Lecturas II

En esta semana tumeser.com ha cumplido sus primeros tres años en internet. Sin embargo, la realidad nos obliga a cambiar nuestras prioridades y nuestra planificación y debemos referirnos a la nueva crisis (¿o debemos llamarla llanamente “guerra”?) en Medio Oriente, específicamente, en Israel; Medio Oriente ha sido durante los últimos años escenario de una crisis permanente con algunas islas de calma, como Jordania, Arabia Saudita, e Israel.  A la luz de la mal denominada “primavera árabe” nadie sabe con certeza cómo leer la información, cómo interpretar los gestos y las declaraciones de los dirigentes, ni evaluar cuales son sus motivaciones últimas. Por lo tanto, uno lee la prensa o escucha y mira los noticieros con el propósito no sólo de saber qué ha pasado sino por qué. Como en tantas otras situaciones de la vida, las lecturas son múltiples.

Hay una suerte de “lectura bíblica” que puede hacerse de los conflictos bélicos en Medio Oriente que me produce una sensación muy extraña y compleja, difícil de transmitir. Dicho de otra forma, leer los acontecimientos contemporáneos como si fuesen parte de nuestra épica bíblica. Resulta fascinante y por momentos atemorizante (algunos dirán que temerario) superponer la realidad de hoy a las historias bíblicas. Parecería que la aspiración de este pequeño pueblo (Israel) que reclama su espacio en el mundo en ese pedazo de tierra no puede entenderse si no es como conflicto. Del mismo modo, los enemigos parecen venir siempre de las mismas coordenadas geográficas: desde la Mesopotamia (Irán), o desde la costa  mediterránea (los filisteos entonces, los cohetes de Hamas hoy); incluso la envergadura y el poder de esos enemigos parecen coincidir con la historia bíblica. Tal vez debamos pensar que hoy nosotros somos Goliat y “ellos” David, pero sería una forma muy simplista y sesgada de entender el conflicto: los palestinos de Gaza no son niños pastores de ovejas que cantan con un arpa en sus manos.

En otro orden, pero siempre hablando de lecturas y narrativas, de cómo contamos las historias, vuelvo a quedar atónito ante la forma en que el material periodístico se organiza en la pantalla por parte de las principales cadenas noticiosas del mundo; en mi caso, CNN Internacional y BBC. Cuando miro esta última busco un lenguaje ordenado y lo más objetivo posible de los acontecimientos, narrado por la flema británica, ecuánime y despojado de juicio de valor; esa es mi experiencia cuando quiero ver qué sucede en el mundo, pero evidentemente no aplica cuando se refiere a Israel. CNN por su parte es largamente conocida por su elección tendenciosa de imágenes, donde las tragedias ocurren sólo del lado palestino. Tengo la impresión, sin embargo, de que se han visto obligados a incluir material “humano” también del lado israelí, ya sea por presiones lobbystas o por simple criterio periodístico. De todos modos, resulta insultante la forma en que está presentado el conflicto y su génesis, como si el momento “cero” fuera el asesinato selectivo de Ajmed al-Jabari y no los cientos de cohetes lanzados sobre el sur de Israel en los últimos tiempos. No cabe duda de que jugar a víctimas y victimarios es parte de una guerra aparte donde los judíos e Israel hemos dejado, hace ya mucho tiempo, de ser víctimas para ser percibidos como victimarios. La realidad es que un lado y otro son lo uno y lo otro, en cualquier momento y circunstancia.

Por último, resultaría ingenuo no pensar que las autoridades israelíes actuales, en vísperas de una nueva elección, no quisieran hacer una demostración de fuerza. El discurso bélico y amenazante en relación a Irán, contenido por las elecciones en los EEUU y la complejidad y dificultad de cualquier operación de esa escala, y sobre todo por el costo en vidas que supondría, han desembocado en esta operación en Gaza, por demás justificada. Nadie niega que los habitantes del sur de Israel tengan derecho a vidas normales. Pero siempre queda una sensación bastante clara de que se ha hecho poco por explorar otras opciones. Sostener un statu-quo permite normalizar las vidas en un lado y el otro del conflicto pero no resuelve los problemas en el mediano y largo plazo. Cisjordania, bajo la Autoridad Palestina, ha tenido un época de desarrollo y crecimiento sin precedentes en los últimos años; el Estado de Israel mantiene su economía pujante y su desarrollo sostenido; Gaza, por el contrario, permanece atrapada no sólo por su situación geográfica y política sino por la  belicosidad de sus líderes y el abandono del resto del mundo árabe. Sólo recientemente ha habido señales en dirección de una política de desarrollo y normalización. Pero todo esto es circunstancial: si no se avanza, por lento que sea el proceso, en negociaciones hacia un arreglo lo más definitivo posible, los problemas surgirán una y otra vez. Netanyahu esencialmente desconfía de aquellos con quien debe negociar; difícilmente durante su mandato veamos otra cosa que no sea una forzada calma y un alerta permanente. Del lado palestino tenemos una percepción acerca de la complejidad de sus divisiones y facciones. De modo que nadie está dispuesto (y por el momento nadie ha sido obligado) a tomar la iniciativa para cambiar el rumbo, “la pisada”.

Ojalá la semana próxima, cuando nos toque escribir un editorial, podamos ver este episodio en perspectiva.




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