Calendario

Han finalizado las extendidas fiestas del calendario judío que marcaron el final de un año y el comienzo de otro: desde el mes de Elul, escuchando los sonidos del shofar, hasta las rondas y el canto de Simjat Torá pasaron casi dos meses en que la vida judía ha sido intensa y comprometida. Esta semana ya estamos leyendo la tercera y fundacional porción de la Torá del año, “Lej-lejá”. Volvemos a recrear a través de la lectura nuestra historia más básica y primigenia, los movimientos de una familia que desembocaron en un pueblo. Sin embargo, a la vez que esto sucede, nos introducimos en un período de “latencia judía” en lo que a festividades se refiere; pasado el invierno en el hemisferio norte o el verano (y las vacaciones) en el hemisferio sur, en Pesaj retomaremos el hilo festivo de nuestra existencia. Entre tanto, dos festividades “menores”, no legisladas en profundidad por la tradición rabínica, serán nuestra única oportunidad de traer lo judío a nuestras vidas: Jánuca en diciembre y Purim en marzo. Ambas fuertemente ligadas a tradiciones no judías.

Permítaseme un paréntesis: el calendario y los ritos judíos en su detalle no permiten que un judío se distraiga por un solo momento de su vida judía: el ritual semanal de Shabat y los rituales diarios para casi todas las acciones de nuestras vidas aseguran esta fidelidad, esta adhesión; de eso se trata la “halajá”, una regulación de nuestras vidas con los preceptos como hilo conductor. El único inconveniente es que sólo una parte de los judíos viven su vida halájicamente; el resto optamos por vidas donde lo judío es un ingrediente más o menos importante, pero que rige nuestras vidas sólo en ocasiones especiales. Por ello siempre he sostenido que, si se trata de “medir” el judaísmo de un individuo (parámetro difícil de medir por cierto), su adhesión al calendario hebreo, desde las horas del día a los meses del año, es un patrón de medida razonable. No confundir “medir” con “juzgar”; una medición no pasa de ser la constatación lo más objetiva posible, según cierto criterio, del nivel de un fenómeno; un juicio implica valores, ideologías, y prejuicios.

De modo que resulta casi obvio que muchas de las reflexiones u opiniones que compartimos desde este sitio aplican a los judíos no observantes.

Dicho esto, volvemos al tema del inicio. Hace poco menos de dos años, en el verano 2009-2010, escribimos acerca de poder llevarnos el Shabat a nuestras vacaciones. Lo que para muchos es una rutina en nuestra vida cotidiana se pierde en forma casi natural durante las vacaciones. Mirando un avión que surcaba el cielo esteño anunciando el encendido de las velas de Shabat, acordándome que era viernes, pensé que ese aviso en realidad estaba recordando no sólo un horario, sino una condición: somos judíos. Encendamos las velas o no, en hora o fuera de hora; somos judíos. También pude pensar que en un tiempo sin almanaques ni calendarios pre establecidos los días y el tiempo eran todos iguales, perfectamente cíclicos, y que el calendario hebreo fue ordenando el tiempo para sus seguidores. No sólo ordenándolo, sino dotándolo de significación. Ahora, de pronto, pasadas “Las” fiestas, el calendario se diluye para muchos de nosotros. ¿Dónde encontraremos significados, relevancia, judaísmo?

El desafío, como gusta decir el Rabino Ariel Kleiner, es siempre estar a la búsqueda de nuevas opciones. En términos informáticos, ampliar y renovar el menú de opciones. No meramente en lo estético, sino en lo conceptual. Dejar el judaísmo en manos de los llamados “religiosos” exclusivamente es un lujo que quienes no lo somos no podemos darnos. Al no estar regidos por normas y ritos tan detallados y abarcativos, tenemos la libertad de ejercer nuestra creatividad hasta límites insospechados. Sólo hay que explorar, proponer, probar y avanzar. Más aun: las festividades más sagradas y halájicas permiten una buena dosis de creatividad. Allí yace uno de los pilares de nuestra existencia: la capacidad de innovar, renovar, y adaptarnos. Desde un mundo de preceptos o desde un mundo “laico”, el judaísmo siempre tiene en su esencia esta capacidad. El desafío, repito, es ejercerla.


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