Purim

Si uno jugara un juego de asociaciones (creo que de hecho así vamos funcionando día a día), no sería descabellado asociar Purim con "El Reino del Revés" de Ma. Elena Walsh: sólo en Purim podría ser que hable el gato y vuele el pez.

Purim celebra las "suertes" del pueblo judío en la Persia de cierto rey: de estar al borde de la aniquilación los judíos se convierten en poderosos dominadores de la situación política interna del reino, no sólo salvándose ellos sino que castigando (duramente por cierto) a sus perseguidores. Si uno lee Meguilat Esther con cierta detención y espíritu crítico, por encima del cuento de hadas que nos contaban en la niñez, no puede no sentir cierta vergüenza ante la astucia de Mordejai, la seducción de Ester, y la venganza desatada. Hay algo "taliónico" que poco tiene que ver con el judaísmo rabínico pacifista y de puertas adentros.

 Si los libros Macabeos I y II quedaron fuera del canon bíblico, ¿por qué el Libro de Ester quedó dentro? Será que la historia de Purim hace al destino del pueblo judío a lo largo de sus milenios de historia diaspórica, en que debió enfrentar una y otra vez enemigos formidables con suerte diversa, pero en última instancia sobreviviendo. Tal vez Purim represente una fantasía extrema que, por cierto, el resto de nuestra tradición no alienta. Si lo pensamos en términos de máscaras, disfraces, e identidades pretendidas, podemos considerar Purim como una licencia moral una vez al año, que sobre todo nos ubica en quienes somos y cómo debemos verdaderamente comportarnos. Más si pensamos que estamos a un mes de Pesaj, festividad ordenada si las hay.

En el acto de asunción de nuevas autoridades del Comité Central Israelita del Uruguay (CCIU) hubo un cierto espíritu de Purim, carnavalesco, en la manera cómo transcurrió. El presidente saliente Roberto Cyjón hizo un extenso, profundo, y didáctico discurso acerca del ser judío, sus tradiciones, sus símbolos; en especial, utilizó la festividad de Pesaj para explicar, a través de su fuerte componente simbólico, los valores que la institución y el judaísmo en general defienden. Podría decirse que el discurso de Cyjón le dio el marco teórico e ideológico al acto y a la razón de ser del CCIU. En notorio contraste (Purim es acerca de contrastes también), el discurso del presidente entrante, Sergio Gorzy, fue más bien una galería de personajes, anécdotas, recuerdos, agradecimientos, dichos por una persona mediática, un comunicador profesional; tuvo visos de stand-up. Sin embargo, tampoco Gorzy olvidó los Amalec ni los Amán que amenazan nuestra existencia: con su pasaporte uruguayo en la mano dijo bien claro que no puede entrar en más de cincuenta países en el mundo porque en ese pasaporte está el sello de migraciones de Israel.

El acto en sí tuvo mucho más de Purim que de Pesaj. Estaba repleto de personas y personajes, esto último dicho en el sentido de personas que representan instituciones, que están allí por algo más que ellos mismos: desde el Presidente en ejercicio de la República hasta el Arzobispo de Montevideo, pasando por ministros, intendentes, congresistas, periodistas (deportivos y de los otros), ex jugadores de fútbol, etc, etc. Por supuesto, estábamos también las personas de a pie, los amigos, los dirigentes comunitarios, en fin, los mismos de siempre. El asunto es que este no fue un acto más: por las características del presidente entrante, difícilmente se repita un acto así en la historia por venir del CCIU. Había mucho Purim en el aire, en la forma en que todos celebramos y nos reconocimos como semejantes desde nuestras diferencias. El hábito hace al monje en su calidad de tal, pero detrás del hábito, o debajo de una kipá, siempre hay un ser humano igual al prójimo.


Vale la pena rescatar el espíritu carnavalesco de Purim y dejar de lado su costado más vengativo. Poder pensarnos como alguien diferente a lo que somos, poder disfrazarnos un rato, poder alegrarnos con límites más laxos que en el resto del año, poder descubrirnos unos a otros tras las máscaras y los disfraces. Todos de alguna manera construimos personajes para andar por la vida; irónicamente, tal vez Purim sea el momento de pensarnos a nosotros mismos, de revisar nuestra verdadera identidad, y con ello respetar y valorar la del prójimo.

 

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