"Gaza"

Desde que se inició el conflicto en Gaza he repetido que la guerra es allí, no aquí. Postear consignas en los muros o publicar artículos indignados no supone pelear batallas en un sentido literal: el lenguaje metafórico no aplica cuando en un lado de la metáfora hay muertes reales y del otro solamente un desgaste simbólico. Después del último click del día nos vamos a acostar con la certeza de que ninguna sirena nos levantará para hacernos correr a un refugio. En estos países que hemos elegido habitar todavía no nos llueven misiles. Reconozco que el último mes nos tomó de sorpresa en cuanto a la relación entre la opinión pública y "nosotros", los judíos; reconozcamos que también allí, en las arenas del Mediterráneo más oriental, las aguas se salieron un poco de cauce.

 Si nosotros aquí estamos ya cansados y desgastados por la sobreexposición del tema judío en su versión antisemitismo, qué dejamos para nuestros hermanos en Israel cuyas rutinas y forma de vida, su economía, se vieron interrumpidas y modificadas por dos largos meses. Desde cualquier latitud que no sea Israel, somos todas meras sombras proyectadas en la pared de una caverna estrecha y parcial, y sólo vemos las sombras, nunca vivimos la realidad en toda su dimensión. Así como el habitante del kibutz Nirim o Ein Hashloshá está pendiente únicamente del próximo misil, nosotros hemos quedado atrapados en un círculo vicioso de antisemitismo y desconfianza; pero sólo allá murió un niño de cuatro años alcanzado por un misil verdadero.

Siempre que Israel entra en un conflicto armado desplegamos toda nuestra solidaridad y retórica por un lado, y nuestro espíritu crítico por otro. Hay judíos en ambos lados: los fanáticos que son incapaces de cuestionar a su Estado protector, y los fanáticos que sólo pueden ver en ese mismo Estado una máquina de guerra e imperialismo. Unos y otros representan el fanatismo en su forma más simplista: o tenemos toda la razón, o somos la representación del mal por el mero hecho de habernos hecho fuertes con el correr de las décadas. Lo curioso con el conflicto en Gaza, la operación "Escudo Protector", es que ha convertido a grandes críticos del "gobierno del Estado de Israel", sacudidos por el miedo al brote antisemita, en nuevos defensores de su denostado Estado. Hay incluso judíos que se toman la molestia de aclarar tanto su distancia con "lo comunitario" hasta su crítica al gobierno democráticamente electo de Netanyahu para luego pasar a explicar las razones de un conflicto que, hasta ahora, era un tema casi ajeno; sucedía allá, y nosotros estamos acá.

Si algo queda claro después de estos dos meses es esto: no podemos como judíos deslindarnos de la suerte y destino de Israel como Estado. Nos guste o no, estamos ligados a ese destino. Parafraseando a Shylock, el judío veneciano de Shakespeare, "si nos cortan, sangraremos". También queda claro que el antisemitismo llegó para quedarse: es un volcán dormido pero latente que puede expresarse con mayor o menor fiereza; y como tristemente nos aprendimos de Hitler, alcanza al judío en la tercera generación; no valen aclaraciones.

Cuando finalmente parecemos haber entrado en un alto el fuego duradero, al menos por un buen tiempo (algunos dicen un par de años); cuando entramos en el mes de Elul y avanzamos día a día hacia los días de recogimiento y sobrecogimiento que llamamos "iamim noraim" (literalmente días terribles...); cuando estamos todos cansados y hartos de explicar, discutir, y gritar en el vacío nuestras consignas; tal vez ahora sea el tiempo de juntarnos todos los judíos que nos hemos visto conmovidos y sacudidos por los acontecimientos y pongamos nuestra mira en otros objetivos.

Está muy bien defendernos, está muy bien explicar, está muy bien incidir en la opinión pública. Lo que no es bueno es que la identidad judía se fortalezca por agentes externos en lugar de internos; que nos sintamos más judíos porque nos recuerdan que lo somos. Me gustaría ver a todos quienes han dado un paso al frente en estos dos meses mantenerse en las trincheras: no para defendernos, sino para construirnos. "Livnot u-lehibanot", construir y auto-construirnos. Pensar el judaísmo sólo en función de su lado perseguido supone el riesgo de vaciarlo de contenido y vivencias; además de que, eventualmente, desarrollará un lado perseguidor muy problemático.


Yo también estoy cansado de escribir sobre Gaza. Estoy cansado de que tumeser.com no pueda volver a sus viejos, queridos, y ambiciosos temas de experiencia judía, no de experiencias de guerra, odio, y persecución. Por más esfuerzo que hiciéramos, los materiales no estaban disponibles. Gaza nos invadió; los cohetes lanzados desde allí, que cobraron vidas civiles y militares, se cobraron también otro tipo de víctima: nuestra capacidad de vivir un judaísmo más integrador, más feliz, y más sólido que el mero grito reivindicativo de nuestro derecho a ser.

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