escuché a uno de ellos en Galei Tzahal, la radio del ejército; dicen poco, su tono es de resignada responsabilidad. El problema no fueron los pilotos o las unidades de elite, sino las líneas de mando desde los ministros hacia abajo.
En los últimos meses me preguntaba cómo y cuándo caería este gobierno y obligaría a nuevas elecciones. Imaginé cualquier escenario, menos este, “obviamente”, como se dice ahora; no era tan obvio. Si este es el precio, prefiero dejar el gobierno como está. Es todo demasiado cruel, demasiado letal, demasiado horror, como para mezclar lo sucedido desde el sábado con la lucha civil interna de Israel. Sin embargo, así se escribe la historia: grandes crisis, grandes tragedias, traen consigo mezquinas pero útiles oportunidades. El ejemplo más claro es la Shoá y la votación de la partición en 1947; un ejemplo menor es la Guerra de 1973 y la posterior firma de un tratado de paz con Egipto.
Todos estamos abocados a apoyar a Israel mediante actos, declaraciones, redes sociales, y sobre todo, apoyo económico. Israel toda está movilizada apoyando al ciudadano de a pie, al viudo, al huérfano, al que perdió sus hijos; a los soldados que van al frente y enfrentarán la peor pesadilla: invadir Gaza. Hay quienes proponen rezar; yo prefiero tomar el rezo como una forma de unión y fraternidad. Dios en esto no tiene nada que ver. Tanto hablar de los jaredim (ultra-ortodoxos) en los últimos meses, ¿dónde están? No los veo. Básicamente, el Israel asesinado y el Israel que sale a la batalla es el mismo, cortando grueso, que iba a las manifestaciones en Kaplan.
Será también una oportunidad para los nacionalistas, que no se limitan a los seguidores de Smotrich. Muchos que creen en la fuerza como el supremo medio de supervivencia sentirán que tienen permiso para matar, incitar, perseguir, incluso expulsar. Al tiempo que publico esto, ya hubo “vengadores” en los territorios en conflicto, en Cisjordania. Los que creemos en la auto-defensa, incluso en el derecho a atacar primero cuando se visualiza el peligro, también entendemos que tarde o temprano hay que volver a los valores que nos trajeron hasta aquí. Cuando Hamas desaparezca, cuando Gaza emerja de sus cenizas y caos, cuando los responsables se hagan cargo o se los obligue a ello, será tiempo de pensar, una vez más, en nuestros valores, en el pueblo y Estado que queremos ser.
Parafraseando a Amos Oz en su última conferencia, la historia no está cerrada. Habrá que enterrar muchos, demasiados muertos y seguramente llorar muchos que no serán enterrados. Habrá que reconstruir física y psíquicamente el sur de Israel. Habrá que seguir atentos y pendientes de la diplomacia internacional, si esta guerra no echa por la borda el esfuerzo de décadas… hay mucho para hacer. Al final del día, nosotros no somos Hamas, somos Israel. No estamos en el mundo para destruir sino para construir.
Si tan sólo el mundo apreciara la diferencia.