Desierto

Pasada la festividad de Shavuot es buena cosa poder reflexionar acerca de su coincidencia con el comienzo del libro de Números, "Bamidbar", en el Shabat que la antecede. Si simbólicamente en esta fecha todos recibimos la Torá al pie del monte Sinaí, podemos decir también que estamos "en el desierto" (bamidbar). La cuestión es pensar qué tan lejos queremos llevar la metáfora: acaso pensar que para recibir no sólo la Ley sino El Conocimiento (Torá) debemos estar lo más despojados y aislados posible como comunidad; o pensar, en un sentido más moralista, que estamos en un eterno desierto y necesitamos que se nos dé tanto Ley como Conocimiento en forma permanente.

Muchos rabinos y predicadores gustan de la segunda acepción de la metáfora y nos reclaman permanentemente más y más compromiso, más y más apego a las normas, más y más esfuerzo en perfeccionar nuestro pasaje por esta vida y este mundo. Desde ponernos tfilim, pasando por comer kasher, hasta ir a la sinagoga y ser parte del minián: nunca es suficiente, siempre estamos en deuda; siempre estamos "en el desierto". Otros rabinos adhieren más a la idea del "tránsito": así como transitamos el desierto y vamos construyendo Ley, Conocimiento, y ahora en "Números" también organización, en el transcurso de nuestras vidas vamos sumando conductas y preceptos.


Prefiero pensar la metáfora del desierto en su primer sentido: ciertos temas requieren ciertas condiciones. No podemos pensar lo trascendental o espiritual mientras chequeamos el celular o estamos estimulados por signos y señales. De alguna manera, personal y colectiva, debemos hacer un pasaje "en el desierto" para aspirar transformaciones y superación.

El pueblo ha transitado el desierto desde las estrecheces de Egipto hasta la víspera del día en que recibirá la Ley. Pero la Ley no transforma el desierto en paraíso: la labor del perfeccionamiento del entorno recae sobre nosotros, no sobre dios. De modo que todas las instrucciones que recibimos a lo largo de Levítico y que repetiremos en Deuteronomio son el contenido, la razón de ser de este tránsito en el desierto. "Números" es acerca de la organización, la estructura, los organigramas y "job-description" que harán posible que las normas se cumplan tal como se demanda.

"Bamidbar" censa las tribus, nombra sus líderes, organiza los espacios en torno al tabernáculo, y una vez más, "aparta", separa, elige: la tribu de los Levitas no se cuenta en el censo porque tiene un status aparte. Es interesante esta obsesión divina por "elegir": elige un pueblo, y dentro del mismo elige una tribu. Su elección es para servirlo, para cooperar, para ayudar a que se cumplan sus propuestas. Con el correr de los siglos el concepto de "elección" se ha corrido más hacia un significado cualitativo, valorativo, cuando la idea original es claramente asignar una función específica. Tal vez esto tenga su origen en una necesidad interna de autovaloración o de un prejuicio externo de desvaloración. Sea como sea, lo "elegido" es un concepto problemático que "Bamidbar" ilustra en toda su complejidad.


Lo más importante de esta porción de la Torá, y del libro de Números en general, es que recalca una vez más la paradoja del judaísmo: somos un colectivo (familia, pueblo, nación), pero somos también la suma de individuos. Somos censados, cada uno suma lo mismo que el otro, y también tenemos un nombre. Números abunda en ambos: cifras y nombres. Por eso cuando hacemos una actividad comunitaria todos tratamos de aprender algo; pero también sentimos la compulsiva necesidad de censar: contar cuántos y quiénes somos.

 

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