Genocidio

A tres semanas de la guerra en Gaza, denominada “Escudo Protector” por Israel, estábamos todos abrumados con todos los muertos y toda la tristeza. A poco más de un mes, mientras transcurre la primera tregua verdadera, además de abrumados y cansados, los judíos de Uruguay estamos perplejos. Acaso nuestro estupor ante el dislate antisemita del presidente Mujica y su canciller Almagro sea culpa nuestra en buena medida. Parecería que nos hemos creído que en Uruguay el antisemitismo es menor, no es oficial ni es extremo, no se expresa en acciones concretas más que alguna pintada de vez en cuando… La dura verdad de la última semana es que al antisemitismo, a raíz del conflicto en Gaza, ha florecido, se ha manifestado, y es oficial: de las primeras pintadas en la Avenida Gianattasio, pasando por programas periodísticos, y finalizando en las declaraciones de nuestros más altos jerarcas. Es que, más arriba del Presidente, sólo el pueblo.

 Quiero creer que, a pesar de la alarma que ciertas encuestas han sugerido, el pueblo uruguayo no es antisemita; aun si tomamos en cuenta la encuesta de Radar, un 19% no parece ser una cifra tan concluyente: sólo uno de cada cinco uruguayos sería antisemita, mientras cuatro no lo son. Estoy seguro que si la pregunta fuera "¿es ud. antisemita?" la cifra de antisemitas sería sensiblemente menor.

El problema con estos hechos es que los judíos alemanes tampoco creían que sus vecinos fueran antisemitas, y se perpetró el Holocausto. Uno cree, pero nunca sabe.


Las guerras no son exclusivas del pueblo judío; toda guerra supone situaciones límite, errores, tragedias. Todo soldado es en definitiva un civil disfrazado, aun un Marine de los EEUU: todos tienen un nombre, una familia, una historia. Israel se ocupa de nombrar y recordar a cada uno de sus muertos; del lado palestino sólo podemos suponer, adivinar, conjeturar sus historias.

En lo personal, me resisto a creer que todos los palestinos son seres perversos que nacen para el único cometido de destruir a Satán, o sea Israel. Las historias que se cuentan, si son verdad, son excepciones a la norma. Judíos o musulmanes, todos nacemos con los mismos sueños y aspiramos a más o menos las mismas cosas; la cuestión es si el medio donde crecemos nos da todas las oportunidades. Tal como yo la veo, la de los palestinos es una historia de perder oportunidades desde 1948 en adelante.

Israel sabe que la muerte de civiles, niños, ancianos, no le favorece. Si de verdad esa fuera su meta militar, la tarea hubiera llevado mucho menos tiempo. El tiempo lo insume la delicada tarea de destruir sólo lo que daña a Israel. El problema es que hay errores, situaciones no previstas, que se tornan en tragedia. Y en noticia.

Si los uruguayos podemos entender las vicisitudes de un partido de fútbol, justificar lesiones salvajes, derrotas humillantes, goles que no se hicieron, penales que no se atajaron, ¿cómo no podemos entender que una guerra supone errores, y que éstos, en la guerra, son sinónimo de muerte? Sólo si atribuimos mala fe a una de las partes podemos tergiversar la realidad de tal modo que no sea otra cosa que una mentira. En este caso, la mentira es que los palestinos son víctimas y Hamas por extensión también lo es, por lo cual es legítimo tirar cohetes a granel sobre una población civil; Israel, por otra parte, según esta hipótesis, es victimario, por lo cual su derecho a la defensa propia es un acto genocida. Si por un momento pensáramos que todos son víctimas y todos somos victimarios, nos ahorraríamos juicios de valor sobre conflictos que, para el uruguayo medio, están escritos en chino. Bah, en hebreo y árabe, que es lo mismo a estos efectos. De hecho, los conflictos entre musulmanes en Siria o Irak tampoco se entienden. Pero no hay judíos involucrados.

El Presidente Mujica rescata su admiración por la peripecia del pueblo judío; destaca sus tres ministros de apellido judío. Esto último, dicho por un presidente, es como decir "yo tengo un amigo judío". El otro tema es que al presidente le gustaría que "la peripecia" del pueblo judío siga siendo la medioeval, la de la Europa Oriental de los siglos XVIII y XIX. El Sionismo como consuelo de la tragedia culminada en la Shoá está muy bien; como expresión nacionalista y de amor a un trozo de tierra por la que algunos mueren se equipara a racismo e imperialismo.

Quienes somos judíos, quienes renovamos nuestro pacto como tales día a día, a través de los más variados actos, sean rituales o espontáneos, no somos ciegos a las imperfecciones y errores en que podemos incurrir como pueblo. Nadie entre los judíos ha negado lo terrible de las más de mil ochocientas muertes palestinas en Gaza en el último mes. Algunos las explican, otros las justifican, algunos las condenan, pero nadie las niega. Será que los cohetes que lanza Hamas no matan a (casi) nadie (todavía), pero La Negación acerca de las intenciones de esta organización es digna de diván.


Para los judíos uruguayos esta semana en que conmemoramos Tisha BeAv (el día de mayor tristeza en el calendario hebreo) ha adquirido una nueva dimensión; hemos sumado un nuevo motivo de dolor, por si fueran pocos los que ya nuestra tradición concentra en esa fecha. Sólo nos queda desear que, acallados los bombardeos recíprocos entre Hamas e Israel en Gaza, también puedan acallarse estas voces que han pronunciado, con tanta liviandad, palabras que suenan muy pesadas para muchos uruguayos que aun lloran familias efectivamente exterminadas en un genocidio hace apenas setenta años.

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