Igual pero un poco distinto

Para su reciente edición aniversario Galería Revista eligió el tema de la cercanía y vínculo entre Uruguay y Argentina; ya de paso promocionó a selectos argentinos radicados en Uruguay, un fenómeno si no reciente, intensificado desde la pandemia y en mi opinión efímero. Un argentino es siempre un argentino y Uruguay no deja de ser, para ellos, una provincia independiente donde no los alcanzan las arbitrariedades de sus coyunturas puntuales.

No por nada Borges escribió aquello, tan bien citado por China Zorrilla, de que somos “igual pero un poco distinto”. Si ellos recurren a nosotros por nuestra bucólica estabilidad (tienen fascinación por los pueblos que estén a distancia prudente de Punta del Este), nosotros recurrimos a ellos por su escala y su chismerío.

Hay un aspecto de lo argentino sin embargo que en los últimos tiempos rechazamos profundamente: lo que ellos han bautizado “la grieta”. A los uruguayos nos produce espanto, aunque en la práctica, valga la redundancia, la practicamos. La cuestión no está en la práctica sino en expresarla: no nos gusta admitirla, y mucho menos nos gusta hablar en un lenguaje de grieta. Mirado a través de esa óptica, el verso de Borges debería decir “distinto pero apenas parecido”. Es como la sangre de Ignacio Sánchez Mejía recitada por Lorca: no queremos verla derramada. La vemos cada día en la TV argentina a la que accedemos en los cables, pero cuando desembarcan en esta orilla del Plata tanto ellos como nosotros asumimos un pacto no verbal: así como de este lado hay playas, no corre la sangre, no hay grieta.

El texto que publicamos junto a este editorial es de una porteña emigrada a Israel en su retorno a Argentina después de un par de años. La propuesta surgió de esa fuente de creatividad espontánea que, bien usada, es Twitter: transformar un hilo desgarrador en un texto sin “hilo”. El “hilo” de Twitter, por ahora, no es un género canónico de la literatura, aunque se va arrimando. Uno bien podría juntar un “hilo” de un tercero pero estaría salteando a su autor; su intervención garantiza su originalidad.

Un testimonio casi homérico de un “regreso” supone el encuentro con una sociedad que teje y desteje su destino. Si el derrotero de Argentina visto por TN o C5N es tanto conmovedor como disruptivo, cuánto más puede serlo el de una argentina profunda, agradecida, y agobiada por el dolor. Valía la pena compartirlo, valía la pena el intento.

Sobre todo, el texto que publicamos me permitió asomarme, y darme cuenta cabal, de que la grieta no es sólo un fenómeno social sino uso del lenguaje. De aquel lado del río las cosas se dicen de otra manera, aunque hablemos los mismos temas: parecidos pero bien distintos, diría Borges sobre el asunto. Los uruguayos podemos reconocer la grieta pero no podemos nombrarla.

El lenguaje de grieta está condenado en nuestra sociedad, al punto que los políticos se reunieron para pactar su no-uso. Tal vez por eso un porteño que desembarca entre nosotros y se resiste a lo uruguayo resulta tan disruptivo. Es como escuchar a Baby Echecopar en vivo y en directo, pero no por cinco minutos. Toleramos la toxicidad en la falta de saneamiento pero no en el discurso político o ideológico. Aspiramos a ser amables hasta en el aborrecimiento.

El testimonio de @roitele no me enseñó nada que no supiera sobre Argentina, Buenos Aires, y el laberinto político y social en que los argentinos están inmersos; pero me lo hizo sentir. Sobre todo, puso en evidencia que el uso del lenguaje construye significado no sólo por su semántica sino por su sintaxis y su tono, por la postura en que se para el emisor, como si creyera que del otro lado nadie lo escucha. Y viceversa.