Jordania

Esta semana no puede ignorarse el fenómeno "Jordania". En algo nos ha movilizado, como judíos, el mero hecho de que Uruguay deba enfrentar, por el repechaje para Brasil 2014, a la selección de Jordania; primero en Amman y luego en Montevideo. Cuando escribimos estas líneas ya sabemos que Uruguay estará en Brasil 2014 y que el partido del próximo miércoles 20 en Montevideo será sobre todo una fiesta multitudinaria y un cierre magnífico a ocho años bajo la dirección de Tabárez, un récord si los hay en términos de fútbol uruguayo. Pero aquí no hablamos de fútbol, excepto en ocasiones como ésta, cuando el fútbol trasciende lo futbolístico.

 Todos sabíamos que los partidos contra Jordania eran más un trámite que otra cosa, aun manejando la debida mesura y respeto. Tal vez podría pensarse en por qué algunos (uruguayos) tenían cierto temor de que Jordania diera una sorpresa (que en el fútbol las hay, pero en otras circunstancias), algo así como un "maracanazo" levantino; pero ese también es otro tema. El hecho es que todos los que viajaron a Amman esperaban una fiesta; algo exótica, pero fiesta al fin. "Vamos subiendo la cuesta que arriba mi calle se vistió de fiesta".


Lo que me asombró, y no poco, fue el fenómeno de un millar de uruguayos cruzando desde Israel a Jordania para ver el partido. Uruguayos algunos emigrados hace treinta y cuarenta años: más años en Israel que en Uruguay. Y sin embargo. Algunos chicos en programas educativos, otros jóvenes universitarios, y hasta diplomáticos cruzaron. Sé del turismo israelí e internacional a Petra por la frontera sur, entre Elat y Aqaba, pero nunca imaginé que israelíes se aventuraran en la Jordania profunda para ver un partido de fútbol. Aun con pasaporte uruguayo, aun sin símbolos judíos ostensibles, aun con un tratado de paz vigente. ¿Alguien podía tener alguna duda que eran judíos e israelíes? Me imagino que si el partido hubiera sido con el quinto de África y éste hubiera sido Egipto nadie hubiera cruzado; si es que el partido se jugaba allí. Es que Jordania se mantiene al margen de la mal denominada "primavera árabe"; Israel agradecida que así sea.


Aun así, me asombra. He visto todas y cada una de las fotos posteadas en Facebook y en los medios, fotos compartidas por mail, fotos, fotos, fotos. Mis ojos no dan crédito a algunas de las personas que vi en el estadio de Amman, un país árabe. Fue como si de pronto aisláramos una pequeña porción del mundo árabe, conocido como "el enemigo", e ignoráramos años de conflicto. ¿Acaso de pronto hemos podido reconocer que la paz es posible? ¿Que es posible confiar? Fueron y vinieron. Cualquiera sabía de dónde venían. Recorrieron kilómetros dentro de Jordania, y están todos de vuelta en sus hogares, sanos y salvos. Tal vez sí sea posible. Algún día. Quiero creer que las ideologías no seguirán alimentando narrativas simplistas y atemorizantes.


Además de la dimensión político-diplomática-ideológica del asunto, me produjo un sentimiento distinto la dimensión geográfico-histórico-bíblica: cruzar el Jordán. Le debo a mi amigo Sergio Gorzy empezar a percatarme de la magnitud del viaje. Kilómetro más o menos estos uruguayos, judíos en su gran mayoría, hicieron el mítico cruce de sus antepasados hacia la Tierra Prometida. La selección uruguaya de fútbol permitió realizar el sueño abrahamico de llegar a "la tierra que te señalaré" (Génesis 12:1). De hecho, hoy se llega a Israel por el mediterráneo; llegar desde el Este no es lo normal; en tiempos bíblicos tempranos se llegaba sólo desde el Este. Estoy seguro que habrá historias innumerables acerca del periplo terrestre entre Amman y Jerusalém, pero la mera yuxtaposición de ambas capitales ya genera una dimensión mítica al viaje. Cruzar un puente sobre el Jordán es significativo no sólo para los judíos, sino para cristianos y musulmanes.


Uruguay no sólo clasificó a la etapa final de la Copa del Mundo; la ilusión no fue sólo celeste. Fue algo así como un espejismo en una zona de conflicto, guerra, y muerte; una mirada hacia una normalidad que aun parece utópica, pero no. Es que los uruguayos somos así: normales, mesocráticos, "mansos", "tranquilos". Faltó el mate; al menos no lo vi en las fotos. Acaso, parafraseando a El Sabalero, el mate se olvida pero el fútbol no.

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