Verano & Shabat

Cada año en verano escribo acerca del tiempo y Shabat. No acerca del clima sino acerca de la percepción de nuestro transcurrir.

El clima es un fenómeno en el cual incidimos negativamente, según nos explican los ecologistas, pero no podemos incidir a voluntad, determinando su condición, su oportunidad, su expresividad. El clima es uno de los fenómenos de la existencia que sobrepasa nuestra capacidad de dominar el ambiente y por lo tanto nos hace seres religiosos, mal que nos pese. No en vano las religiones surgen y se desarrollan en función de los grandes misterios de la naturaleza. Aun cuando éstos se develan, es la falta de control la que nos sobrecoge.

Cuando digo "el tiempo" me refiero al eje que se cruza con el espacio. En estas coordenadas por cierto que podemos incidir y determinar. Nuestra verdadera medida de libertad personal está dada, precisamente, por nuestra capacidad de manejar nuestros espacios y tiempos. Vale decir, elegir. Cuando no elegimos dónde estar, qué hacer, con quién compartir, cuándo dormir, cuándo comer, cuándo amar, somos seres esclavizados. Hasta las grandes pasiones pueden convertirse en una suerte de esclavitud emocional no reconocida.

Cuando llega el verano tomo verdadera consciencia de la idea de Shabat. Precisamente porque la rutina de todo el año desaparece para dar lugar a tiempos menos rígidos, menos urgentes. Podría pensarse que todo el tiempo de vacaciones es un tiempo sabático; pero es lo contrario. Shabat tiene poco de relajación, excepto, como decía el rabino David Hartman (z'l) en sus memorables conferencias, cuando dormimos la siesta. Pero Shabat llega con urgencia, con horarios, con rutinas previas y rutinas sabáticas, sean las que fueren. Shabat es otro tiempo, un tiempo (con)sagrado.

Por eso cuando un avión publicitario me recuerda el horario de encendido de las velas cuando estoy en la playa, escribo acerca del tiempo y Shabat; por eso cuando encargo jalot y voy a buscarlas en medio de una tarde soleada, escribo acerca del tiempo y Shabat. Por eso cuando pongo la mesa para la cena sabática , enciendo las velas, y me urge ir a mi sinagoga en lugar de ver el atardecer en Solanas, escribo acerca del tiempo y Shabat.


Es fácil recordar el Shabat en una semana pautada y repetida. En forma casi natural desembocamos en él. Más complicado es percibirlo entre los pinos y eucaliptus, al borde de una piscina o de la orilla del mar, sin reloj y sin más responsabilidades que las sociales, y aun así. Por eso en vacaciones Shabat adquiere especial relevancia y significado. Aun para este judío que se esfuerza, sábado a sábado, en recordar la Avdalá que separa el tiempo sagrado del tiempo cotidiano.

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