¿En qué será diferente esta noche a todas las noches de Pesaj?

ianai silberstein @ianai310757
En respuesta a @………
  • este año las plagas son once
  • este año nos sentamos solos
  • este año no hay quién busque el afikoman
  • esta año, ni a Eliahu podríamos abrirle la puerta
  • este año, no hay hijos en la mesa
  • este año, ojala digamos Dayeinu en Shavuot

(mi aporte pesimista a tu aporte positivista)

11:11 a. m. · 3 abr. 2020

Este fue mi tweet en respuesta a otro tweet ayer temprano. Es que Twitter es hoy más que nunca esa cascada de acontecimientos que no nos pasan: su pantalla nos inunda de noticias sensaciones opiniones y reflexiones y nunca el concepto del “vértigo de las listas” de Umberto Eco fue tan pertinente. Twitter no se inscribe, como las listas, en un texto artístico, sino que es la vida misma en toda su caudalosa casuística. Podemos pasar 24/7 mirando Twitter como si la vida misma pasara delante de nuestros ojos. Hoy más que nunca porque teóricamente no debemos movernos de casa.

El tweet de referencia hablaba de Pesaj, la Pascua judía, cuya ceremonia central, el “Seder de Pesaj”, la lectura de la Hagadá y el posterior banquete festivo, abren casi de inmediato con una pregunta ineludible en boca de los más pequeños: ¿en qué es diferente esta noche de todas las noches? Inspirado por el tweet original, veamos algunas de las diferencias que el texto de la Hagadá no previó (o acaso sí) y nosotros debemos completar. A diferencia de la versión de “Jad Gadiá” de Java Alberstein, donde finaliza diciendo, “este año cambié yo”, este año 2020 lo que cambió fue el entorno. Nosotros, en nuestra insignificancia o trascendencia, hemos quedado inmóviles y apenas creativos frente a la coyuntura del Covid-19. Cómo explicamos esta coyuntura en términos pascuales judíos, he ahí el desafío.

Este año partiremos el afikoman pero difícilmente haya quién quiera jugar a buscarlo. Sólo las casas de parejas jóvenes con niños tendrán ese privilegio. Tal vez el desafío de quienes estemos solos será buscar no tanto un trozo de matzá para que el Seder pueda proseguir, sino un pedazo de esperanza para seguir adelante. Si es una cuestión de ficción, más vale sumar que restar.

Este año nos sentaremos, como cada Pesaj, reclinados y cómodos celebrando el banquete, pero seremos pocos. De peor a mejor, aquel que está solo en la mesa, aquellos que tienen el privilegio de ser dos, y de ahí en más la bendición de ser más de dos. La abusada frase de Mario Benedetti viene a cuento: “en la calle (donde no debemos estar) codo a codo (así nos saludamos) somos mucho más que dos”.

La Hagadá habla y se extiende sobre cuatro hijos: uno “sabio”, uno “indiferente”, uno “ingenuo”, y uno “que no sabe preguntar”. Mucha tinta se ha vertido sobre los cuatro hijos de la Hagadá: desde la petulancia del hijo sabio hasta la “maldad” del hijo indiferente, pasando por la simpleza del ingenuo y la inmadurez del que no sabe preguntar. Estoy seguro que hasta el hijo más indiferente, que este año podría ser SU año por no tener que participar, querría hacerlo; y que el más sabio, con toda su enciclopédica sapiencia, querría saber por qué esta noche de Pesaj 5780 resultó tan diferente. Este año los hijos más bendecidos son el ingenuo y el que no sabe preguntar. Este año lo más relevante será tener la suerte de tener a los hijos en torno a la mesa.

Dos veces abrimos las puertas de nuestras casas de par en par durante el Seder: una, cuando repartimos el pan de la pobreza en “Halajmania”, y una segunda vez cuando abrimos la puerta para Eliahu Hanavi, el Profeta Elías, para quien guardamos una quinta copa de vino. Este año Pesaj es distinto porque no podemos abrir las puertas de nuestras casas; y si lo hiciéramos sólo simbólicamente, estaríamos en riesgo de claudicar, a causa del virus, de una de las costumbres más arraigadas del judaísmo: recibir huéspedes. Por eso este año marquemos la diferencia, quedémonos en casa, dejemos que Eliahu nos salude desde la ventana, y asegurémonos que el año próximo sea todo normal y no tengamos que penar por diferencias más trágicas que precautorias.

Por último, entre estas diferencias que me han surgido a mí (seguramente hay muchas más), el recitado de las plagas adquiere una dimensión no ya premonitoria, no sólo simbólica, sino crudamente realista: este año hay once plagas, y el número once nos está sucediendo a nosotros. No nos saltea, no nos singulariza, no castiga a quienes nos oprimen. Este año somos todos oprimidos, todos somos víctimas, y salimos de Egipto todos juntos: nosotros, los egipcios, nuestros hijos y los suyos (primogénitos incluidos), y toda la Humanidad. Si alguna vez el sentido de Pesaj fue universal, nunca como este año 2020 del siglo XXI en la Era de la Globalización. Pesaj 5780 es global.

El desafío, aún con todas estas y otras singularidades excepciones y diferencias, es liderar el sentido de liberación de las estrecheces, el confinamiento, las soledades y el aislamiento, las anti-rutinas, la distancia (que de social no tiene nada), de las lejanías auto-impuestas, de las cuarentenas prudentes, de la plaga, de la peste, de la soledad… Si cada año “todo aquel que se excede en el relato de la salida de Egipto es digno de alabanza”, excedámonos en el relato de esperanza que nos funda, cumplamos con el mandato de ser luz, compartamos el mito fundacional con nuestros semejantes, porque pocas veces, si alguna, la humanidad se ha visto enfrentada, toda junta y sin excepciones, a esto de ser liberados.

Esta noche de Pesaj será diferente porque sabremos más que nunca lo frágiles que somos. Sea que creamos en un brazo divino extendido o en la fuerza de nuestra propia voluntad, este año como ningún otro, verdaderamente, estaremos viviendo cada uno de nosotros su propio sacrificio pascual, el “korban haPesaj”.

Ojalá para Shavuot hayamos podido decir «Dayeinu»: con esto fue suficiente.

Bendito sea que nos diste la vida, nos sostuviste, y nos hiciste vivir este momento.