Israelitas & Asmoneos

| Escrito por Ianai Silberstein

Este año coincidirá la saga de los hermanos israelitas (José y sus hermanos) con las de los hermanos asmoneos (IehudáMacabi& sus hermanos). Al mismo tiempo que leemos la historia de los hijos de Iaacov rememoramos la historia de los hijos de Matitiahu de Modiin. Los episodios acerca de José son mitos con un viso histórico, mientras que la historia de los Macabeos es historia devenida en mito.

 Ser judío supone ubicarse entre la historia y el mito, entre lo verificable y lo meramente verosímil. Por eso nuestro ser judío está construido, sobre todo, en un sentimiento. La narrativa atemporal, que habilita a algunos judíos a no reconocer el paso del tiempo y la evolución de las ideas, es la que subyace cuando nos sentimos parte de esta narrativa, similar al "realismo mágico" acuñado por la literatura latinoamericana de los años sesenta. En este caso la idea de a-temporalidad construye significado y relevancia.

La familia que describe el Génesis, los hijos de Abraham, Isaac, y Iaacov (hasta el día de hoy nos denominamos así), es una familia pacífica. Como el asesinado Abel, es una familia de pastores de ovejas; los guerreros son otros: Caín, Ishmael, Esav. La Torá no resiste la tentación de demonizar a estos hermanos fuertes y hasta violentos, aunque deja siempre espacio para lecturas subversivas. La narrativa bíblica está construida, como lo señaló el Profesor Meir Sternberg de la Universidad de Tel-Aviv, por puntos de vista entrecruzados, muchas veces uno distinto por frase. Pero debemos reconocer que el mensaje moral(ista) es claro: dios está del lado de los mansos y justos, del lado de los físicamente más débiles. No obstante los recursos que éstos despliegan para sobrevivir y seguir adelante con el cumplimiento del pacto.

Con los hijos de Matitiahu sucede algo distinto. Por primera vez nos encontramos con un dominio extranjero militarmente fuerte, el de los helenos (aunque todavía no tan fuerte como el de Roma), donde comienza el lento, inexorable, y definitivo camino del exilio como forma de vida (ya iniciado en Babilonia), sin templo, sin sacerdotes, sin estructura. El exilio babilónico sentó las bases de la supervivencia judía posterior, pero el templo y Ierushalaim aún estaban en pie, todavía se peregrinaba tres veces al año: todavía éramos una religión institucionalizada. La revuelta Macabea (166-160 AEC)que conmemoramos en Janucá es el primer acto de heroísmo judío entendido como rebelión ante el poder extranjero. Siguió Bar-Kojbá en 132-135 de la EC, para luego aparecer en el Levantamiento del Guetto de Varsovia en 1943. Durante siglos seguimos siendo sobre todo "pastores de ovejas", cuidadores de rebaños, gentes de paz. Los "brazos de Esav" aparecieron recién en el siglo XIX, mientras "la voz de Iaacov" permaneció en el tiempo.

¿Acaso existe una contradicción entre la lectura semanal de la Torá y la conmemoración del milagro de Janucá? El cierre del Génesis nos deja pastoreando el ganado en las tierras de Goshen en Egipto, de donde entraremos en las estrecheces y la esclavitud para luego, milagros y prodigios mediante, salir a la libertad y de la libertad a la norma. Será un largo camino. Janucá tal como la concibieron nuestros sabios conmemora no tanto el heroísmo judío, que fue una lectura moderna rescatada por el sionismo, sino la presencia del milagro como factor diferenciador. Aun con todo su heroísmo, su coraje, su destreza e inteligencia, el hombre no está solo. Hay una fuerza que lo excede, explícita o implícita, en forma de plagas o en forma más "líquida", aceite, que habilita nuestra existencia. Por eso en Janucá destacamos la luz hacia el prójimo y el milagro que lo hizo posible. Los actos de heroísmo son historia pero no parte de la celebración.

Janucá es también uno de los últimos estertores de la promesa divina de la tierra. Apenas tres siglos más tarde la tierra estaría perdida por casi dos mil años. Con el correr de los siglos dios intervino en formas mucho menos explícitas que las que nos cuenta la Torá y dejó los milagros en nuestras manos. Aun así, siempre habrá una misteriosa gota de aceite que dure ocho días en lugar de uno.

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