Mimesis

Viajar suponía en su momento conocer lugares, poblaciones, y costumbres que de otra manera conocíamos sólo parcialmente. Fotos impresas en blanco y negro, después en color, postales, y algunos encuadres de algunas películas, cuando teníamos la suerte de que fueran filmadas en la locación, eran los instrumentos que nos permitían tener noción de lugares remotos. Viajar era estar y captar la dimensión total de un espacio y un tiempo. Todo lo demás, aun las mejores locaciones de las películas de James Bond, por ejemplo, no dejaban de ser una representación de la realidad. Así, tenía sentido visitar la Tour Eiffel o el Empire State Building, o visitar un parque temático para recrear escenas en simuladores. Si tomamos en cuenta la tecnología de hoy, viajar podría considerarse hasta obsoleto.

La representación de la realidad ha sufrido un cambio drástico con el advenimiento de las nuevas tecnologías. Si bien sabemos que una obra de arte (arte en un sentido semiótico-cultural, no de valoración estética) es efectivamente una representación y no la "cosa verdadera" (the real thing), cuando finalmente llegamos a un destino podemos encontrarnos con una justificada sensación de "deja-vu", sentir que ya hemos estado allí.

Veamos un ejemplo: el observatorio del Empire State lo conocemos por películas; en "Sleepless in Seattle" tenemos una noción de su entorno, su estética, sus dimensiones; en la última "King Kong" sin embargo tenemos cabal, completa, exacta dimensión de la altura, la vista, el vértigo, y la geografía de Manhattan. La diferencia es producto de la tecnología.


Qué es más didáctico? Visitar el Kennedy Space Center en la Florida o ver (una vez más) ''Apollo 13"? Personalmente, no tengo duda que la película contribuye mucho más al conocimiento, la vivencia, y la dimensión de la empresa del proyecto "Apollo" que ver el cohete en dimensión real o subir a un simulador de lanzamiento. Ni hablemos de prodigios tecnológicos y narrativos como "Gravedad", reciente ganadora de varios premios Oscar y gran película. Difícilmente algo pueda emular la vivencia en 3D que logra la película de Alfonso Cuarón.

Ver museos, en qué opción se inscribe? Tal vez en ese caso las pantallas no den la dimensión real de una obra. Nada se compara con ver in situ el "Guernica" en toda su prodigiosa extensión y simbolismo. Por otro lado, ver la "Monalisa" detrás de un vidrio... no es más que otro tipo de pantalla. Sin embargo hay museos que se han ocupado de aggiornarse y ofrecernos vivencias, no simples inventarios. Nunca podré olvidar cuando doblamos una esquina en el Rijkmuseum de Amsterdam para encontrarnos con la "Guardia Nocturna" de Rembrandt al fondo, con el claroscuro atrayéndonos como sirenas desde el otro lado de la sala; para mi ignorancia quinceaniera parecía poco creíble que allí no hubiera un foco iluminando el cuadro. Muchos museos son también arquitectura: en el Metropolitan de Nueva York compiten las exhibiciones con las magníficas vistas desde sus ventanales; en el Guetty de Los Angeles uno puede optar por solamente disfrutar la arquitectura, el entorno, y las vistas.

Con la publicación en 1946 de "Mimesis"de Erich Auerbach se pone sobre la mesa el tema de cómo representamos la realidad; qué elegimos y qué dejamos fuera. El arte, sea cual sea, consiste en un proceso de elección o selección porque jamás podremos incluirlo todo. Aun los narradores omniscientes son parciales a su punto de vista, y la secuencia cómo se organiza la información determina nuestra captación de la misma. Como propone Auerbach en su primer capítulo, "La cicatriz de Ulises", Homero intenta abarcarlo todo, hasta el más mínimo detalle, mientras que La Biblia, tanto en el sacrificio de Isaac (el texto que toma Auerbach) como en toda la obra, omite más de lo que incluye. Es maravilloso que tanto una como otra consigue dar al lector una vivencia intensa y profunda de lo narrado a través de recursos totalmente diferentes. Probablemente la tecnología no sólo ha servido para generar prodigios de imagen sino para que la experiencia artística sea cada vez más "real", con la salvedad de que es una representación. Cabe preguntarse cómo resolvería un film las escenas elegidas por Auerbach; de hecho, ya se probó y nada resultó tan completo, tan "redondo", como el texto original. Ya veremos qué resulta de "Cien Anios de Soledad" pasado al cine. "Historia de amor y oscuridad" de Amos Oz debería ser menos difícil de lograr.

Entonces, viajar es obsoleto? Podemos optar por ir al cine o incluso por quedarnos en casa y leer un buen libro o ver una buena película en una TV última generación? Está claro que no. Viajar también es acerca de elegir, optar. Si el cine, la literatura, y el arte plástico pueden darnos vivencias y experiencias tan totales, tal vez la opción sea elegir los momentos más íntimos, personales, que sólo nos suceden a nosotros en un momento determinado. O la experiencia afectiva de compartir con seres queridos un lugar, un tiempo, que habitualmente no está a nuestro alcance. Tal vez a la vuelta de la esquina de un sitio archiconocido y largamente anhelado encontremos nuestro propio encuadre, nuestra personal perspectiva de una esquina anónima que nos habla sólo a nosotros.


Viajar supone un lado "épico" pero también supone un lado "lírico", personal, íntimo. Las historias mínimas que componen nuestras vidas, pero trasladadas a otra coordenada tempo-espacial. Hoy podemos ya conocer muchos lugares, incluso vivirlos. Sin embargo, son vivencias públicas, colectivas, si se quiere icónicas (íconos ampliados por cierto); lo que un viaje nos guarda son nuestros momentos personales e intransferibles, el recuerdo que sólo uno lleva dentro para toda la vida.

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