Nisman II

El verano suele ser “lento” en materia de noticias. Desde la política al fútbol, los periodistas y los medios se esfuerzan en llenar las horas al aire, las páginas de los diarios, las portadas de internet. En Uruguay aumentan aún más el caudal de información policial y de tránsito, y se suman opiniones sobre la temporada, y aparece el Carnaval como noticia cultural. Probablemente sucede lo mismo en Argentina.

Hasta Nisman. Si bien el canal Crónica siguió cubriendo las playas y mostrando las mejores colas fiel a su estilo cholulo y bizarro, TN, canal opositor si los hay, se llenó de Nisman.

Tuve la oportunidad de ver televisión argentina durante cuarenta y ocho horas, en forma intermitente claro, y Nisman nunca dejó de ocupar la pantalla. Me consta que otros canales, menos vistos en Uruguay, también cubrieron la noticia y sus consecuencias (¿o secuelas?) en forma casi permanente.

Mientras tanto, el Buenos Aires que recorrí parecía no acusar la magnitud del hecho. Todo siguió funcionando, o no funcionando. El verano siguió su curso con su calor característico, los parques porteños estaban repletos de gente, el tránsito en la Capital Federal era un verdadero alivio en relación a lo que uno conoce, y los veleros surcaban el río como todos los domingos cuando Buquebus nos trajo de vuelta a nuestras orillas. Algo terrible había sucedido pero las consecuencias no se percibían. ¿Se percibirán, acaso?

Hace veinte años no moría Nisman sino otras ochenta y cinco personas en el atentado a la AMIA, y tampoco se perciben las consecuencias. Mejor dicho, se “perciben” pero no están, no se materializan. Aparentemente Nisman iba a hacerlo y súbitamente murió. Como bien han dicho, Nisman es la víctima número ochenta y seis del atentado a la AMIA.

Lo que más me llamó la atención es la dicotomía profunda entre los medios y la realidad. La vida, como siempre que alguien muere, mal que nos pese aceptarlo, siguió su curso. Los medios, sin embargo, parecería que querían que el tiempo no avance. Dejar la imagen congelada en Nisman y su malogrado intento de heroísmo nacional. Lo mediático y la realidad mostraron un divorcio de tal magnitud que resulta difícil de entender.

Si la gente sigue su vida, pero al mismo tiempo elige ver TN o leer Noticias (porque GENTE puso a Nisman como foto chica en su tapa, al lado de una “famosa” de turno: hay prioridades) o Clarín o La Nación cuando todos repiten exactamente lo mismo, se puede pensar no que entienden el caso como una tragedia nacional sino como un gran entretenimiento. Los argentinos se han especializado en un género: la realidad mediatizada. Desde “Gran Hermano” a Tinelli, todo es mediático, todo es espectáculo. Argentina produce “tiras”, telenovelas, comedias, para exportación; y “realities” para el consumo interno. Lo que yo vi en TN el sábado de tarde era entretenimiento, no información.

Tal vez eso inmunice a los argentinos ante tanto disparate moral. Cierto que le da material a los Lanata, los Fantino, y otros mucho menos conocidos para hablar y hablar. El propio Nisman fue “víctima” de esta avidez por la “noticia-espectáculo”. Si uno lo oyó declarar en TN la semana anterior al día de su muerte, no podía sino pensar que “a este tipo lo matan”. Como fuera que fue la circunstancia de su muerte, había algo simbólicamente suicida en declarar, adelantar, toda su información al aire antes que al Congreso de la Nación.

Tengo la sensación que todos y cada uno de los argentinos saben que algo muy profundo y grave sucedió cuando Nisman muere. Mientras muchos especulan porque ese es su trabajo, otros intentarán investigar, y la gran mayoría seguirá sus vidas sin mayor esperanza de que alguna verdad se sepa alguna vez. Pero saben que algo muy malo pasó y sigue sucediendo.

 

Si los medios representan lo colectivo en Argentina, entonces parecería que hay una gran brecha entre el individuo y la sociedad de la que es parte. Nadie dudará en decir que lo de Nisman fue una tragedia ahora como la AMIA veinte años atrás. Pero da la impresión que los medios seguirán generando el consumo que el público reclama mientras que la justicia seguirá metida en su laberinto. Sin que nadie pueda hacer frente al minotauro.

 

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