(Mal)humor

| Escrito por Ianai Silberstein
El semiólogo Iuri Lotman definió el lenguaje artístico como aquel que llama la atención sobre sí mismo. Por otra parte, la semióloga uruguaya Hilia Moreira siempre ha hecho hincapié en el concepto de “lo verosímil” de un texto artístico. En otras palabras, un texto (literatura, pintura, o un comic) que pretenda ser arte debería cumplir en gran medida con estos dos requisitos: que su naturaleza sea tal que en sí misma nos cautive, pero que a la vez su recepción esté dentro del alcance de nuestro universo perceptivo, nos hable de algo que podemos “creer” o identificar. Por supuesto que lo antedicho es una simplificación extrema de algunas de las ideas de estos dos investigadores mayores; las tomamos para nuestro propósito editorial y sin pretensión didáctica de ningún tipo.

Las caricaturas judeofóbicas de Gustavo Sala publicadas en Página 12 la semana pasada pueden también ser miradas a través de un criterio “artístico” y a partir de allí intentar justificarlas o admitirlas como expresión artística, como humor, como una conjunción de ambas cosas. De hecho, eso es lo que ha sucedido por parte de un grupo de colegas de Sala y otros adalides de la libertad creativa. Sin embargo, las caricaturas caen por su propio peso y desnudan una expresión de odio, xenofobia y racismo virulenta y pocas veces vista.
Al menos no en medios de prensa tan prestigiosos. El criterio artístico tal como lo asumimos más arriba denuncia precisamente que la caricatura o comic es inverosímil; o digamos que podría ser verosímil para un selecto grupo de nazis y antisemitas rabiosos, pero no para la mayoría de los lectores de Página 12. Del mismo modo, la caricatura en cuestión no atrae la atención sobre sí misma, sobre sus recursos, sobre el ordenamiento de los materiales en juego, sobre su estética; la agresividad del mensaje echa por tierra toda pretensión artística.

Nunca sabremos fehacientemente las razones de semejante desatino en un órgano de prensa tan importante. Tal vez su postura “progre” lo lleva a extremos absurdos publicando viñetas provocativas hasta el asco, como otra del mismo autor donde un hijo confiesa a su padre que es “boliviano”.  Tampoco es relevante si Sala o cualquier otro provocador artístico es o no xenófobo o antisemita cuando lo que cuenta es su obra, tal como lo defienden sus colegas y otros defensores de la libertad de expresión. Queda bastante claro, sin embargo, que más allá de matices en la percepción y diferencias en las reacciones, la opinión pública se sintió agredida y tocada en su dignidad. Nadie discute el mal gusto de la publicación.

En Europa la publicación de Página 12 constituiría una afrenta injustificable. Nada más recordar la reacción del mundo islámico a las caricaturas del profeta Mahoma hace no tantos años. Más recientemente, por sólo decirle “negro” a un rival, y que este lo denunciara, el futbolista uruguayo Luis Suarez ha sido suspendido y multado. Parecería que en estas latitudes no entendemos aún la repercusión que este tipo de textos puede tener en la sociedad.

Coincidencia o no, esta publicación y la reacción que ha provocado llega en vísperas de un nuevo 27 de enero,  Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto. Si con la institución de este día se pretendió transformar la Shoá en un hecho luctuoso para la Humanidad y no sólo para el pueblo judío, las reacciones a la publicación de Página 12 demuestran que el objetivo se está logrando. Del mismo modo que el comic en sí demuestra que llevará todavía muchos siglos desarraigar del corazón del Hombre los sentimientos xenófobos y discriminatorios. Es por ello que toda comunidad, ya sea boliviana, peruana, afro-descendiente, judía, gay, con capacidades diferentes, obesa, o lo que fuere, debe por un lado estar atenta y protegerse, mientras que por otro lado debería ocuparse también en ser autocrítica, relevante y constructiva respecto a la sociedad que habita. El odio y la discriminación no nos excusan de asumir nuestra naturaleza digna y coherentemente.

Desde tumeser.com repudiamos y condenamos la publicación de la obra de Gustavo Sala en Página 12.

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