Soliloquio

Está aquello que me asusta y está aquello que me perturba. Entre lo que me asusta incluyo, por ejemplo, los secuestros en Montevideo y el potencial nuclear iraní. Entre lo que me perturba están las narrativas tergiversadas: decir que el Hombre no pisó la Luna o que el Sionismo es una fabricación ideológica perimida. Ésta última es de los fenómenos que más me perturban porque cuestiona mi manera de entender aquello que me constituye, el judaísmo. A pocos días del primer aniversario de la operación “Franja Protectora” me gustaría explicar mi perturbación.

 El Sionismo es parte de nuestra narrativa nacional. Cuando hablamos de fuentes judías podemos hablar de los textos canónicos, el Pentateuco, el Talmud, Maimónides, o Heschel. También podemos sumar "El Estado Judío" de Herzl, "Mi Tierra Prometida" de Ari Shavit, o cualquier libro de Amos Oz o David Grossman.

Si algo nos enseña la tradición judía es que los textos son capas que van sumando significado y significación. En la tradición judía es válido que los textos conversen entre sí a través del tiempo y el espacio. Desde "Lej-lejá" (Génesis 12:1) en adelante toda la narrativa judía ha girado en torno a la tierra, una tierra específica y conflictiva. Es un poco tarde para acordarnos que hay otros en la tierra y que ocuparla fue, es, y lamentablemente será fuente de conflicto. No hay nada nuevo bajo el sol.

Lo nuevo es que nos estamos auto-convenciendo que "el otro" es más importante que nosotros. No estamos aplicando la cita "amarás a tu prójimo como a ti mismo" ni la versión de Hillel de "no hagas al otro lo que no quieres que te hagan a ti"; hemos creado una versión totalmente original: haz al otro lo que el otro no hace por ti ni por sí. Hemos llegado al punto de entender el conflicto palestino-israelí a través del discurso de quien niega nuestro derecho a ocupar esa porción de tierra. Nos defendemos de ataques de opinión pública puntuales, tratamos de hacer el esclarecimiento que Israel no logra hacer, pero estamos perdiendo de vista que nos estamos dividiendo en dos extremos: los que sólo escuchamos UNA narrativa, en lugar de una conversación.

Por un lado están quienes no cuestionan a Israel y/o su Gobierno democráticamente electo bajo ninguna circunstancia; y por otro lado están quienes lo cuestionan rayando el prejuicio. En el primer caso se mantiene la ceguera frente al "otro", el desconocimiento de la realidad geográfica y demográfica, sostenida en una superioridad económica, militar, y tecnológica; en el segundo caso se sostiene la narrativa de la ocupación al punto que el "otro" nos fagocita. Tanto por perseguidos como por perseguidores, existimos en función del "otro". Nos olvidamos cómo y por qué estamos allí. Cuando la ONU tomó su infeliz resolución de que el Sionismo es Racismo en 1975 todos pusimos el grito en el cielo; mientras tanto han pasado cuarenta años y muchos en nuestras tiendas creen que es así.

La gran pregunta sería ésta: ¿es necesario un discurso extremista de derecha, paranoico y desconfiado, agresivo y xenófobo, sin propuestas, para sostener un Estado de alta seguridad? Instalar el diálogo, con nosotros mismos y con nuestros enemigos, ¿supone debilidad? Como dijera Donniel Hartman el pasado martes 23 en Jerusalém, al menos hablemos los temas. Pensar en soluciones justas y posibles no implica necesariamente un signo de debilidad. Mucho menos si podemos conversar los temas entre nosotros sin encerrarnos entre barrotes ideológicos y paralizantes. Si no tenemos con quien hablar fuera de nuestras tiendas (asumamos eso por un momento), siempre podemos hablar entre nosotros.

No sólo el discurso "de derecha" está atrapado en su ideología. El discurso "de izquierda" se ha corrido de una posición de diálogo con el enemigo a un cuestionamiento de nosotros mismos. Al punto de plantear la posible prescindencia de Israel como factor de la compleja ecuación que manejamos. Como Israel se ha convertido en un gobierno y una sociedad que no se ajusta a nuestros ideales, allá Israel: el judaísmo no precisa de Israel. Ignoro si esta postura prevalece en términos de encuesta de opinión, pero sí sé que está en el centro de la discusión en los EEUU. También he escuchado no pocos comentarios en ese sentido en estas latitudes.

Lo más grave de los conflictos bélicos de tipo existencial son las muertes que causan, ya sean en la ex Yugoeslavia, en Siria, o en la frontera de la Franja de Gaza. Hay una segunda terrible consecuencia: la violencia genera más violencia. La historia y la literatura están llenas de espirales inacabables de violencia. Por eso, sostengo que tanto las posturas extremas "de derecha" o "de izquierda" en el conflicto con los palestinos y el mundo árabe son consecuencia del extremismo en que nos han y nos hemos acorralado.

Ahora bien: esto obedece a la dinámica política y siempre es pasible de cambio. Lo que me perturba es que como judíos hemos dado lugar al discurso fanático como única alternativa. Ya sea que gritemos ciegamente "am Israel jai!" o "paz ahora!", estamos vaciando nuestro discurso de valores para llenarlos de slogans: "todo el mundo está contra nuestro", o "todo es culpa de la ocupación". En cualquiera de los casos estamos ignorando un término de la ecuación: o ignoramos al otro o nos ignoramos a nosotros mismos. La cita bíblica o la versión de Hillel son una ecuación perfecta: está uno y hay un "otro". Pero si no hay "uno" el "otro" será la única realidad.
Tal vez sea buen momento para revisar el Sionismo. No desde la ONU, sino desde nosotros mismos. Hemos sido creativos para leer y transformar textos e ideas milenarios, bien podemos hacerlo a la luz de nuestra situación hoy. Lo que no podemos es borrar con el codo lo que escribimos con la mano. Por primera vez en la historia, estaríamos desechando nuestra propia narración. Si ésta nos trajo hasta hoy, sería un acto suicida hacerlo.

· Más leídos ·

Consola de depuración de Joomla!

Sesión

Información del perfil

Uso de la memoria

Consultas de la base de datos