Xenofobia

Dos hechos lamentables lamentablemente sucedieron el domingo: al mismo tiempo que el diario El País de Montevideo titulaba y caricaturizaba "Tras el rostro del antisemita" (http://www.elpais.com.uy/que-pasa/rostro-antisemita-discriminacion-judios-uruguay.html), en Israel un video de policías israelíes apaleando un soldado israelí de la etnia etíope provocaba inusualmente violentas manifestaciones en la Plaza Rabin de Tel-Aviv.

Antes de comentar y opinar sobre ambos hechos vale la pena una observación de tipo simbólico: la Plaza debe su nombre actual al Primer Ministro Itzjak Rabin asesinado en ese mismo sitio en una manifestación pacifista en 1995; antes el nombre de la misma plaza era "Reyes de Israel". Si la historia bíblica está presente en la vida cotidiana de los israelíes, más aún lo está la "historia reciente".

También la autopista 6 se llama Itzjak Rabin, pero nada es comparable al fuerte simbolismo de la plaza: el asesinato de Rabin inauguró una violencia entre conciudadanos a la que no estábamos acostumbrados; muchas manifestaciones y demostraciones después, veinte años más tarde, otro tipo de violencia, más generalizada, invadió la plaza y sus alrededores.

De Montevideo a Tel-Aviv, la moneda es una con dos caras simétricas: por un lado la xenofobia que nos viene del entorno, y por el otro la que se genera en nuestro seno. Al fin de cuentas, es todo xenofobia: la absurda caricatura y el tendencioso titular elegidos por "El País", y la golpiza recibida por el soldado de parte de "su" policía; y por supuesto también es xenófoba la violencia desatada por parte de los protestantes, sea cual sea su origen. Para los judíos uruguayos el pasado domingo fue un domingo xenófobo y violento.

Ya será casi un año que vivimos amenazados por el discurso y las acciones antisemitas. Por suerte por ahora es más discurso que acción. Todos esperábamos que las aguas terminen de calmarse y la vida transitara más o menos por sus carriles normales. A mi modo de ver, la mentada encuesta de Radar muestra precisamente eso: una cierta tendencia discriminatoria hacia el judío por encima de otras minorías, y una razonable tendencia discriminatoria por parte del uruguayo medio en general. Nada demasiado grave. En todo caso, y la realidad que los hechos acaecidos en Israel demuestran, la xenofobia no es exclusiva de los uruguayos; hay judíos que también la manifiestan. Por supuesto que del mismo modo hay cristianos, musulmanes, y supongo que en todo grupo humano existe el temor, si no el odio, al extranjero, al otro, al distinto.

Leí "El País" temprano en la mañana y vi los episodios en Israel más tarde en el día en CNN. La coincidencia de los hechos no podía ser más provocativa. Porque una cosa es lidiar con la judeofobia cuando sólo nos visualizamos como víctimas, y una muy otra cuando sabemos que entre nosotros también hay victimarios. Mejor dicho: todos somos lo uno y lo otro, en forma simultánea y latente.

Los problemas en Israel van mucho más allá del "gobierno de Netanyahu" como quiere simplificar la opinión pública antisemita que separa gobierno de Estado, lo cual es un absurdo; los problemas en Israel son producto de su realidad demográfica, hacia dentro y hacia fuera del judaísmo. La sociedad israelí deberá lidiar con la diversidad que ella misma generó. Porque sí: esos etíopes hoy discriminados o abusados fueron rescatados por Israel de una muerte segura y traídos a Israel como judíos de pleno derecho. Pero una cosa es el Éxodo, otra cosa es habitar la tierra prometida. El desafío sigue vigente.

En estas orillas orientales debemos seguir atentos. Por un lado, combatir la calumnia y el discurso antisemita bajo cualquier circunstancia, y prever acciones de la misma índole (porque la palabra es el combustible de la acción); por otro lado seguir cuidando el delicado balance entre construir judaísmo desde la persecución y hacerlo desde la identidad. Lo primero es mucho más fácil porque ponemos el peso en el otro; lo segundo supone nuestro propio esfuerzo y creatividad.


El triste domingo pasado nos obliga a estar atentos a la vez que vigilantes. Pero no sólo respecto al otro, sino respecto de nosotros mismos. No caer en el facilismo acusador sino comprometernos en valores. Si queremos gritar "Am Israel Jai" sólo nosotros somos responsables de ésa vida.

 

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