Secuestrados

En el duelo judío se tiende a no decir nada cuando uno visita dolientes. Los ritos, los rezos, y los tiempos pautados sustituyen cualquier palabra espontánea. Creo que la sabiduría radica en que resulta muy difícil decir algo que consuele al doliente. La muerte, en su intimidad, es una de las pocas experiencias humanas que excede al lenguaje.

Con motivo del secuestro de los tres estudiantes de ieshiva en Israel ocurrido el pasado jueves, aun cuando todos mantenemos la esperanza de que estén vivos, sería bueno también en estos días saber callar.

La proliferación de posteos solidarios en Facebook son algo parecido a esos comentarios que no debemos hacer en una visita de duelo: son redundantes, banales, estériles. En todo caso, sólo sirven para sentirnos nosotros mismos un poco más solidarios y un poco más judíos, pero nada aportan.

Un secuestro no es la muerte. Sin embargo, aun cuando vuelvan con vida, y es nuestro deseo que sea de inmediato, algo en ellos habrá muerto; el consuelo entonces sería que, con su regreso, algo nuevo nazca, en ellos y en sus seres queridos. Pero mientras están prisioneros o desaparecidos, junto al hálito de vida con que soñamos hay una sombra de muerte que nos aterra y entristece.


Gilad Shalit estuvo prisionero cinco años y volvió. Ahora ha encaminado su vida desde un respetado y agradecido anonimato. Durante esos cinco años seguramente algo de sí mismo murió un poco, y su regreso le ha permitido vivir, de nuevo.

Que no pase un día más sin que estos adolescentes regresen a sus hogares.

Mientras tanto, remitámonos a las plegarias que nuestra tradición atesora para nuestro consuelo y confiemos en quienes tienen sobre sí gestionar, a como dé lugar, su regreso.

Silenciemos nuestras redes sociales. No hablemos en vano. No banalicemos la solidaridad. Por el contrario, del mismo modo que nuestra tradición nos enseña a recitar el "Shma Israel" dos veces al día, en ese mismo silencio y recogimiento personal sumemos nuestra kavaná por ellos.

En este caso, como en el duelo, las palabras no reparan lo perdido. En este caso, a diferencia del duelo, hay hechos que pueden revertir la situación. Sólo que no son públicos.

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