"de Bendiciones & Maldiciones"

La porción de la Torá que leemos esta semana es "Balak", Números 22:2. La más famosa cita de esta "parashá" está en 24:5: "Cuán hermosas son tus tiendas, oh Jacob y tus moradas, oh Israel!" Me permito sugerir que, al contrario de lo que nos enseña la tradición más clásica en el sentido de que la maldición se convierte en bendición por causa de la intervención divina, las palabras que emite Balaam constituyen un inventario ambiguo y equívoco que la frase en sí misma, tomada fuera de contexto. Ya sea por intervención divina, tal como indica el texto, o por inspiración personal atribuida a la divinidad, las palabras del vidente reflejan una situación compleja. Es una mirada abarcativa y vasta de la naturaleza de los hijos de Israel por ese entonces.

 Así como dice Balaam que "no ha visto pecado en Jacob. En Israel, no ha visto maldad" (Núm. 23:21), también dice que será un pueblo "solitario y no se contará entre las demás gentes" (Núm. 23:9) y que "devorará pueblos enemigos haciendo crujir sus huesos y los atravesará con sus certeras saetas" (Núm. 24:8). Una lectura cuidadosa de las tres bendiciones/maldiciones de Balaam no deja duda acerca de su ambigüedad. Como en toda narrativa elegimos partes que rescatamos y partes que rechazamos: así se va construyendo una identidad. Pero el texto está allí; una mirada un poco más crítica permite entender nuestra identidad en una aproximación menos simplista.

El propósito de una lectura alternativa de este tipo no debería ser político. No se trata de torcer o simplificar nuestra identidad, sino comprenderla en toda su complejidad. Por eso el texto de "Balak" resulta tan fascinante: no solamente por su tono fabulesco con una burra parlanchina, sino que encierra verdades sublimes y terribles respectivamente, que nos definen como pueblo desde nuestra literatura fundacional. Están puestas en boca del "otro", pero está incluido en nuestro texto. Asumimos que la mirada del otro es una mirada que debemos tomar en cuenta.

Somos un pueblo que prevalece, que se multiplica y desarrolla, que se enriquece, y que domina la tierra que le ha sido prometida; pero a la vez, somos un pueblo que maneja armas, devora a sus enemigos, y se asemeja a leones acurrucados. Desde la paz pastoril de las tiendas de Iaacov nace una furia que más vale no provocar. Todo esto lo ve y dice Balaam, y es esto lo que escucha Balak; por mucho que le disguste.

Hay algo terriblemente actual en la lectura de esta semana. "Actual" no en un sentido "siglo XXI" sino estrictamente actual: el día de hoy. Israel y el pueblo judío en general, cada uno en su nivel y circunstancia, se debaten entre la prosperidad y el desarrollo por un lado y la fuerza y la combatividad por el otro. Aún permanecemos solitarios y aislados; a la sombra de ISIS, esta metáfora no podía ser más relevante.

Lo interesante es que el mundo que hoy nos rodea está lleno de Balak pero hay cada vez menos Balaam. No ya para que nos bendigan, sino para expresar en toda su complejidad la naturaleza del conflicto que nos envuelve. Que por cierto, cada día avanza más no sólo sobre Oriente Medio sino sobre todo Occidente.

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