Espías

Fiel a su costado histórico la narrativa bíblica comienza a moverse a mayor ritmo retrotrayéndonos a los cuentos más básicos y fantásticos a los que nos habían acostumbrado Génesis y Éxodo. Después de las exhaustivas instrucciones de Levítico y los pormenorizados censos del principio de Números, las cosas comienzan a moverse. No sólo el pueblo avanza hacia su meta sino que debe confrontar la realidad con la teoría: la famosa frase de "haremos y escucharemos" que suponía una incondicionalidad ejemplar es en realidad muy poco realista: después de escuchar, ahora el pueblo debe ejecutar las instrucciones divinas. Vivir bajo esos estándares. No en vano "Shlaj" finaliza con el mandamiento de usar "tzitzit" (flecos) para recordar y no olvidar ni por casualidad los preceptos divinos.


Sin embargo, "Shlaj" es tal vez la segunda porción "sionista" de la Torá, si "Lej-lejá" fue la primera; a tal punto, que el texto usa la misma voz: "lejá". A la vez que el mandato es externo, su ejecución es un proceso interior. Los hombres que Moshé debe enviar a reconocer la tierra prometida son líderes entre los suyos, hombres de confianza de Moshé, creíbles y confiables. Este hecho está reforzado por el cambio de nombre de Oséas a Iehoshua. Los cambios de nombre siempre son significativos en la biblia: Iehoshua es el futuro salvador de Israel.

"Shlaj" representa no sólo el movimiento, la acción, sino la confrontación con la realidad. Los "espías", como han sido llamados, recorren la tierra y traen un informe tal vez realista pero muy descorazonador. Sólo dos de ellos, Caleb y Iehoshua, alientan al pueblo al esfuerzo de apoderarse de la tierra. No refutan los argumentos de sus compañeros porque seguramente todos han visto lo mismo: la tierra está habitada y no será fácil desalojarla. Sólo que la mayoría se desalienta y contagia al pueblo este desaliento. Ante tales dudas dios decide eliminar toda una generación antes de acometer el último paso: entrar y tomar la tierra.

"Shlaj" es notoriamente actual. Por un lado, representa nuestro constante ir y venir a Israel para conocer la tierra y sus habitantes. Cada uno de nosotros es uno de los "espías" cuando por primera vez llega a sus orillas (aunque hoy entramos desde las orillas del Mediterráneo cuando entonces entrabamos desde el Jordán), la recorremos, nos admiramos de su fertilidad, y comentamos acerca de sus habitantes; al regreso, todos traemos un ramo de vid simbólico en forma de souvenirs. Más allá del turismo, todos somos "espías" cuando pensamos o intentamos habitarla, ya sea para quedarnos o para volver a nuestro "Egipto". Para todos Israel tiene algo de culminación pero a la vez de desafío; nos seduce y nos intimida. Algo de esa tierra que "devora a sus habitantes" todavía está vigente.

"Shlaj" es notoriamente actual porque habla de ver o ignorar: diez espías vieron la tierra habitada y difícil de abordar; dos espías obviaron ese detalle y tuvieron fe para conquistarla y cumplir la promesa divina. Ni entonces ni ahora se hubiera conseguido nada siguiendo el criterio de la mayoría; fueron minorías las que se jugaron y confiaron. Aun así, vale resaltar la incapacidad de ver o reconocer a los otros habitantes que ya estaban allí: hoy es un hecho históricamente comprobado que muchos de nuestros padres fundadores del Sionismo fueron simplemente ciegos ante la población autóctona y confiaron en el mandato que el propio Sionismo había construido, por cierto no sin razones. Tal vez otra hubiera sido la historia si el criterio de los diez espías hubiera sido tomado en cuenta hoy.

"Shlaj" es notoriamente actual porque confronta al pueblo con la tierra. Si el criterio de los diez hubiera prevalecido y la opción de tomar la tierra según la promesa divina hubiera sido desechada para volver a "Egipto", ¿qué pueblo/nación/religión hubiéramos construido? Seguramente nos hubiéramos perdido en los confines del desierto sin un espacio físico donde aplicar la ley que nos había sido entregada. Los pueblos de la antigüedad (y poco ha cambiado desde entonces) vivían o morían por medio de la conquista de territorio y recursos (humanos y físicos). Difícilmente se hubiera podido sostener un sistema legal tan complejo y a la vez tan inmaduro aún sin un soporte físico. La prueba de fuego llegó siglos más tarde en la Era Común pero para entonces ya habíamos habitado, poblado, y desarrollado la tierra. Todo el sistema apuntó a volver a ella; una vez más. Por eso no hay judaísmo sin tierra de Israel; hoy mucho menos sin Estado de Israel.


Si "Shlaj" nos confronta con los dolores de parto de una conquista (que se llevará a cabo en los siguientes libros de la Biblia) también comienza a esbozar algunos de los problemas de construir espacio público propio, ya sea israelita entonces, judío hoy. El hombre que olvidó que era Shabat y cortó leña fue lapidado: ¿cómo conviven los mandatos divinos con las necesidades cotidianas del hombre? Cómo un pueblo conjuga su adhesión a una ley de origen divino con su apego a una sociedad libre y plural. Aún estamos inmersos en el proceso, aún estamos lejos de las respuestas. Así como perseveramos en la lectura de la Torá durante siglos seguramente también podremos perseverar en el perfeccionamiento del mundo en el cual hemos sido protagonistas.

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