Elecciones, el día después

La brecha entre las predicciones y la realidad no tiene fronteras. Se equivocan encuestadores uruguayos e israelíes, con seis meses de diferencia. Moraleja: no se vota por las encuestas sino por pura y simple convicción. Ergo: el 10 de mayo en las municipales en Uruguay no votaré en contra de nadie sino a favor de alguno. En cualquier caso, pierderé.

 Otra moraleja: las encuestas deberían ser privadas, no divulgables. Por más que se aclare, sus resultados son sólo tendencias. Los votantes tomamos las encuestas cómo un partido de fútbol que se desarrolla durante un cierto tiempo y al final, sobre la hora, gana uno: el que venía ganando, o el que parecía perder. Nada tiene que ver con un proceso electoral.

Es que "el partido" no es de los votantes, sino de los políticos; pero sobre todo de los operadores políticos: asesores, agencias, creativos, estrategas, publicistas, medios, noticieros. Ellos juegan un partido que nada o poco tiene que ver con lo que nos jugamos (en Israel, Uruguay, o Japón) los votantes. Los operadores políticos arman el gran show mediático que todos consumimos vorazmente. Sucede que el día "D", el día medular, el día en que todo es silencio (y secreto como el voto), la opinión pública se hace oficial: así, con esta gente, queremos que nos gobiernen. Las reglas del juego son que la mayoría gana y los demás nos resignamos.

En los años setenta tardíos el profesor Menajem Peri de la Universidad de Tel-Aviv acuñó, para un análisis de poemas, el concepto "deep semantic structure", estructura semántica profunda. Se refería a cómo se organizaba temáticamente un poema, un poeta, o una poética. La frase acuñada por Peri me resuena cada vez que pienso en resultados electorales, en especial en países que conozco y cuya realidad me concierne: el que vivo, Uruguay, e Israel, donde viven seres muy queridos y donde yo también supe vivir. ¿En qué sentido?

Quiero proponer que detrás de un resultado electoral podemos encontrar las prioridades o las preocupaciones o los asuntos que en lo más profundo ocupan al grupo de ciudadanos que votan. Es cierto que a veces acontecimientos fortuitos cambian el resultado de una elección, pero es muy probable que si alguien estudiara suficientes casos encontraría que generalmente detrás de un resultado hay un par de razones específicas.

Sin seguir en el campo teórico, tomo el ejemplo de lo que votaron uruguayos e israelíes, los primeros en Octubre-Noviembre y los segundos esta semana. La mayoría de los uruguayos (mayoría parlamentaria, entiéndase) vota por un estado paternalista, protector, dador, equiparador, justiciero, y grande; los uruguayos somos esencialmente "battlistas", aunque la denominación en sí sea rotundamente minoritaria. Después del período dictatorial, voamos dos veces a Sanguinetti, dos veces a Tabaré Vázquez, una vez a Mujica (difícilmente tenga oportunidad de ser votado dos veces por la famosa "biología"), y sólo una vez a Battle y a un Lacalle. Los israelíes, por su parte, votan esencialmente una cosa: seguridad. Con toda la movida de los "indignados" del bulevar Rostchild, con toda su política económica neo-liberal, Netanyahu sigue siendo para la mayoría de los votantes israelíes el candidato más seguro. Los generales retirados han hecho grandes carreras en la política israelí: Dayan, Rabin, el propio Barak, Sharon. Peres, con toda su aurea presidencial, nunca fue militar y siempre fue perdedor. Golda Meir perdió su cargo y terminó su carrera política después de la guerra de Iom Kipur en 1973.

De modo que no hay sorpresas, sino conductas. También hay esperanza y a eso nos aferramos quienes somos minoría en cada elección: a la ilusión del cambio. Se da, por cierto, pero nunca tan frecuentemente como quisiéramos. Depende de que surja el líder no sólo carismático sino confiable o de que la coyuntura determine nuevos paradigmas; pero la Historia es lenta. Habrá que tener paciencia.


Me aventuro a decir que por falta de líderes carismáticos y confiables (ambas condiciones simultáneamente) no habrán grandes cambios ni en Uruguay ni en Israel en los próximos diez años. Si peco de atrevido, también aventuro que ningún republicano podrá ganar en los EEUU. Aunque Hillary Clinton sea la candidata de los demócratas. Las nuevas mayorías son las "minorías" en los EEUU.

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