"Je suis celui qui suis." (Exode 3:14)

Hace casi dos años, en Pesaj 5773, coincidentemente con el furor de "Les Miz" en cine, me preguntaba en un editorial: "Who am I?" Pesaj, fiesta de la libertad y la identidad. Da la impresión que hacer esa pregunta esta semana hubiera sido irrelevante: "Je suis Charlie". "Je suis juif". "Je suis Ahmed". Todos entrelazados por la misma tragedia: franceses de alcurnia libertaria, judíos de fuerte arraigo y tradición, musulmanes integrados a la sociedad en que crecieron. Todos entrelazados como los jefes de estado y de gobierno durante la marcha solidaria con Francia del pasado domingo. Parecía que todos sabían perfectamente quiénes eran.

Si la consecuencia del terrorismo es la solidaridad tal como la vimos por la televisión internacional podremos aventurarnos a decir que las muertes no fueron en vano. El atentado original (asesinar a sangre fría artistas populares) dio lugar a un segundo evento mucho más común y tradicional: tomar y matar rehenes judíos. También estos hechos se entrelazan. Sin embargo, el atentado al supermercado kasher, de haber sido un hecho aislado, no hubiera concitado la atención que concitó al estar vinculado con Charlie Hebdo. Francia no fue atacada por un flanco (el judaísmo francés) sino directo al corazón.


Sólo a Israel se le cuestiona el derecho a existir. Los países no mueren.


Nadie duda que Francia, gravemente herida, sobrevivirá. Como lo hicieran los Estados Unidos de América en 2001 tras los múltiples atentados del 11 de setiembre. EEUU fue siempre aislacionista, ferozmente independiente, y algo paranoico; después del "nine-eleven" es obsesivo, como el personaje de Clare Danes en "Homeland". Francia ha sido siempre la imagen del progresismo: la Revolución Francesa, París de 1968; también es la tierra de Napoleón y el caso Dreyffus. Francia tiene mucho camino para recorrer conciliando sus ideales con su realidad, sus fidelidades internacionales con su defensa nacional. Veremos cómo lo procesa. Países de tal envergadura e historia difícilmente eludan el desafío, pero éste sin duda es mayúsculo. Lo que el mundo presenció el pasado miércoles 7 de enero es tan contundente como la decapitación de María Antonieta. También esto cambiará la historia.


Mientras tanto los judíos de Francia verán si hacen caso a Netanyahu o a Holande. El primer ministro israelí cumple con su función y el presidente francés con la suya; pero nada es tan sencillo. Los judíos que aún viven en Francia se sienten franceses y no quieren ser israelíes; ya tuvieron suficiente motivo para abandonar su tierra y no lo han hecho. Israel por su parte cumple su rol de país refugio donde hoy viven casi la mitad de los judíos del mundo; es parte de su razón de ser.


Lo que quedó claro, negro sobre blanco, es que todo lo que pasa a los judíos se convierte tarde o temprano en un mal para todos. Por eso Occidente debería, hace largo rato, alinearse con Israel y el pueblo judío en su lucha contra el fanatismo islámico. Un fenómeno que viene devorando territorios y personas, atacando como un virus descontrolado en algunas áreas geográficas en particular pero debilitando a toda la humanidad. Tal vez ahora el mundo entienda a qué se enfrenta. Como decían en uno de los tantos y virulentos programas de la republicana Fox News: hay una guerra y nadie quiere nombrarla como tal. Después de Charlie Hebdo, no cabe duda alguna que es así.

 

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