"Ser judío"

"somos lo que somos en función de otros que no lo son." (editorial 23-12-2014, www.tumeser.com)

Puede no resultar muy elegante citarse a uno mismo. Es más: contradice las normas uruguayas de falsa modestia. Sin embargo esta frase que cerraba el pasado editorial de TuMeser ha levantado cierta inquietud en algunos de nuestros lectores. No digo "polémica" porque sería sobredimensionar el asunto, pero varios lectores nos acercaron comentarios y reflexiones, mayormente en desacuerdo con la frase en cuestión. No sólo es importante disparar estas reflexiones y opiniones, sino que es muy reconfortante saber que TuMeser es leído con un grado de atención suficiente como para provocar una reacción. Corresponde agradecer la confianza y el apoyo en cada click.

La frase hace referencia a la vieja cuestión de "qué es el judaísmo" o "qué es ser judío" o más específicamente, "quién es judío". La frase así redactada hace hincapié en el hecho de "ser" como opuesto a lo que "no es". En este caso se habla de "ser judío" en función de otros que no lo son. No se habla de ser judío en determinada forma ni se habla de ser más o menos judío, sino simplemente de "ser o no ser", poniéndolo en términos shakespearianos: he ahí el dilema.

Ser judío es sentirse y ser parte de una narrativa común y colectiva. No es un estado pasivo sino activo: la narrativa nos es contada, somos parte de la misma, y la contamos a nuestro entorno.
Ser judío supone una elección. Aun cuando nacemos en el seno de una familia judía, aun cuando nacemos de una madre judía y somos "legalmente" judíos y nadie puede quitarnos esa naturaleza, ser judío implica elegir, más tarde o más temprano. Ser judío supone algún tipo de acción en alguna etapa de nuestras vidas, lo cual siempre supone elección. Cada vez que afrontamos alguno de los hitos del calendario hebreo, por ejemplo, estamos eligiendo "ser".

Desde el punto de vista histórico colectivo la frase tiene un sentido aún más evidente. Sea donde sea y cuándo sea que surge el pueblo judío (antes Israel, antes Abraham el patriarca y su familia), en cualquier momento de la historia o la narrativa fundacional que nos situemos, lo que está en juego es la diferenciación de las mayorías. En medio de imperios que van y vienen desde Sumeria a la Alemania nazi el judío se sabe diferente a la mayoría, al medio dónde se mueve. Sea más o menos aceptado, más o menos central, su "ser" judío radica en que otros no lo son. Más aún: como minoría permanente e invariable a lo largo de la historia el judaísmo ha puesto de manifiesto su particularidad frente a la generalidad del entorno de turno.

El calendario, las normas (preceptos), y los ritos, están diseñados para servir de muro de contención entre el judío y el mundo que lo rodea. No para excluirlo sino para singularizarlo. Tal vez el ejemplo más claro en este sentido es la comida kasher. Tal es su potencial como factor separador que hoy se ha convertido en un problema entre los judíos: un sistema de kashrut invalida a otro. Para poder sentarnos juntos a una mesa muchos judíos debemos amoldarnos a las normas de otros judíos, aun cuando hablemos de matices.

Uno de los dilemas más constantes entre los judíos liberales a partir del Iluminismo del siglo XVIII es cómo mantener el "ser" judío a la vez que integrarse a la sociedad donde viven, su entorno. Una expresión extrema de este afán es el movimiento Reformista, mientras que el movimiento Conservador buscó un mayor equilibrio entre lo singular y lo general.

Cuando hablamos de judaísmo puertas adentro, cuando nos juntamos en familia o en las sinagogas o en actividades diversas nuestra noción de "ser" es autosuficiente, no está confrontada. Pero cuando hablamos de judaísmo hacia fuera, cuando el mandato es arrojar luz sobre el mundo que nos rodea, entonces viene al caso pensarnos en función del otro. ¿Acaso alguien puede siquiera imaginar un mundo sólo judío? Creo que ninguna profecía apunta a una era así. Más bien, como con las velas de Janucá que encendimos hasta hace una semana, la idea es traer al mundo (más) luz, otros valores, otras percepciones. Enriquecerlo. Hacer un mundo mejor. Tikun olam.

Somos judíos porque hemos elegido serlo: desde el Sinaí, pasando por cada padre y madre que circuncida a su hijo, y por cada hijo o hija que sube por primera vez a la Torá y se hace cargo de su propio "ser". Todo ello es producto de una tradición, de un empeño de generación en generación; pero ello no quita que involucre una elección.

Por cada uno de nosotros hay muchos otros, nuestros semejantes, que no son "nosotros". La noción de que "somos en función de otros que no lo son" no nos exonera de obligaciones ni implica privilegio alguno. Tampoco implica dependencia: nuestro "ser" judío se nutre de nuestras propias fuentes. Sin embargo, éstas surgen de la necesidad de dar otras respuestas a los grandes temas de la vida. El judaísmo es una suerte de respuesta de un grupo humano al resto de la humanidad, una forma de entender el mundo. Está basado precisamente en la diferencia, en la singularidad.


La frase, por lo tanto, es una constatación personal, una percepción, tal vez algo contundente por demás, de la naturaleza de las cosas.

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