Política(s)

| Escrito por Ianai Silberstein

 Cada siglo parecería que el Uruguay diera grandes saltos hacia delante. Como si dijera, llevamos quietos mucho tiempo, es hora de movernos un poco, agitar el avispero. Ypa, ¿no pasa nada?, sería una pregunta de muchos uruguayos; otros prefieren el tan repetido "tranquilo", dicho a la uruguaya, sinónimo de mate y culto al pobrismo. Aunque nuestra realidad cotidiana tenga poco de tranquila: ni el tránsito montevideano ni el metropolitano son ya tranquilos; andar por la calle es un estrés, ya sea por las baldosas sueltas, veredas deshechas, o materia fecal de perros, o por la posibilidad de ser robado o verse envuelto en un crimen sangriento; consumir es el nuevo pasatiempo nacional y la oferta nunca cubre la demanda (ver taxis en Montevideo, por ejemplo).

 Por suerte cuando asume un nuevo Presidente de la República lo hace siempre lleno de propósito y objetivos. De éstos, algunos se diluyen por motivos diversos pero otros parecen ir encontrando su camino y se van concretando. El actual Presidente de Uruguay, el más pobre del mundo, José Mujica (a quien nunca llamaré "Pepe"), ha sido un abanderado de reformas sociales de avanzada. Tanto, que nos han puesto en la prensa internacional; concretamente la liberización del cultivo y venta de la marihuana, aprobado en 2013. Junto a esa ley tenemos la del aborto y la de los casamientos entre gente del mismo sexo. No es poco para un país donde "nunca pasa nada".
Probablemente sean temas que pueden discutirse y aprobarse no sólo cuando hay mayorías políticas absolutas, como ha sido el caso en los dos últimos ejercicios de gobierno, sino cuando la economía prospera y hay tiempo para temas de fondo y efectistas y no hay tanta necesidad de atravesar y negociar crisis diversas. En el debe quedan temas de fondo mucho más difíciles de dirimir y transitar, como la educación, la seguridad, y la seguridad social. Esos los vamos "atando con alambre", bien a la uruguaya. La Salud es un tema aparte.


No voté ni votaré a Tabaré Vazquez. Sin embargo, apruebo y celebro su decreto acerca del humo de cigarrillo en lugares cerrados. No sólo ha cambiado la fisonomía de las veredas del Uruguay en forma civilizada y social (armándose espacios para fumadores al aire libre), sino que terminó con la tortura de espacios llenos de humo, tóxicos. No sólo contribuyó a la lucha contra el cáncer, sino que contribuyó al entramado social, a la sensación de respeto e igualdad. Del mismo modo, aunque Mujica me resulta algo más simpático y auténtico que Vázquez (hay que reconocerle el estilo campechano y llano, a veces grosero, del primero), celebro que haya propiciado las nuevas leyes acerca de la unión civil, el aborto, y la marihuana. Me gusta que Uruguay sea un país progresista en ese sentido, por mucho que no me gusta que se autodenomine y se crea progresista en otros.


Me han preguntado qué pienso acerca de estas nuevas normas. Me han preguntado qué pienso que dice el judaísmo al respecto. Acerca de la primera pregunta, pienso que está muy bien que se hayan aprobado; prefiero siempre más libre que menos; defiendo la libertad de elección; y me parece inútil y caro el esfuerzo de reprimir los deseos y pulsiones del individuo. Acerca de la segunda pregunta, tengo alguna idea pero en realidad no me importa. Mi judaísmo pasa por una experiencia personal, familiar, comunitaria, y a veces social; pero no rige la vida del mundo que me rodea, y yo vivo en él, no en un mundo de normas judías descolgadas del tiempo y el espacio. Además de que no existe "EL" judaísmosino que es un enorme paraguas que cubre una cantidad enorme de opciones e interpretaciones. Algunos usan un paraguas más chico; allá ellos, se mojarán más seguido.


No me jacto de vivir en un país con "el Presidente más pobre del mundo"; los prefiero de clase media, más equidistantes de las realidades que deben manejar. No me jacto de nuestro cuarto lugar en el Mundial 2010 en Sudáfrica; es un juego y un negocio: el negocio lo manejamos mal, y el juego es fortuito. Sí me jacto de vivir en un país que encontró las formas de volver a ponerse a la vanguardia en temas sociales, de igualdad y libertad individual. Que suceda cada cien años más o menos no le quita el mérito.

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