Hacia Pesaj

A tres semanas de Pesaj es buena cosa comenzar a prepararnos. Después de todo, como nos cuenta nuestra tradición, no fue fácil salir de Egipto, salir de las estrecheces, la esclavitud, y comenzar a recorrer el camino hacia la libertad y la norma. Los Hijos de Israel no estaban del todo prontos para el desafío, y de hecho nunca terminaron de estarlo. Desde las simples quejas a rebeliones virulentas, el camino del desierto estuvo plagado de conflictos y dificultades. Aun antes de partir de Egipto, no queda demasiado claro en nuestra tradición cuál era la actitud del pueblo, de la opinión pública israelita, si la había; un pueblo esclavizado difícilmente tenga opinión y mucho menos pública.

 La narración se centra en Moshé y Aharón en su prolongada, conversada, y mágica confrontación con el Faraón y su corte. Las mismas señales que reciben los egipcios, las plagas, son señales para los Hijos de Israel. Si este dios tan poderoso y terrible (léase la décima plaga) nos "saltea" esta noche ("pasaj"), bien podría no hacerlo alguna otra noche. Sigamos sus instrucciones, sigamos al barbado al desierto. Egipto no es sólo esclavitud, ahora también es una tierra maldita.

Del mismo modo que el libro de Éxodo, que narra la salida de Egipto, comienza con la frase "se levantó en Egipto un nuevo rey, que no había conocido a José" (Génesis 1:8), cabe preguntarse qué tanto recordaban o sabían los israelitas de entonces acerca de cómo y por qué habían llegado a las fértiles tierras de Goshen. Podría leerse esta frase como un desconocimiento mutuo y una necesidad imperiosa de separar dos pueblos que comenzaban a estorbarse. Cualquier analogía con la actualidad no es casualidad. La narrativa que a partir de la salida de Egipto construye nuestro pueblo no era vigente en aquellos tiempos casi míticos, de modo que podemos suponer cierta ignorancia, producto de un época de bienestar seguida por una época de esclavitud. No en vano es un "extranjero" (según Freud y el propio Moshé: "forastero soy en tierra extraña", Génesis 2:22) el que libera al pueblo mediante signos y señales. Es ese "extranjero" quien se convierte en nuestro gran maestro, dador de la ley, Moshé Rabeinu. Podemos reconocer que nuestra más básica, profunda, y fundamental tradición y códigos provienen de, o son trasmitidos por, una figura surgida desde fuera de nuestro pueblo. A esto muchos denominan sincretismo en un afán relativizado y limitador de nuestros valores. Por el contrario, creemos que la galvanización de múltiples creencias en un sistema coherente, ético, y con sentido histórico, es el gran aporte del judaísmo al mundo.

Si Purim es acerca de nuestra identidad desdibujada por medio de máscaras y disfraces, Pesaj es acerca de cómo comenzamos a construir nuestra identidad. Por eso conlleva un orden (seder), preguntas y respuestas, juegos, adivinanzas, canciones. Purim es una festividad compleja y adulta devenida en infantil a fuerza de simplificarla y reducirla; Pesaj es una festividad para los niños y para nosotros los adultos como padres de esos niños. "Todo lo que necesitaba saber lo aprendí en el jardín de infantes"; todo lo que debemos saber cómo judíos lo aprendemos la noche del Seder de Pesaj. A diferencia de nuestros antepasados liberados de Egipto, nosotros hoy sabemos la historia, y cuánto más la contemos somos más dignos de alabanza. Como bien dice la Hagadá, debemos contar la historia como si nosotros mismos hubiéramos salido de Egipto. Porque cada día salimos de Egipto, recorremos el camino de la estrechez a la libertad, de la libertad a la norma.


No conviene llegar a Pesaj desatento. Armar la mesa del Seder es parte del aprendizaje.

 

 

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