Sucot 5776

Pasado Iom Kipur, una vez finalizado este Shabat donde se nos propone “escuchar” (Haazinu), comienza la festividad de Sucot o fiesta “de las cabañas”, por llamar de alguna manera las precarias construcciones que se nos instruye habitar durante ocho días. Como en Pesaj, Sucot nos incluye en la experiencia de nuestros antepasados; ellos caminaron por el desierto cuarenta años en pos de la tierra prometida y vivieron en esa precariedad: apenas unas pérgolas cubiertas de hojas de palma, fácilmente desarmables y transportables (uno imagina).

 

Como en Pesaj, debemos contarnos la historia como si nos sucediera a nosotros; esta vez en forma menos literaria y más vivencial. Construimos la Sucá, la habitamos comiendo y hasta durmiendo en ella, y focalizamos nuestros sentidos en los aspectos más inmateriales de nuestra existencia. Sólo nos faltaría caminar en el desierto, pero tal esfuerzo no se nos pide; después de todo, el judaísmo es una marcha permanente.

 

En estas semanas se está escribiendo exhaustivamente acerca de otros pueblos a quienes les toca caminar por los desiertos de la tierra: los denominados “migrantes”, como animales cuyo mandato natural es buscar otras tierras en forma cíclica. Sólo que éstos no son animales sino seres humanos cuyo hábitat y cultura ha sido destruido y su supervivencia fatalmente amenazada. Llamarlos “migrantes” evita llamarlos “refugiados”, que es lo que son si aplicamos

la nomenclatura moderna; Occidente denomina “refugiados” a quienes quiere victimizar como recurso político. Cuando cientos de miles de personas golpean sus puertas pidiendo entrada, prefiere llamarlos migrantes.

 

Hay un brillante artículo de Pérez Reverte que ya es viral en las redes comparando esta oleada humana con la invasión de los godos al imperio romano. Si la Historia se repite, qué decir de los mitos. Mientras la Historia se repite con variables, el mito apunta a la esencia misma de la naturaleza humana. La salida del paraíso, Caín y Abel, los diluvios, las lenguas que se confunden y no se entienden, y los grandes movimientos de masas, están todos escritos, y

aun así nos sorprendemos cuando nos toca presenciarlos.

 

Uno quisiera creer que a fuerza de escribir y reescribir nuestros mitos conseguiríamos modificarlos. Que el mar se abriría cuando entremos en él. Pero el Mar Mediterráneo no se abre para dejar pasar a nadie. Como a los egipcios de entonces, el mar sepulta a quienes intentan atravesarlo. También se busca el camino por tierra, como aquellos otros nómades que fueron nuestros patriarcas: familias, tribus y pueblos buscan su pan en épocas de hambre. También ellos bajan a su “Egipto”.

 

Éste Sucot 5776 es algo más que acerca de vivenciar nuestro tránsito por el desierto y la precariedad de la existencia. No tenemos que ir tan lejos en el tiempo. Éste Sucot puede ser una ocasión solidaria aunque sea sólo desde el sentido y el sentimiento. Porque no importa de qué nación son ni de qué enemigos escapan; parafraseando a Borges en Emma Zunz, “son otras las circunstancias y uno o dos nombres”. Nosotros sabemos qué significa ese derrotero,

“porque esclavos fuimos en la tierra de Egipto”.

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