Elecciones, el día después

Durante los próximos días y semanas leeremos innumerables análisis acerca de las elecciones del pasado martes 22 de enero de 2013 en Israel. De modo que el tema en cierta forma se impone, es  ineludible. El riesgo es entrar en análisis del tipo político-partidario, suponiendo alianzas, adivinando concesiones, es decir, jugar a la política. Prefiero dejar la política a los políticos, en Israel y en cualquier lugar del mundo, y limitarnos a votar cuando nos hemos ganado el derecho de hacerlo. No creo que como judíos tengamos derecho a votar en las elecciones del Estado de Israel en tanto no vivamos allí. Podemos tener derecho a opinar, pero aun así, con reserva y mucho respeto. Pertenecemos a la mitad de los judíos del mundo que por ahora ha elegido no vivir en Israel; no nos corresponde juzgar a quienes decidieron hacerlo. Ellos son dueños de su destino. Como pueblo la responsabilidad es mutua.


Dicho esto, leyendo el nuevo mapa del parlamento israelí, queda bastante claro que por primera vez en muchos años los israelíes han volcado su mirada hacia el interior en lugar de focalizar en las amenazas externas. El crecimiento por sobre lo vaticinado del partido “Hay futuro” de Yair Lapid y el decrecimiento de la coalición electoral de Benjamín Netanyahu son claros en este sentido: el tema seguridad sigue siendo prioritario pero ya no excluyente; por otro lado, el tema social se ha vuelto medular. Las protestas sociales en el bulevar Rostchild de Tel-Aviv hace poco más de un año y el tema de los ultra-ortodoxos no podrán ser soslayados en el futuro. Que haya prevalecido la agenda social por sobre la de seguridad cuando hace apenas dos meses estábamos inmersos en el conflicto en Gaza es de por sí significativo; las protestas sociales fueron hace más de un año e incidieron drásticamente en esta elección.

Una lectura posible de este resultado, siguiendo en la misma dirección aunque saliendo de los temas políticos en sí, es que una importante parte del electorado israelí está preocupado por los contenidos de su Estado, y no sólo por sus fronteras. La relativa seguridad y fortaleza de Israel frente a su entorno hostil han relegado el tema seguridad a un plano algo menos relevante que hace unos años. Todavía se busca un líder decidido y fuerte, pero no a cualquier costo. Las elecciones reflejan una preocupación por la economía y lo social y también sobre la naturaleza de lo judío en Israel. Usando la expresión del rabino Donniel Hartman, cómo se dibuja el “espacio público” israelí ha pasado a ser un tema electoral central. El viejo discurso de que “todo el mundo está en contra nuestra” actualizado través de la amenaza iraní ya no da los réditos de antaño. No deja de ser central, pero no es excluyente. Hay una necesidad de construir el país desde dentro, no sólo desde las amenazas externas. Hay una consciencia mayor de que el fraccionamiento y la “tribalización” son amenazas tan importantes como Irán. Del mismo modo que siempre abogamos por un judaísmo que no fuera Shoá-dependiente, Israel no puede sostenerse solamente en base a su poderío militar, la ocupación, y la amenaza externa. Hay que nutrir la sociedad desde dentro.

Hoy ha habido una expresión de deseo. Cómo se da, o no, el proceso es otro tema. Expresar ese deseo en realidades concretas supone un desafío mayor para el futuro gobierno de Israel. Pero como material para reflexión, han sido elecciones muy significativas.

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