Contar

Hace poco confesé que cuento el Omer. Vale decir, no lo hago cada día desde el momento que no rezo a diario, pero cuando soy parte de un minián cumplir el precepto me resulta muy significativo y motivante. Tal vez sea por lo armoniosa de la melodía o por el contagiante efecto de entonarla a coro; el hecho es que, con el correr de los años, cada vez me ha resultado menos ajeno contar y entonar. Ahora cabe la pregunta: ¿qué contamos? Si buscamos en Wikipedia o preguntamos a un rabino encontraremos todo tipo de respuestas: la histórica, la agrícola, la mítica, la espiritual-cabalista, la moralista. Siempre es posible hacer una pregunta más.

 El Omer nos hace ser conscientes de los días entre Pesaj y Shavuot. Contar cada día y cada semana nos da una noción cotidiana y clara acerca de a dónde vamos: como me gusta decir, de la libertad a la norma. Si los Hijos de Israel vagaron en el desierto hasta alcanzar el Monte Sinaí sin mucha noción del tiempo y el sentido del mismo, nosotros tenemos la ventaja no sólo de contabilizarlo, sino de dotarlo de propósito. Sabemos a dónde nos dirigimos. Así como cada año recreamos la liberación de Egipto como si nosotros hubiéramos estado allí, del mismo modo nos aproximamos a la Torá para en la víspera de Shavuot dedicarnos a estudiarla en el denominado "Tikún" de Shavuot.


Si, como dijera mi amigo y socio David Raij, el judaísmo es una suerte de instructivo para administrar el tiempo, el Omer es uno de los ejemplos más claros en este sentido: no es una festividad en sí misma, sino todo un largo período de tiempo donde hacemos consciente el paso de cada día. Es que, como escribe Paul Johnson en "La Historia de los Judíos", "Ningún pueblo ha insistido más firmemente que los judíos en que la historia tiene un propósito y la humanidad un destino." El Omer es un ensayo anual y concentrado durante cuarenta y nueve días no festivos de esta intersección entre tiempo y propósito. No se trata de los deseos mesiánicos del cierre del Seder de Pesaj o el día de Iom Kipur, sino del transcurrir diario que hace nuestras vidas.

Más allá del Omer en sí mismo y los días del año en que lo contamos, vale la pena transpolar el ejercicio de contar los días en forma progresiva en muchos aspectos de nuestras vidas; si uno es muy ambicioso, puede hacerlo en casi todos. Es la mejor forma de quebrar la rutina y el desgano. Cada día es un día en un orden ascendente hacia un objetivo. No se trata de convertirse en un entusiasta obsesivo, sino de ser consciente, al final de cada día, de que el mismo es parte de una progresión; progresión como crecimiento personal. Es tan válido contar los días para el fin de semana (o más concretamente Shabat) como contar los días para un parto, una boda, o la finalización de un proyecto. Casi todo es pasible de ser contado en forma progresiva. Lo que no podemos contar nos da la pauta de nuestras limitaciones y nos ubica frente a aquello que escapa a nuestro control. Nos hace humildes, o al menos eso se supone; no falta quien crea que puede contarlo todo, controlarlo todo, saberlo todo.


El Omer está asociado al duelo. Ese duelo se levanta en el día treinta y tres de la cuenta, que será, este año, el próximo domingo 18 de mayo. Muchos han optado por cortar el duelo antes, con motivo de Iom Haatzmaut, como señal de regocijo ante este milagro en nuestros días, no en aquellos tan remotos. Personalmente, prefiero tomar la primera parte del Omer (donde sea que lo cortemos) como una etapa de introspección y consciencia, y la segunda como una etapa de regocijo y plenitud. En cualquiera de los dos casos contar es la premisa: recitar la formula y sumar los días que nos llevan hacia un propósito, un sentido.


Contar el Omer también puede hacernos preguntar cómo hemos llegado hasta este día. No es contar hacia atrás, sino recordar y recrear la progresión que hicimos tal vez sin consciencia plena. Cuando en nuestras vidas sucede un hito largamente esperado y de pronto nos encontramos frente al acontecimiento, vale mirar atrás, ver el camino que nos trajo hasta este momento. Si hasta ese día no supimos contar, tal vez ese momento, ese mojón en nuestras vidas, sea también el momento de comenzar a hacerlo.

Permítaseme una licencia citando al poeta: "Caminante no hay camino, se hace camino al andar... verso a verso".

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