Tribus

Un amigo compartió con nosotros un video que contiene la conferencia del periodista Yair Lapid en el Ono Academic College, un campus ultra ortodoxo tal como lo nombra el propio video (www.youtube.com/watch?v=HNJZJw1ZE9A). Permanentemente leemos material de terceros, reflexiones, incluso noticias que inspiran las reflexiones que queremos compartir con los lectores de tumeser.com; sin duda la conferencia de Lapid se inscribe en esta categoría de material provocativo; con el aditivo que suscribimos mucho de lo expresado por él. De alguna manera uno busca en el discurso de terceros la expresión de sus propias ideas o sentimientos acerca de ciertos temas o asuntos. En ese sentido, las columnas de Donniel Hartman traducidas por Ria Okret para tumeser.com son consecuencia de esa afinidad. En otras situaciones las palabras de terceros nos inspiran a nuestra propia reflexión, justamente porque ese discurso no se afilia con nuestra forma de entender ciertos temas. Sea como sea, todo es válido para intensificar un diálogo fecundo aunque no confrontativo ni argumentativo. 

Yair Lapid está a cargo de las noticias de la televisión israelí los viernes por la noche. Su figura es muy carismática y muy popular en Israel por derecho propio, no sólo por la notoriedad que tuviera su padre Tommy Lapid como dirigente político. De hecho, Yair se balancea entre la carrera periodística (que ejerce) y la política, que aun no ejerce; muchos le han reclamado una definición. Mientras tanto sigue nutriendo la agenda judeo-israelí de un pensamiento lúcido basado en profundos conocimientos del judaísmo desde una postura secular. Es en esa postura que se dirige a los alumnos en su mayoría ultra ortodoxos (jaredim) en su conferencia.

Como siempre, los conceptos más elaborados y profundos quedan en manos de aquel que disparó en nosotros la reflexión; en este caso Lapid; vale la pena el esfuerzo y el tiempo de escucharlo en hebreo, sin subtítulos. Pero nos gustaría resaltar el concepto de “tribus” tal como lo maneja Lapid: tribu soviética; tribu etíope; tribu ultra-ortodoxa; tribu yemenita; tribu norafricana; tribu liberal; hasta lo que él define como la “tribu-clase-media”: de origen centroeuropeo, laica, socialista en su origen, europeizante. Cada una con sus necesidades. En suma, Lapid describe una realidad fragmentada y frágil, y reclama un denominador común para todas estas “tribus” si pretendemos la supervivencia del Estado de Israel. No ya sólo amenazado desde fuera, sino desde su seno.

La Biblia nos cuenta acerca de doce tribus diseminadas por la superficie de la tierra de Canaan luego de la invasión y ocupación posterior al éxodo. En el primer exilio, desaparecen diez de esas tribus y quedan sólo dos, Juda y Benjamín, siendo la primera sensiblemente más importante que la segunda. Las “diez tribus perdidas”, como lo explica Paul Johnson, no son sino una historia de asimilación masiva consecuencia de la conquista y dispersión a manos de los Asirios. De modo que si bien el término “tribu” queda obsoleto muy temprano en la historia, cuando de Hijos de Israel nos
convertimos en Judíos, el valor simbólico del mismo no puede ser más fuerte, más contundente.

Si bien en el origen fuimos todos “hermanos” (ver editorial del 20-12-2011), luego fuimos tribus con un pasado en común, para finalmente convertirnos en un pueblo que consolidó su tradición y sus ritos. Pero nunca fuimos libres de nuestro instinto fragmentario, de nuestras visiones contrapuestas, de nuestra dialéctica; aun en tiempos del templo y los sacerdotes, nuestra realidad fue una de voces diversas. El problema es cuando lo diverso se tribaliza. No en vano la palabra “tribu” sugiere algo primitivo, hasta salvaje, no civilizado. “Guerras tribales” no es una expresión que nos suene extraña, aun en pleno siglo XXI. Tal vez esto sugiere Lapid cuando dice: “ustedes ganaron” a su público ultra-ortodoxo.

Por importante que nos resulte la realidad israelí, la realidad de cada comunidad en la diáspora no es menos relevante para el judaísmo. No es riguroso ni correcto denominar como “tribus” a las diferentes corrientes o grupos que conforman una comunidad, como por ejemplo la montevideana. Pero tal vez valga la pena pensar en términos “tribales” los movimientos que una comunidad, por pequeña que sea, genera: por un lado hay una tendencia muy fuerte a unificar, aglutinar, uniformar, del mismo modo que la tribu de Judá lo hizo después del primer exilio en Babilonia; y por otro lado sabemos, reconocemos, que, entre nosotros, muchos quedarán entre las diez tribus perdidas; asimiladas. Ningún movimiento en una comunidad está libre de costos. O como bien dice Lapid, “ustedes ganaron, pero ganar implica un precio”. Si Lapid apela a que la tribu ultra ortodoxa asuma sus responsabilidades en el Estado, nosotros debemos ser conscientes de las nuestras cuando nos embarcamos en grandes proyectos. Sea en la tienda que sea: secular, conservadora, ortodoxa, o ultra-ortodoxa; o lo que fuere; ya sea en términos de estructura comunitaria, en términos edilicios, o en términos de educación, formal o informal.

Hay una diferencia entre una sociedad o comunidad “tribalizada” y una sociedad o comunidad diversificada. El equilibrio necesario para mantenerse “diversos” pero no “tribalizados” es sutil y difícil. Israel transita ese período medular en su historia donde deberá resolver el tema para asegurar su continuidad como proyecto viable y sostenido. Las amenazas externas son enormes, pero cuando se accionan tienden a aglutinarnos; la amenaza de una fragmentación interna no permite culpar a nadie sino asumir las responsabilidades como pueblo. Del mismo modo, en la vida comunitaria en el marco de sociedades libres y democráticas mantener el equilibrio que habilite más y mejor vida judía depende sólo de nosotros, los judíos. Cada acto u omisión tiene sus consecuencias y su precio. Si prevalece nuestro origen tribal estaremos perdiendo de vista la pertenencia general.

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