RompeCabezas

Mi madre solía tener, desplegado sobre su mesa del comedor principal (sí, la de las visitas y las cenas formales), un enorme rompecabezas "Ravensvurger"; cuanto más grande y complejo, mejor. Allí estaba por semanas, casi en el centro de la casa, para ir armando pieza a pieza, día a día, hasta en algún momento completarlo. Siempre había piezas armadas, piezas buscando su lugar, como probándose, y piezas dispersas, una suerte de inventario para elegir e ir intentando el ajuste perfecto de cada una. Creo que el criterio era comenzar por los bordes, rectos, para delimitar el perímetro, y de ahí ir trabajando hacía dentro. Ya sean paisajes o reproducciones de pintura clásica, la imagen se empieza a visualizar cuando más al centro de la misma se llega.

 También en casa de mi madre, en su rol de abuela, había otros rompecabezas: los "Educa", más simples, para niños. A lo largo de la infancia de mis hijos y sobrinas se acumularon cajas y más cajas que salían del armario para desplegarse alguna tarde. Aún están ahí, guardados, acaso esperando nuevas generaciones o simplemente como recuerdo de una manera de vincularse y generar significados en la vida de la familia, de las personas.

Los rompecabezas suponen un desafío. Pesaj también. Quiero proponer que Pesaj se construye como un gran rompecabezas a lo largo de muchos años. Un rompecabezas que tal vez nunca lleguemos a completar; el mero ejercicio de intentarlo tiene su propia recompensa: la fascinación, el entretenimiento, la comprensión, la construcción, literal y metafórica, de una imagen, por qué no una idea. Como un "Ravensburger", Pesaj puede ser una ardua y compleja tarea para un adulto que intente apasionadamente encontrar la imagen, el texto, el significado. Como un "Educa", Pesaj es un espacio lúdico compuesto por diversas piezas que generan una dinámica y se imprimen en nuestra memoria haciéndose parte de nuestra identidad.

Más allá del símil metafórico, conceptual, entre un rompecabezas y Pesaj, está la expresión real, concreta, de la idea: la Hagadá de Pesaj. Allí están las piezas; existe un orden, un sentido, y un texto o imagen final, canonizado; pero de hecho cada uno va armando el rompecabezas lo mejor que sabe y puede, sumando piezas, quitando otras, encontrando o no el ajuste, ajustándose o no al significado de cada una. Es dinámico y muchas veces queda desplegado, propuesto, de un año a otro, para seguir completándolo.

Por otro lado, hay variaciones sobre la misma propuesta: las diferentes Hagadot. La gama va desde simplemente (o no tanto) propuestas estéticas diferentes a Hagadot adaptadas a criterios o ideologías. Más o menos en el medio de este abanico se ubica la Hagadá Latina de Noam Zion traducida y adaptada por un equipo de la NCI de Montevideo y que se distribuye en toda la América Latina: en ella se mantiene el texto original pero se suman textos modernos y más localistas, dándole un perfil muy especial y haciendo de la experiencia del Seder de Pesaj algo diferente. Cito este ejemplo porque creo que, más que ningún otro que yo conozca, asume el desafío de convertirse en un juego para armar.

El espíritu de hacer preguntas en Pesaj se entiende con más profundidad si uno piensa en la palabra en inglés para "rompecabezas": "puzzle". No es sólo un sustantivo que denomina el juego en sí, sino un verbo que connota perplejidad, incomprensión, pregunta, cuestionamiento. Pesaj es acerca de preguntar, es acerca de maravillarnos ante una narrativa mágica, profunda, e inspiradora.


A veces simplemente jugamos con las piezas sueltas; a veces armamos el borde, el marco, la mesa; a lo largo de los años vamos avanzando hacia el centro, hacia la fascinante y misteriosa copa de Eliahu, como una suerte de mensaje mesiánico permanente que nos dice que el año próximo completaremos el cuadro. El año próximo, en Ierushalaim.

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