Navidad

Cuando a veces hemos reflexionado acerca de cómo ciertas festividades del calendario hebreo, por populares y festejadas que sean, se han vaciado de contenidos para conservar sólo una cáscara costumbrista y sobre todo gastronómica, tal vez hayamos desmerecido el valor de estos aspectos en demasía. Como judío, transitar la Navidad puede darnos una perspectiva diferente sobre cómo festejamos y por qué, de modo de revalorizar todo aquello que sí hacemos durante una festividad, como ser reunirnos alrededor de una mesa. Sin duda hay un número muy grande de cristianos que celebra la Navidad desde su contenido religioso más profundo, el nacimiento de Jesús; pero sabemos que para otros muchos ese significado, si bien conocido, queda relegado a un plano no verbalizado ni expresado cuando la festividad se convierte en motivo de reunión familiar, luces, y regalos. En estos días, el propio Papa hacía referencia a este fenómeno y llamaba a tener en cuenta el verdadero significado de Navidad frente a la avalancha de consumo que ella convoca. El símbolo navideño clásico, el árbol introducido dentro de las casas con sus luces y adornos, es en su origen un símbolo pagano adoptado por el Cristianismo. Con el correr del tiempo, la Navidad ha sumado a su significado original una variedad de capas semánticas de fuerte impronta en todo el mundo occidental. Como judíos, tampoco podemos escapar a su presencia e influencia, ya sea que optemos por sumarnos a algún festejo, juntarnos para estar con amigos o en familia sin arbolito y sin regalos, o simplemente terminemos el día como cualquier otro; como judíos en la diáspora la Navidad es un hecho que nos circunda y nos ocupa.

Esta suerte de distanciamiento de la Navidad de su origen nos hace las cosas más fáciles a los judíos. Después de todo, la figura de Jesús y la fe en su divinidad y resurrección es la primer razón de la división entre una religión y la otra. Pero la Navidad percibida y festejada como reunión familiar alrededor de la mesa y las luces es un concepto bastante más universal; no en vano Januca ha ido también sumando significados a partir de la modernidad, resaltando el valor de ser judío pero en un marco colectivo más amplio, más público. De alguna manera, todos tendemos a una suerte de amalgama no homogénea donde por diversos motivos festejamos, comemos, y nos alegramos con familia y amigos.

Hay algo muy universal y profundo en la necesidad de creer en la renovación y la esperanza. La posibilidad de corregir, enmendar, y tener una nueva oportunidad es un concepto muy judío que nuestro calendario incluye en forma por demás central y relevante durante los meses de Elul y Tishrei. El cierre del año gregoriano y el comienzo de uno nuevo también recoge esta idea de nuevas oportunidades, de esperanza y nuevas propuestas. Más allá de la teología que sustenta cada festividad, más allá de sus radicales y profundas diferencias, ambas recorren un camino hacia la propuesta de una nueva oportunidad. Nada más vital, nada más humano. No en vano entonces en una y otra todos optamos por festejar alrededor de una mesa con luz y comida. Nada más básico.



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