Lecturas

Resulta asombrosa la cantidad de lecturas que un solo hecho permite. Lecturas en un sentido amplio, de textos que existen más allá de lo escrito, pero que encuentran su expresión en la escritura, el video, la fotografía; en definitiva, muchos recursos comunicacionales alrededor de un hecho. Nos referimos a los episodios de los “indignados” o las “carpas” o manifestaciones espontáneas en Israel. El hecho, de hecho, no es uno solo sino una multiplicidad de sucesos paralelos, coordinados, o tal vez no, que van surgiendo como un contagio en un país, en una zona, en el mundo.

¿Por qué asombrarnos? Como “pueblo del libro”, ¿acaso no estamos acostumbrados a las diferentes lecturas? Nuestro Libro –así, con mayúscula– ¿no es acaso una historia contada desde diferentes perspectivas? No podemos asegurar cómo sucedieron los hechos allí narrados ni cómo se gestaron las normas allí establecidas. Sin embargo, nuestra cultura como judíos está construida sobre la interpretación y el llenado de vacíos, es decir, sobre múltiples lecturas.

La manipulación de los hechos, su interpretación en un sentido u otro, el manejo de la opinión pública, no son fenómenos exclusivos de nuestros tiempos. Sin duda siempre existió esa tentación o simple capacidad del ser humano de versionar de manera diversa un mismo suceso. No hacemos más que ejercer nuestra principal capacidad como criaturas en este mundo: el lenguaje.

Aun así, resulta a veces pasmosa la capacidad de adaptar las circunstancias a las ideologías. Tanto en tumeser como en otros medios de prensa, han aparecido infinidad de artículos sobre los mismos sucesos en Israel. A partir de ellos, cada uno construye una tesis, una opinión, o sostiene, llanamente, una ideología. Desde el brillante artículo de David Grosman, recogido por tumeser.com y también publicado por Brecha en Uruguay, a opiniones más ideologizadas como la de Amos Oz, u otras en otros medios. Todas son válidas, aunque algunas tengan mayor sustento que otras. También el discernimiento del lector incide en el proceso comunicacional.

Sin embargo, los muertos en el atentado cerca de Eilat ayer jueves 18 de agosto de 2011, 18 de elul 5711 en el calendario hebreo, es incontrastable: a la hora en que escribimos esta editorial son siete muertos, siete. La frialdad de los números no admite matices ni interpretaciones: estaban vivos, ahora están muertos. En unas horas se subirán en la ola generada por este hecho todas las ideologías, todas las posturas políticas. Pero a diferencia de los “indignados” en Israel, esto es irrefutable. Seguramente antes de Shabat habrá siete entierros en Israel.

Las “carpas” y los “indignados” hablaban de un Israel más “normalizado”, usando el término de Donniel Hartman semanas atrás; la normalidad de Israel, por más que nos pese, yace principalmente en estas muertes y sus semejantes.

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